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3 oct 2008

PERRO QUE LADRA... MUERDE

COMO PROMETIMOS EN LA EDICIÓN ANTERIOR, OFRECEMOS NUEVAS REFLEXIONES SOBRE EL MEJOR AMIGO DEL HOMBRE..
.Recientemente, el periódico Granma publicó en la sección “Cuestión de Leyes” el artículo titulado “¿Quién le pone coto al ruido”, oportuna advertencia a los violadores del reglamento capitalino para el control de ruidos en las zonas residenciales’, incluyendo las sanciones en que pudieran incurrir.
Pero hay un aspecto que no aborda el artículo: ¿Cómo se puede multar a un perro? Porque en mi barrio los canes constituyen una plaga escandalosa que le quita el sueño a cualquiera, contagiosa porque cuando uno de ellos ladra, todos los demás a una legua a la redonda lo imita. Si algún vecino planifica una actividad nocturna con posibilidades de extensión, nos preparamos por aquello de que guerra avisada no mata soldado, pero con estos animalitos-sorpresa no hay cuartel.
No creo que cualquier tiempo pasado fuera mejor, pero he leído que cuando llegaron los conquistadores a Cuba hace más de quinientos años existían en nuestro archipiélago perros mudos. Desconozco la causa de su extinción, si producto de alguna plaga canina, o si por formar parte de la dieta proteica de los nuevos pobladores, lo cierto es que lamento la desaparición de la especie en la actualidad, por cierto más necesaria que nunca.
De todo ello dejé constancia en el pasado Salón Nacional de Humorismo“Humoranga 2008” con el dibujo costumbrista titulado “Concierto perruno Opus 3 AM:”, que ofrecemos a continuación:

Estoy consciente que muchos de sus admiradores no coincidirán conmigo, incluso pueden denunciarme a las sociedades caninas o protectoras de animales, pero los bestias no son ellos sino los dueños que los malcrían, o los mal educan. ¿No nos maravillamos de las hazañas que realizan en competencias o exhibiciones caninas de habilidades? Casi todos los niños tienen la tendencia a tocar a estos animales y ellos se dejan acariciar. ¿Cómo saben su edad? ¿Intuición, inteligencia?
En cuanto a mi, la única mascota que tuve en mi infancia fue la de catcher en el pitén del barrio, ya que mi madre rendía un culto enfermizo por la limpieza y esos dichosos cuadrúpedos hacían la gracia siempre en el momento y el lugar equivocado.
Me estoy refiriendo a los tiempos de fogón y chimenea, cuando la ceniza constituía un remedio infalible y nuestras aceras brillaban de limpias, tal vez por una Real Orden que existía desde los tiempos de la corneta por la cual cada vecino debía mantener ajeno de caca el frente de su casa so pena de sufrir una indeseable multa cuando a los pesos se les llamaba duros.
Nuestras mascotas actuales, no sólo producen en las calles y aceras graves cortaduras de vidrio francés en las suelas de los zapatos, sino que circulan libres de pecado y de bozales, aprovechándose de que en nuestro país no existe la discriminación racial. O sea que en nuestras calles lo mismo se te puede tirar al tobillo un diminuto chiguagua, que al cuello un temible Roffwiler, campeón olímpico de la dentellada y de las apuestas ilegales, entrenado para matar. Todo ello acompañado de ladridos que le erizan los pelos al más lampiño.´
Aprovecho para sugerir que junto a la venta en divisas de costosos celulares de importación, se fabriquen, aunque sea de manera artesanal, bozales de cuero o cualquier otro material resistente en moneda nacional, y sobre todo que sea de obligatorio uso porque da rabia que esto siga sucediéndole a la tranquilidad ciudadana.
Me considero dichoso porque de las numerosas veces que caminando por la acera me he adentrado distraído en el territorio marcado por sus cancerberos de una sola cabeza, éstos de un salto han tratado de marcar también en mis canillas sus colmillos blancos. La agilidad de mis piernas me ha librado siempre de su dentellada, pero no del susto.

En casi todos estos casos el perrito es inocente, pues la mala educación es privativa de los seres “humanos”, pero hay un aspecto en que el dueño no tiene nada que ver con el comportamiento de Mota y es cuando un amigo visita por primera vez la casa y la mascota, ágil y lujuriosamente se lanza sobre la pantorrilla del individuo para saciar sus apetitos sexuales ante el asombro del desconocido y la pena de su dueño.
Por todo ello y algunas cosillas más desde hace años tengo una acompañante llamada Elpídia que no ladra, ni tiene malas pulgas, come vorazmente todo lo que le eches y hace sus necesidades siempre dentro de su habitat, consistente en un simple tanque de agua, pero además de ello, mi jicotea se lleva todo lo malo.


1 comentario:

  1. Como siempre, estamos de acuerdo sobre la educación de los dueños de los perros y sus consecuencias. ¡Con lo finos y elegantes que son los gatos! Y muchísimo más limpios.

    Muy interesante tu artículo. Lo de los perros mudos no lo sabía ¿Es cierto?
    Besos.
    Charo de Lugo.

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