El 28 de octubre de 1910 vino al mundo en la humilde barriada del Cerro, Eligio Sardiñas, quien fuera apodado Yiyi de niño y más tarde Kid Chocolate, nombre de guerra adoptado por la bata achocolatada con que subía al ring.
Su vida estuvo plagada de contradicciones: La revista “The Ring” certificaba su nacimiento el 8 de enero de 1907. Difícil creer que la enciclopedia del boxeo mundial se equivocara. Más que una falsedad, se trataba de una necesidad: Para combatir más de ocho rounds en Nueva York, había que tener al menos 21 años, y el negrito del Cerro sólo cumplía 18 en su debut. De por vida estuvo obligado a cargar esos tres años de “hándicap” impuestos por el profesionalismo.
No conoció otros juguetes que los pitenes beisboleros en los placeres del barrio o las jornadas de hándbol, donde logró gran habilidad en la cancha y no pocos reales en las apuestas. Pero hasta eso se le presentaba esporádicamente.
Para subsistir en aquel ambiente, todos tenían que aportar a la canasta familiar, y el pequeño Yiyi lo mismo ofrecía su servicio con su cajón de limpiabotas al hombro,
Precisamente, su debut en el pugilismo data del torneo organizado por el diario
Resulta imposible en tan breve espacio resumir, la larga cosecha de éxitos obtenidos por el Kid en su meteórica carrera. De él muchos cronistas han escrito. Yo me limitaré a conterles algunas de sus anécdotas dentro y fuera del ring:
Madison Square Garden, 30 de noviembre de 1928, Cocolate frente a Scalfaro, y apenas comenzado el combate un golpe de suerte tumba al Kid:
“Uno…dos…tres… y así hasta el ocho…”
Se levantó tambaleándose y a duras penas capeó el temporal.
Rounds más tarde en su propia esquina el pugilista cubano le pregunta a su manager Pincho Gutiérrez: ---¿Cuándo empieza la pelea?
Incrédulo y a la vez preocupado éste le anima a que continúe defendiéndose así, pues ya van por el séptimo y con cierta ventaja. Chocolate no podía creerlo, pero siguió sus instrucciones, y en definitiva la decisión fue tablas.
Mantuvo las dudas todo el tiempo hasta que Pincho le mostró un diario local, y solo al verse fotografiado en la lona, reconoció lo sucedido: --¡Me tumbó cará…me tumbó…!
De anécdotas como ésa esta lleno el diario del Kid.
Llegó a conquistar dos títulos mundiales en 1931.
Un año más tarde, frente a Lew Feldman, ganó de puro milagro. Veamos: Con 22 años se creía invencible y como no tenía canas que tirar al aire, tiraba todo lo demás y se tiraba a todas las demás. De lo ocurrido esa noche contaba:
“Subí tan flojo al encerado que a mitad de la pelea comencé a desinflarme como una gaita, las piernas no me respondían; y mientras Feldman embestía sin cesar, yo lo estrechaba entre mis brazos con tanta fuerza que el referí pasaba las de Caín para destrabarnos:--Juro que en aquellos abrazos le mostraba más afecto que a un primo, al que hace tiempo uno no ve”.
En medio de aquella agonía, le conecté un golpe al hígado que fulminó a Feldman, y mientras el referí le contaba yo rezaba: --Diosito, virgencita linda, que no se levante, mira que si se levanta el que se cae soy yo.
Su descenso fue igualmente vertiginoso. De
Y es que Chocolate era el reflejo vivo de su época: La grandeza de un campeón a la deriva de un sistema viciado. Gladiador invencible en el cuadrilátero y víctima de sus excesos juveniles fuera de él. El ídolo adorado por las multitudes y el ser humano vencido por las tentaciones.
A partir de septiembre de1937 que regresa a Cuba, no pelea más en los Estados Unidos, pero sigue derrotando boxeadores norteamericanos hasta el 18 de diciembre de 1938. Ese día colgó los guantes para siempre.
La comparsa de su querido Cerro, “El Alacran” siempre lo acompañó aquí en cada una de sus peleas. Los admiradores le pedían autógrafos, los niños le sonreían al pasar, y la prensa lo respetó en su desgracia. Nada que ver con el comportamiento oficial que durante años lo relegó al olvido.
El colofón se presentó apenas dos días antes de cumplir sus 40 años de edad. Avejentado por los excesos se refugia en el alcohol. Es acusado de embriaguez por las autoridades, y conducido a la estación de policía más cercana. Al no poder abonar los 100 pesos de fianza, lo remiten al vivac junto a delincuentes comunes. Aquel atleta que ganó millones y enriqueció a muchos zánganos que daban vueltas alrededor de su pastel, no tenía para pagar la miserable multa impuesta nada menos que por un régimen corrupto y dictatorial.
Pero el pueblo siguió admirándolo.
El 14 de agosto de 1974, es invitado a presidir el Primer Mundial de Boxeo Aficionado. Presencié en persona la prolongada ovación que inundó el coliseo de
Es cierto que despilfarró toda su riqueza en una juventud desenfrenada, pero no renegó de su patria, ni olvidó a su madre a quien le fabricó una casa sin lujos, pero con dignidad. Fue el único bien material que mantuvo Eligio Sardiñas hasta su fallecimiento a la edad de 77 años.
En cierta ocasión, durante una entrevista el periodista le pregunta, ¿Qué es el boxeo?, y la respuesta no se hizo esperar: --El boxeo soy yo--. Frase contundente que dio pie al título del libro homónimo escrito a dos manos por los colegas Elio Menéndez y Victor Joaquín Ortega.
Junto a la felicitación por tan valioso aporte, va mi agradecimiento al brindarme la posibilidad de reproducir del mismo, estos datos y anécdotas valiosas.
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