Entre los agapitos de Fin de Año
acabamos de celebrar el más sorpresivo, popular y alegre de todos los que yo
pudiera disfrutar a mis 83 años de edad: La Fiesta del Traje.
Me explico: Viudo, jubilado y
achacoso; durante el actual proceso de adaptación a una mudada con el propósito
de reunificación familiar, no me ha sido fácil ajustarme a pesar del excelente tratamiento recibido en
el nuevo hogar.
Algo vino en mi ayuda: La nueva
vivienda está situada a menos de cien metros del bullicioso Parque Santos Suárez, donde todas
las mañanas el jolgorio infantil de los alumnos de las escuelas cercanas se une a la brisa matinal y al
trino de las aves canoras. De noche, ausentes el jolgorio y el bullicio, pudiéramos
afirmar todo lo contrario.
Pero algo más singular captó mi
atención: De una de las áreas del parque
surgía a diario un rítmico sonido de claves que acompañaban el uno…dos…tres… de
los ejercicios practicados por una veintena de personas de la tercera edad. Era
el Círculo de Abuelos de la zona, compuesto totalmente por…¡ABUELAS!
Comentado el asunto con Elsie,
mi hija recién jubilada, llegamos a la conclusión de que ésa era una actividad muy
atractiva y beneficiosa, pero mi acomplejado machismo impedía sumarme a la
disciplina gimnástica, hasta que Elsie me convenció mediante un empujón verbal
con la complicidad del resto de las abuelitas, que abrieron sus brazos en la
fila para evitar que me escapara de la encerrona.
Llevamos ya unos cuantos meses
moviendo el esqueleto contra la oxidación
de articulaciones y neuronas
dormidas, cuando nos enterarnos de que el profe—como lo llamábamos todos--
tenía también una interesante historia y como a mí me gusta el chisme… ¡Allá va
eso!
Su nombre: José Delfín Morales
Semanat, de 59 años de edad, natural de Santiago de Cuba y radicado en La Habana aproximadamente
desde 1966.
Había jugado pelota en San
Antonio de los Baños, Graduado como profesor de Educación Física, Licenciado en
la misma especialidad y Master en Cultura Física Terapéutica, hizo su diplomado
como fisioterapeuta con muy buenos resultados al aplicar con eficacia un método
para niños con Síndrome de Down y
retraso mental, entre otras afecciones.
Lo curioso es que desarrolló dicha habilidad desde niño, como un juego
más en el entorno rural allá en su natal Santiago de Cuba, tratando de imitar
el cantar de las aves, el croar de las ranas, gruñidos, y otros sonidos del
bosque que lo motivaran.
Con el tiempo, la práctica permanente y su desarrollo profesional en
el deporte y la medicina, fue descubriendo que se obtenían magníficos
resultados terapéuticos aplicando estos sonidos al ritmo de los ejercicios en
bebitos con dificultades mentales y motoras.
Su método tuvo tanta repercusión en Cuba que fue seleccionad para
cumplir misión internacionalista en la hermana República Bolivariana de
Venezuela desde 2006 hasta el 2008, y sus resultados allí fueron también
exitosos.
Hoy el profesor Delfín se desempeña en el Complejo Deportivo “Victoria
de Girón” de Santos Suárez y atiende el Círculo de Abuelos “16 de abril” en el
parque del mismo nombre, donde comenzamos esta historia.
En las secuencias fotográficas anteriores podemos ver al profesor
Delfín en sus comienzos hace aproximadamente 25 años, cuando atendía niños
discapacitados… En la primera escena ejercita una pequeñita sobre una pelota de
goma, mientras realiza sonidos onomatopéyicos con la boca… En la segunda imagen
aparece tocando las claves y obligando
lúdicamente a la bebita a repetir el ejercicio… A la izquierda de las imágenes
siguientes lo vemos orientando los
ejercicios del Círculo de Abuelos en el parque al ritmo de las claves y en la
final, todos disfrutando de la
Fiesta del Traje en el hogar de una de las abuelitas,
mientras brindan por el Día del Educador.
Sean pues estas breves notas, mi modesto reconocimiento a quien día a día reparte a raudales salud, alegría y
bondad sin distinción de edad, sexo o
credo en su humanitaria misión, de la cual soy un beneficiario más.
Como cada uno de los ejercicios de cuello, cadera y extremidades debe
repetirse unas once veces, el profe aplica a
los “viejos” el mismo éxito obtenido con los “bebitos” y apoya el uno,
dos, tres, de sus órdenes con el rítmico
acompañamiento de un par de claves de madera y otra tercera gutural. Este
relajante método le permite concentrar la mente y el músculo de los ancianos
más impedidos y por tanto, los más necesitados de estar a la viva.
Una de esas chispeantes abuelitas—quizás la más achacosa de
todas--hace poco lo bautizó como “El profe de las tres claves” y un
aplauso colectivo selló el apodo, seguido de una carcajada unánime que repercutió en todo el
parque.
Precisamente al acercarnos al 22 de diciembre Día del Maestro, a otra
de esas “colmenitas de la tercera edad” se le ocurrió organizar un fetecún para
agasajar al querido profe de las tres claves y me vi participando en la Fiesta del Traje.
En cuanto a esta otra incógnita festiva del buen vestir pensé
que--aparte del profesor--yo era el único hombre en el grupo; por tanto no
sabía si ir de cuello y corbata o de guayabera, hasta que me aclararon que no
era necesario, pues solo se prohíbe llegar con las manos vacías… Debía
presentarme en el lugar indicado a la hora señalada y según el contenido saludar
al continente con estas palabras:
--Traje esto, traje lo otro, o lo de más allá…
Una vez más esas frágiles abuelitas me demostraban que más sabe el
diablo por viejo que por diablo. ¿Cuántas veces no habrán tenido que sufrir
aquellas manos vacías? Y lo peor, el cínico
--¡Y yo pongo la boca!
Concluyo estas notas recordando que en una de aquellas sesiones
matutinas, Delfín, nuestro profesor de educación física, terapeuta, imitador de
sonidos y poeta, me dedicó unas jocosas décimas.
Como “Honrar honra”
aquí van estas semblanzas hacia su
persona por medio del sitio web del gordo y el flaco de la serie “¡Ay,
vecino!” y su padre putativo, Francisco Pascasio Blanco Ávila. (a)
Blanquito. El cuarto de la fila, yendo de izquierda a derecha.
Tuve el priviliegio de conocer a Delfin. Es un ser humano de esos que guardan una mezcla de sabiduría, misterio y bondad. Vive como si el tiempo no pasara. No habla de la alegría, pues se ocupa de trasmitirla. No habla de la enfermedad sino de los caminos del estar bien, no cree que podría ser, él esta convencido de que todo aquello que Usted desee SERÁ. Hermosa semblanza de un ser humano que siempre es un privilegio conocer y recibir de él lo mejor que sabe hacer: sanar. Atte Carola Cabrera
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