De Hernández Cárdenas, nada más que tengo buenos recuerdos. Lo admiré siempre por su calidad artística, por haber reflejado como nadie la vida del negro, --que es decir, el pobre en Cuba--, sin dejar de ser orgullosamente negro él mismo; pero además tuve el privilegio de ser su alumno a fines de la década de los años 50, en la Escuela Profesional de Periodismo, “Manuel Márquez Sterling”, donde obtuve el título de técnico medio en gráfica; pero sobre todo por el trato afable, casi paternal que lo caracterizaba con todos los que acudíamos a su aula. Por aquellos tiempos de afiebrada afición me presenté por primera vez –creo que en 1953-- en el Salón Nacional de Humorismo, con una caricatura costumbrista titulada “Coopere con el artista cubano”. Cuál fue mi desencanto al ver otra de mi profesor, con la que obtuvo apabullantemente el Primer Premio con ese mismo título aquel maestro del costumbrismo criollo. Un año antes Her-Car había repetido con otra obra antológica del género: “Negocio Chiquito”.
Nació el 28 de octubre de 1904, y el nombre con que fue bautizado en su natal Yaguaramas de Cienfuegos fue José Simón Cecilio Hernández Cárdenas. Pero debutó a los 19 años en el periódico “El País” firmando Juvenal sus caricaturas. Pronto colaboró en publicaciones como “Score” “Mediodía” “Avance” “Social” Bohemia” “Carteles”. En la medida en que cosechaba éxitos, así varió la firma y del primitivo Juvenal pasó al Hernández Cárdenas hasta llegar a su contracción definitiva con Her-Car.
Fue declarado hijo adoptivo de Cárdenas, no por su apellido, sino porque de niño, --y por breve tiempo-- su familia residió en esa ciudad antes de trasladarse a La Habana, donde echó raíces en el barrio Santa Amalia a orillas del Orengo.
Un artículo de Juan David, también caricaturista y cienfueguero, hace hincapié en el éxito obtenido por su coterráneo en el Salón de humoristas de 1925:
“El Salón de este año es flojo, digámoslo con amarga tristeza. Apenas se ha visto surgir un nombre que vaya a engrosar la amable caravana: Hernández Cárdenas es el único nuevo que va a quedar. Es un gran laborioso, inteligente, de fino ingenio y líneas audaces”.
Dicen y parece cierto que de joven practicó el boxeo, y que fue un gran bailarín haciendo una pareja espectacular con su esposa.
Tan es así que sus hijas Carmita y Margarita cuentan una anécdota que ejemplifica su carácter alegre, y su ingenioso sentido del humor, así como la agilidad mental que utilizaba a menudo, como cuando en 1928 presentó su primera exposición personal en la Asociación de Pintores y Escultores de Cuba, sita en el Paseo del Prado.
Tras la inauguración, que casi siempre es concurrida, los salones permanecieron desiertos, lo que entristecía al novel artista, a quien se le ocurrió una brillante idea.“Por aquel entonces ya triunfaba en París Josefine Baker con su personal atuendo de platanitos Muy cerca del local donde se exhibía la muestra, adquirió varias manos de la fruta tropical que después de despojarse de su camisa, se las sujetó a la cintura, y como experto bailarín que era, comenzó a ejecutar pasillos de moda en el citado paseo. Aquello comenzó a atraer público en torno al guapo bailarín negro que con astucia dirigió sus pasos hacia la sala de exhibición, la cual llenó no sólo en ese momento, sino también después, aunque ya sin hacer demostración de su gran aptitud para la danza..”
Un año más tarde Sergio Carbó, entonces director de “La Semana”le escribe a México:
“Insisto en el asunto de las costumbres que dominas maravillosamente, el de los boliteros por ejemplo. Evita la política. Hay que estar aquí y tomar el pulso sobre el terreno…”A su regreso a Cuba, en vez de acatar la advertencia, agudizó aún más sus sátiras contra el gobierno. A propósito, otro maestro del periodismo cultural, José Manuel Valdés Rodríguez, escribió acerca de una muestra suya en 1931:
“Hernández Cárdenas es un hombre y un artista de izquierda”.
Esa actitud suya contra la dictadura de Machado hizo que lo multaran y encarcelaran en 1933.
De nuevo acudo a sus devotas hijas para aclarar que, buena parte de sus originales se han ido perdiendo pues, realizados en soporte de papel, cartulina o cartón, han sufrido graves daños ocasionados por la humedad y otros factores. Lo que pudo salvarse ha pasado a los fondos del Museo del Humor de San Antonio de los Baños, y al Museo Municipal de Arroyo Naranjo.
Lamentablemente la conservación de la obra artística como patrimonio cultural sea el Enemigo Número Uno de su obra, --y la del resto que como él nos hemos dedicado a la noble tarea del humorismo gráfico--, pero en su caso resultó mucho peor, pues en la época que le tocó vivir, su militancia revolucionaria le ganó poderosos enemigos que no perdieron la oportunidad de destruir todo aquello que su punzante crítica los ridiculizara.
Nació el 28 de octubre de 1904, y el nombre con que fue bautizado en su natal Yaguaramas de Cienfuegos fue José Simón Cecilio Hernández Cárdenas. Pero debutó a los 19 años en el periódico “El País” firmando Juvenal sus caricaturas. Pronto colaboró en publicaciones como “Score” “Mediodía” “Avance” “Social” Bohemia” “Carteles”. En la medida en que cosechaba éxitos, así varió la firma y del primitivo Juvenal pasó al Hernández Cárdenas hasta llegar a su contracción definitiva con Her-Car.
Fue declarado hijo adoptivo de Cárdenas, no por su apellido, sino porque de niño, --y por breve tiempo-- su familia residió en esa ciudad antes de trasladarse a La Habana, donde echó raíces en el barrio Santa Amalia a orillas del Orengo.
Un artículo de Juan David, también caricaturista y cienfueguero, hace hincapié en el éxito obtenido por su coterráneo en el Salón de humoristas de 1925:
“El Salón de este año es flojo, digámoslo con amarga tristeza. Apenas se ha visto surgir un nombre que vaya a engrosar la amable caravana: Hernández Cárdenas es el único nuevo que va a quedar. Es un gran laborioso, inteligente, de fino ingenio y líneas audaces”.
Dicen y parece cierto que de joven practicó el boxeo, y que fue un gran bailarín haciendo una pareja espectacular con su esposa.
Tan es así que sus hijas Carmita y Margarita cuentan una anécdota que ejemplifica su carácter alegre, y su ingenioso sentido del humor, así como la agilidad mental que utilizaba a menudo, como cuando en 1928 presentó su primera exposición personal en la Asociación de Pintores y Escultores de Cuba, sita en el Paseo del Prado.
Tras la inauguración, que casi siempre es concurrida, los salones permanecieron desiertos, lo que entristecía al novel artista, a quien se le ocurrió una brillante idea.“Por aquel entonces ya triunfaba en París Josefine Baker con su personal atuendo de platanitos Muy cerca del local donde se exhibía la muestra, adquirió varias manos de la fruta tropical que después de despojarse de su camisa, se las sujetó a la cintura, y como experto bailarín que era, comenzó a ejecutar pasillos de moda en el citado paseo. Aquello comenzó a atraer público en torno al guapo bailarín negro que con astucia dirigió sus pasos hacia la sala de exhibición, la cual llenó no sólo en ese momento, sino también después, aunque ya sin hacer demostración de su gran aptitud para la danza..”
Un año más tarde Sergio Carbó, entonces director de “La Semana”le escribe a México:
“Insisto en el asunto de las costumbres que dominas maravillosamente, el de los boliteros por ejemplo. Evita la política. Hay que estar aquí y tomar el pulso sobre el terreno…”A su regreso a Cuba, en vez de acatar la advertencia, agudizó aún más sus sátiras contra el gobierno. A propósito, otro maestro del periodismo cultural, José Manuel Valdés Rodríguez, escribió acerca de una muestra suya en 1931:
“Hernández Cárdenas es un hombre y un artista de izquierda”.
Esa actitud suya contra la dictadura de Machado hizo que lo multaran y encarcelaran en 1933.
De nuevo acudo a sus devotas hijas para aclarar que, buena parte de sus originales se han ido perdiendo pues, realizados en soporte de papel, cartulina o cartón, han sufrido graves daños ocasionados por la humedad y otros factores. Lo que pudo salvarse ha pasado a los fondos del Museo del Humor de San Antonio de los Baños, y al Museo Municipal de Arroyo Naranjo.
Lamentablemente la conservación de la obra artística como patrimonio cultural sea el Enemigo Número Uno de su obra, --y la del resto que como él nos hemos dedicado a la noble tarea del humorismo gráfico--, pero en su caso resultó mucho peor, pues en la época que le tocó vivir, su militancia revolucionaria le ganó poderosos enemigos que no perdieron la oportunidad de destruir todo aquello que su punzante crítica los ridiculizara.
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