Yo nací en La Habana de 1930. Cuando apenas cumplía los cuatro añitos, --ajeno aún a las aventuras de “Brick Bradford” y “Flash Gordon”, en las que prácticamente aprendí a leer--, un cubano construyó el primer robot que caminó el mundo. No lo digo yo. Así lo publicó la revista Bohemia de entonces, copia de cuyo trabajo muestro a continuación:
Como comprenderán, ni la edad, ni las actividades me permitían aquilatar la importancia del suceso. La primicia la obtuve a mediados de la década de los años 90, cuando Evaristo Arrinda de la Presa, (x) a la sazón Presidente de la Federación de Asociaciones Asturianas de Cuba, se me acerca para decirme:
--Oye Blanquito, tú que eres dibujante y te gustan tanto las curiosidades, te tengo una sorpresa: La historia de un colega tuyo llamado Ángel Surís Busto, que falleció en La Habana el 24 de abril de 1988 a los 90 años de edad.
Bien,--le respondi—dispara.
--Era un buen diseñador y con una imaginación desbordante, capaz de los más descabellados proyectos. Te lo cuento porque lo conocí personalmente debido a los lazos familiares que nos unían.
Con la misma, me entrega un sobre donde venían algunas cuartillas ya amarillentas por los efectos del tiempo. Eran fotocopias donde, además de la página de “Bohemia” presentada anteriormente, había retratos del autor, y caricaturas entre las que destaca una de José Martí realizada con elementos simples de diseño.
Para no extenderme en los antecedentes del caso, y ante la dificultad de no poder leer la copia de dicho artículo por la reducción natural para la Web, paso a digitalizarlo textualmente:
“Año 1934. Los vecinos del barrio habanero de Cayo Hueso corren alborotados… ¡UN ROBOT! ¿Y QUÉ COSA ES UN ROBOT?... Un muñeco de hierro que camina y habla. ¿Habla?... Entonces no es un muñeco… ¿Y fuma?... Eso es ya demasiado.
La casa del inventor Rafael Surí se vio abarrotada, dentro los amigos; fuera, ya trepados hasta en los balcones, cientos de curiosos.
El padre de la criatura:
--¿Es usted ingeniero?
--No.
--¿Mecánico?
--No.
--¿Experto en cuestiones de radio?
--No.
¿Entonces, qué es usted?
--Dibujante.
--¡Cómo!
--Sí, durante el día, lápices, plumas, papel de dibujo… Por las noches ruedas dentadas, piñones, palancas, planchas de metal, pilas eléctricas.
Surí sonríe, han pasado 46 años; hoy, en la tranquilidad de su casa, rodeado de sus cuadros, (es un magnífico pintor) recuerda:
El robot Macaz: Un acontecimiento.
¿Humano?... Camina, dobla, habla, fuma, y da la mano… llega pausadamente erguido.
Su composición, aluminio, hierro, bronce, plomo, cobre.
Su peso: 350 libras. Tiempo de confección: 7 años.
Surí nos dice: --Fueron largas noches, pruebas y más pruebas; el fracaso, el éxito a medias, el éxito definitivo.
Macaz se volvía actualidad. Se presentó en teatros y parques. Recorrió el país. Los niños y los viejos se disputaban estrechar su mecánica mano. La prensa “seria”, y la humorística lo hizo centro de sus comentarios, la sátira popular lo nombraba redentor de los problemas de aquella república:
“Con media docenas de cerebros como el de Macaz se acaba en Cuba el paludismo”. Diría Julito Díaz, actor del teatro Alhambra…”
Tenía un corazón mecánico.
--¿Quiere usted escuchar mi corazón?... tac, tac, tac, tic, tic, tic…
Pero el mecánico corazón dejó de funcionar, los empresarios se fueron olvidando, y Macaz, el primer robot que caminó el mundo durmió su sueño de metal entre otros inventos, al lado de óleos, dibujos, y la permanente sonrisa de su creador, que ya cuenta con 82 años y aún trabaja con su imaginación y sus manos, eternamente jóvenes, en fabricar alegrías.
Ahí termina su entrevista el periodista Armando López.
Sólo me resta agregar que la palabra robot surge de otro talentoso creador checo: Karel Capek (1890-1938), quien temeroso del desarrollo tecnológico en su época, lo llevó a escribir obras como “Apócrifos” o “La Guerra de las Salamandras” en las que satirizó la automatización deshumanizante y creó la palabreja ROBOT que se regó como la pólvora en toda la literatura, el cine, y los comics posteriores.
Como ven, nosotros también tuvimos nuestro MACAZ: Subdesarrollado, sí. Pero criollo como las palmas.
(x) Aquí capté al compañero Evaristo en su inseparable VW plateado, a mediados de la década del 90 del pasado siglo. Debo aclarar que la peletería “Arrinda” de propiedad familiar, era una de las más prestigiosas tiendas de la calle Neptuno, --centro neurálgico del comercio capitalino-- en una época en que se hizo famosa “La Esquina del Pecado”. Es decir: Galiano y Neptuno.
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