Si algo caracteriza al cubano es su expresividad musical,
su carácter extrovertido, su temperamental explosividad, su exageración innata.
De ahí que tras el examen de algunos investigadores, exclamaran: “Ustedes,
o no llegan, o se pasan”. Habría que destacar también la exagerada gestualidad
del cubano, que a veces linda con la guapería marginal, ante un ponche
“vengador” o un out “mal cantado”.
Observen que hemos subrayado la palabra gestualidad, pues
debemos volver sobre el vocablo más tarde… La frase ¡Qué cara, qué gesto!
Merece un comentario aparte.
Continúo: Les otorgo el beneficio de la duda, pero el fenómeno
es real y llega hasta el punto de la planificación física urbana. Veamos según
el diccionario la definición de la palabra esquina:
Se trata de una arista, un chaflán, un recodo, un cantón, en fin: Una
confluencia de dos calles en un punto dado.
Pero en pelota es otra cosa: ¿Cómo se explica una esquina
caliente en la cola del pollo por pescado que ya llega congelado a la
carnicería, o dentro de una oficina exageradamente
climatizada, o en cualquier lugar del
muro del Malecón en una fresquísima noche de nuestro “crudo” invierno?
La lógica indica que no se trata de una determinada
sensación térmica, sino de la pandemia originada por el virus del deporte
nacional, o sea la pelota.
Cada país o región del mundo tiene la suya, como el
alpinismo en los Alpes suizos, o el surfing australiano. Pero lo de Cuba es una
enfermedad crónica, que lo mismo ataca a chicos que a grandes, mujeres u hombres.
Sería ésta la única razón por la cual Flora, la octogenaria
de mi cuadra, hace poco rechazara conectar el culebrón nocturno de la “Avenida
Brasil” por otra conexión en un juego empatado entre Piratas y Leones, de Avispas contra Cachorros o Cocodrilos a dentellada limpia frente
a los Tigres avileños, por solo poner tres ejemplos de nuestro salvajismo
deportivo al que ahora se le agregan los bisoños Piratas de la Isla de la Juventud.
Hoy, la industria del escándalo nacional que había dejado
atrás el entusiasmo del coro gigante dirigido por Armandito el Tintorero, o la
conga santiaguera, para abrazar la vuvuzela del Mundial de Fútbol en Suráfrica,--importada
o por cuenta propia—pero sobre todo insoportable. Era ésa la super-trompetilla
gigante… !Por suerte atajada a tiempo!
Aquello resultaba un tremendo castigo para tímpanos
vecinos de cualquier estadio, árbitros vestidos de luto y peloteros en general.
Los televidentes teníamos la ventaja de ver el juego en la pantalla chica y
apagar el audio. Claro, me perdía también los comentarios, pero ¿quién sabe más
que yo de beisbol en Cuba? ”
Con la iniciativa popular y el desarrollo de la artesanía “Art-Attack”
hemos convertido ahora nuestros estadios
de beisbol en originales carnavales de muñecones saurios, felinos o paquidermos
de todos los tamaños y colores realizados en cualquier soporte, para
beneplácito de la fanaticada.
Antes, para apreciar un tigre, o un león bramando de
verdad teníamos que ir al Zoológico. Hoy con esos simpáticos muñecones de la
selva urbana, el que ruge es el público en las gradas.
En cuanto a nuestros leones azules: Durante casi toda esta
temporada se mantuvieron calladitos, como agazapados y sumidos en tal slump
que parecían a punto de perder hasta la melena. Sin embargo llegando a la recta
final de fin de año, pudimos acercarnos sigilosamente a la cama, captarlos en
el mismo momento en que despertaban de su letargo y no pararon hasta situarse en el lugar que le
corresponde a cualquier Rey de la Selva que se respete.
Claro, estamos solo a mitad del camino, queda todavía
mucha tela por donde cortar y no podemos confiarnos. Recuerden lo que pasó en
el play-off del año pasado, cuando vimos
a las intrépidas naranjas villareñas venir de atrás y arrollar a todos esos
depredadores de la jungla dejándolos al campo.
Con el campeonato en el bolsillo, los discípulos de Ramón Moré
se ganaron el derecho a representar a Cuba en la Serie del Caribe del 2014.
Han pasados varios meses de estira y encoge entre los
organizadores del evento y las autoridades estadounidenses, ya que Puerto
Rico--miembro de la
Confederación de Beisbol Profesional de la Liga del Caribe--junto con el
resto de los equipos del área, apoyaban la reaparición de una novena cubana
después de 53 años ausente a causa del bloqueo yanqui.
Paradójicamente el Tío Sam no permitía que los “libérrimos”
peloteros de su Estado “Libre” Asociado compartieran bolas y strikes con los
nuestros, tal vez pensando en el contagio. A la larga han dado el visto bueno
con alguna que otra restricción. Así que el próximo día primero de febrero, el equipo de Villa Clara--campeón de la
pasada temporada en Cuba—por fin podrá verse frente a frente con sus hermanos portorriqueños,
pero también de Dominicana, Venezuela y México, equipo este con el cual
debutaremos ese día en suelo venezolano.
Lo que no saben nuestros contrarios es que, esos
dulcísimos cítricos del centro del país, campeones anaranjados del pasado año
irán reforzados como ellos; pero además--en esta ocasión-- serán naranjas dulces
pero cubiertas con piel de leopardo y de seguro, sus estruendosos rugidos se
oirán mucho más allá de la bellísima Isla Margarita...