La
frase, tomada a la ligera por muchos pesados, no deja de ser totalmente
verídica. Con el humor se pueden abordar los temas más ligeros y los más
peliagudos siempre que se haga con maestría. El ser humano es único e
indivisible, pero según se individualiza va perdiendo humanidad. De ahí que surgiera
otra sentencia sobre el humorismo: --Que se ponga el sayo, solo a quien le sirva.
En
días pasados con motivo de celebrarse la gala del Premio Aquelarre 2012, el
Centro Promotor del Humor,--ése del platanito con cascabeles en la punta--decidió
reponer el éxito humorístico del año pasado, con la pieza teatral que da título
a este trabajo: “Reír es cosa muy seria”.
A
la hora del cañonazo del domingo 26, las puertas del ASTRAL se abrieron para
dar paso a la misma. Con ella se demostró una vez más el poder de convocatoria
del teatro desde los tiempos convulsos del bufo con los violentos enfrentamientos
entre gorriones y bijiritas; o más acá, durante el controversial
vernáculo del ALHAMBRA y no hablemos del teatro MARTÍ en su agónica
restauración, pues el querido e inolvidable Enrique Núñez Rodríguez aún espera
en su eterno descanso por escuchar las tres campanadas del estreno.
Aunque
los tiempos cambian junto con las personas, el hecho de traer a la actualidad
al “Galleguíbiri”, frente al “Pancontíbiri” es ya de por sí un reto; --si
se logra el éxito, bienvenido sea-- sobre todo cuando los intérpretes
principales son nada menos que Iván Camejo en el gallego y Kike Quiñones en el
negrito–-ambos con sobrada experiencia--y una Alina Molina, joven mulatísima
muy ajustada en la saya y el papel, subiéndole la parada a ambos.
Parodias
como la Mama Inés con café mezclado, y la promiscuidad entre la Cecilia
Valdés y María la O, en una desconocida Cecilia la O; más el
bautizo del ron—incluso en moneda convertible--dan fe de nuestras vivencias actuales;
aunque se parodien temas tan recordados como la Habana de los Zafiros,
para abordar las actuales vicisitudes de una Aduana, sólo interiorizadas
por quienes hayan tenido que pasar por ello.
Buena
parte del éxito de esta caricatura puesta en escena se debe a la
profesionalidad del Grupo Pagola la Paga y un sorpresivo acompañamiento de
músicos sinfónico-satíricos de la Orquesta del ICRT, bajo la batuta cascabelera
de un desconocido Rey Montesinos
En
el intermedio, la monumental escenografía de la Plaza de la Catedral, sirvió de
marco apropiado para que Osvaldo Doimeadios, recibiera de manos del Ministro de
Cultura Rafael Bernal el Premio Nacional de Humorismo Aquelarre 2012.
Las
fotos, tomadas por mi hija Elsie, --ese bastón de carne que últimamente me
acompaña en todas las actividades nocturnas— captan los momentos en que el
Doime levanta el lindo trofeo, mucho más bello que la costumbre de nuestros
cuadros por obsequiar esos cuadros honoríficos gigantescos, los cuales muchas
veces no tenemos espacio donde colgarlos. En mi caso, recibí en el pasado suficientes
como para empapelar el edificio multifamiliar donde vivimos y por suerte, --entonces
sin enmarcar--; de tal manera que he podido conservarlos debidamente enrollados
y guardaditos en el baúl de los recuerdos.
De
todas formas siempre es agradable recibir el reconocimiento de todo el pueblo.
Por eso, en la foto, brindo copa en mano por dos merecidos Premios Aquelarre
allí presentes: Alberto Luberta en el 2001 y Osvaldo Doimeadiós este año quien
ha sentado un valioso precedente, el cual echa por tierra el mal de ojo que siempre
acompañó sarcásticamente los llamados premios por toda la vida obtenidos cuando
ya se está al borde del sarcófago. Según me cuenta el propio Luberta, ese fue el único año en que
se otorgaron dos Premios Aquelarre: Uno a él y el otro póstumamente a Enrique
Núñez Rodríguez.
Este
año el Doime rompió el récord nacional y olímpico por ser el más joven en
obtener la medalla de oro del humor cuando los demás sueñan aún con el debut
aficionado. Más valioso aún cuando él no sólo nos hace reír, sino que puede
desdoblarse en el más dramático de todos los trágicos.
Seriamente,
doy gracias al Doime por su entrega total, a los organizadores del espectáculo en
nombre del humor criollo, y en el mío propio por hacerme pasar tan agradable
noche a carcajada limpia.