Coincidiendo con las elecciones para diputados al Parlamento Europeo y el auge derechista como resultado de las mismas; -tema tratado en nuestra propuesta anterior--. Llegaron también del lado de allá del charco algunos cables esperanzadores.
Tengamos presente el fin de la historia anunciado por Fukuyama, ese “gurú” postmoderno al servicio del Imperio al desaparecer una de las dos superpotencias a finales del Siglo XX; recordemos la aplicación hegemónica de un neoliberalismo surgido del más rancio conservadurismo yanqui; hay que acordarse de las sentencias promotoras de un pensamiento unipolar, las guerras preventivas y otros milagros que anunciaban un nuevo milenio para la sociedad de bienestar general. Cuando el único posible era el de la General Motors.
El Dios Cronos se ha encargado de poner las cosas en su lugar en esta aldea global en que vivimos, y hoy sufrimos las consecuencias de las leyes ciegas del mercado, el derroche de los bienes materiales de todos por unos pocos nada idealistas, y otros muchos cataclismos, que solo tiene un nombre: avaricia, es decir: ambición, poder, codicia, usura, ruindad, egoísmo, etc., etc.
El resultado no podía ser otro: La crisis del sistema, que nos afecta a todos y como siempre: a los ricos le aprieta por el cinto y a los pobres por el cuello. En este preciso momento la venta de artículos suntuarios en la vieja Europa cayó al piso, y el libro, que alimenta el espíritu, pero no se come, también fue abajo.
Pues bien, resulta que “El Manifiesto Comunista” y “El Capital”, de Carlos Marx se han convertido en “best sellers” en toda Europa, incluyendo librerías de la parte oriental, donde perestroicos y gladnosteros del antiguo campo socialista, renegaron del Marxismo en momentos de euforia revanchista o revisionista, según desde donde se mirara.
La dialéctica en su profunda sabiduría indica que todo cambia, que cada fenómeno tiene su esencia, que cada continente tiene su contenido, que las apariencias engañan, y que en algún momento podemos equivocarnos; por lo tanto, rectificar es de sabios. Y lo ocurrido con el “boom” editorial de ese clásico alemán en la actualidad puede ser el primer indicio de que la balanza no se ha ido para un solo lado.
Además que la causa de la debacle en los sufragios europeos se deba al ausentismo originado por el desencanto; y si la gente dio el voto a la derecha, tal vez miraban hacia el lado opuesto; quizás se ha perdido la fe en la democracia representativa, pero no en otra más participativa.
En fin, dejo eso para politólogos, y tanques pensantes, que para eso les pagan. Yo me limitaré a presentarles a mis queridos vecinos, algo que en estos días descubrí en el baúl de los recuerdos causándome gran sorpresa:
Hace exactamente diez años, celebrábamos el Séptimo Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba, (UPEC), en medio de las más agudas penurias del llamado “período especial” y el tema central era nada menos que cómo nuestra maltrecha economía podría enfrentar el reto de desarrollar nuevos sistemas informáticos de punta en los medios, sin contar con capital, tecnología ni fuerza de trabajo calificada. Surgieron proposiciones, proyectos y sobre todo voluntad política.
Tengamos presente el fin de la historia anunciado por Fukuyama, ese “gurú” postmoderno al servicio del Imperio al desaparecer una de las dos superpotencias a finales del Siglo XX; recordemos la aplicación hegemónica de un neoliberalismo surgido del más rancio conservadurismo yanqui; hay que acordarse de las sentencias promotoras de un pensamiento unipolar, las guerras preventivas y otros milagros que anunciaban un nuevo milenio para la sociedad de bienestar general. Cuando el único posible era el de la General Motors.
El Dios Cronos se ha encargado de poner las cosas en su lugar en esta aldea global en que vivimos, y hoy sufrimos las consecuencias de las leyes ciegas del mercado, el derroche de los bienes materiales de todos por unos pocos nada idealistas, y otros muchos cataclismos, que solo tiene un nombre: avaricia, es decir: ambición, poder, codicia, usura, ruindad, egoísmo, etc., etc.
El resultado no podía ser otro: La crisis del sistema, que nos afecta a todos y como siempre: a los ricos le aprieta por el cinto y a los pobres por el cuello. En este preciso momento la venta de artículos suntuarios en la vieja Europa cayó al piso, y el libro, que alimenta el espíritu, pero no se come, también fue abajo.
Pues bien, resulta que “El Manifiesto Comunista” y “El Capital”, de Carlos Marx se han convertido en “best sellers” en toda Europa, incluyendo librerías de la parte oriental, donde perestroicos y gladnosteros del antiguo campo socialista, renegaron del Marxismo en momentos de euforia revanchista o revisionista, según desde donde se mirara.
La dialéctica en su profunda sabiduría indica que todo cambia, que cada fenómeno tiene su esencia, que cada continente tiene su contenido, que las apariencias engañan, y que en algún momento podemos equivocarnos; por lo tanto, rectificar es de sabios. Y lo ocurrido con el “boom” editorial de ese clásico alemán en la actualidad puede ser el primer indicio de que la balanza no se ha ido para un solo lado.
Además que la causa de la debacle en los sufragios europeos se deba al ausentismo originado por el desencanto; y si la gente dio el voto a la derecha, tal vez miraban hacia el lado opuesto; quizás se ha perdido la fe en la democracia representativa, pero no en otra más participativa.
En fin, dejo eso para politólogos, y tanques pensantes, que para eso les pagan. Yo me limitaré a presentarles a mis queridos vecinos, algo que en estos días descubrí en el baúl de los recuerdos causándome gran sorpresa:
Hace exactamente diez años, celebrábamos el Séptimo Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba, (UPEC), en medio de las más agudas penurias del llamado “período especial” y el tema central era nada menos que cómo nuestra maltrecha economía podría enfrentar el reto de desarrollar nuevos sistemas informáticos de punta en los medios, sin contar con capital, tecnología ni fuerza de trabajo calificada. Surgieron proposiciones, proyectos y sobre todo voluntad política.
Los caricaturistas allí presentes, como era costumbre, reflejamos estas inquietudes en la sede del congreso, por lo tanto, la caricatura que ahora les presento resulta totalmente inédita. Al verla de nuevo me hice la siguiente pregunta: ¿Habrá resucitado el “Gran Aguafiestas”?
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