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14 jul 2012

JORNADA, POR TODO LO ALTO

Apenas silenciados los tambores del San Juan camagüeyano el pasado 27 de junio, el jolgorio de las tradiciones campesinas se apoderó del vecino territorio de Las Tunas con la celebración de la XLV Jornada Cucalambeana; un gigantesco guateque digno de recordar, pues hoy más que nunca reverdece el homenaje al bardo Juan Cristóbal Nápoles Fajardo “El Cucalambé”, lo cual coincide con los noventa del inspirador de dicha celebración, Jesús Orta Ruiz, EL indio Naborí, y los cincuenta de la salida al aire del programa más añejo de la Televisión Cubana “Palmas y Cañas”. 
Como si todas estas joyas de la antigüedad fueran pocas. Recientemente--hace apenas dos meses--el internacionalismo Cubadisco 2012 dedicado este año a la guitarra se declaró al repentismo cubano como patrimonio intangible de la nación.
Acudimos pues a una fiesta bien grande y tangible que salió del bucólico sitial de El  Cornito para extenderse como un tsunami de pueblo por calles, y plazas de la ciudad en un adelanto a las Olimpiadas de Londres con un maratón cultural de 44 actividades en solo cinco días.
Y como en la variedad está el gusto, ellas se repartieron entre peñas, coloquios, exposiciones, debates, audiovisuales, cabalgatas, concursos, ferias, espectáculos infantiles, bailables, canturías --y risas, muchas risas--, para finalizar con la gala en el gran guatecazo del Cornito donde a las doce de la noche de este primero de julio se recordó una vez más la llegada al mundo del bardo tunero.
Debemos aclarar que la página campesina nuestra fue bautizada “Dímelo Cantando” también por el propio Naborí desde sus primeras ediciones en el otoño de 1961, --es decir hermana mayor-- cinco años antes que la Cucalambeana.
El humorismo gráfico, también hermano gemelo de la décima desde las raíces mismas de nuestra idiosincracia, estuvo representado en esta semana tunera por exposiciones de los palanteros invitados, que comenzó con “El Cafetazo Especial” de Narciso y Blady en los abarrotados portales del Café Bohemio.
Al día siguiente la pareja de los Blanco (padre e hijo) dio pollona con la titulada “Doble Blanco” en la Casa de la Prensa, y con posterioridad, el trinitario Ramsés, reverdeció una vez más la caricatura desde el vestíbulo de Radio Venceremos con su propuesta “El que a buen árbol se arrima”. El meneo del trazo juguetón concluyó con una muestra colectiva, nada menos que en la acogedora heladería “Las Copas” La originalidad del evento vino en barquillo pues el brindis se hizo con una ensalada de fresa y chocolate.
Inolvidables resultaron estas actividades, matizadas por jocosas controversias entre artistas de gran pegada como Tomasita Quiala y Emiliano Sardiñas. Si la sangre no llegó al río fue gracias a que el Primo (Víctor Rojas) los separó, para que el Cabo Pantera (Angel Rémy) o Flores --el policía-caricaturista o viceversa--, no tuvieran que llevárselos presos.
También de lujo fue el soporte musical con grupos como el Quinteto Criollo, que nos hizo recordar a nuestros hermanos villareños Pedro Méndez y los colegas del MELAÍTO o a Chaflán, cuando éste último iba del chiste a la muela o viceversa, con solo quitarse o ponerse el sombrero. 
A propósito, los sombreros de yarey con que coronaron a los participantes, debemos quitárnoslos ante el esfuerzo, la voluntad y los éxitos alcanzados por los jóvenes anfitriones del “Balcón del Humor”,--grafi-sección fija del periódico local—encabezados por Antonio Medina Segura (Antoms) y su compañera María Sao Rodríguez (MdA). Quienes promocionan a un entusiasta grupo de artistas noveles con indiscutible calidad, entre los que se hallan futuros diamantes en bruto del pincel, pero aún alumnos de educación primaria.
Regresamos a la capital con los bultos repletos de recuerdos y entusiasmo en un Yutong refrigerado donde se improvisó la controversia humorística más larga del mundo--no en su dimensión temporal, sino espacial--pues se extendió por más de 400 kilómetros.


En ella participaron voluntariamente los trovadores Orestes Pérez, Arnaldo Figueredo, Víctor Rojas Hernández, y Tomasita Quiala, entre otros a quienes pedimos disculpas, pues sus respectivos nombres se nos escaparon por las ventanillas abiertas de nuestra senectud.

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