El Parque Lenin siempre fue una buena opción para la familia cubana. Lo
recuerdo cuarenta años atrás, con mis hijos pequeños cabalgando sobre los ponys
trotones por la improvisada pista, o montados en los aparatos del Parque
Infantil, disfrutando las competencias del Rodeo, o de los espectáculos en el
escenario flotante del anfiteatro natural, pero sobretodo; aquellas tardes
dominicales, sentados en la hierba para alegrarnos con las canciones de Teresita
Fernández o los cuentos de Francisco Garzón Céspedes en la “Peña Literaria de los Juglares”.
Ella había debutado una bola de años antes, acompañando a Bola
de Nieve en el “Monseigneur”, o proporcionando el debut escénico de aquel
joven “necio” cuando éste descubrió que “la era estaba
pariendo un corazón”.
Teresita como
Silvio--alegró y aún lo hace--a varias generaciones de cubanos y a públicos de
Nicaragua, México, Venezuela, Colombia, Brasil, y varias veces a España. De
ésta última dijo…”Sangre asturiana corre por mis venas”.
Una empatía surgió
entre nosotros: Yo tenía también fuertes lazos con--el terruño—como le decía mi
padre a su querida aldea a orillas del Navia.
Por todo ello y
mucho más, en varias ocasiones la hemos propuesto para recibir la Distinción
Jovellanos que otorga la Federación de Sociedades Asturianas de Cuba,
sin resultado hasta el presente. Galardón que—con muchos menos méritos yo
ostento orgulloso.
Pero si algo ha
distinguido toda su obra son sus rondas y canciones infantiles, de
las cuales ella misma confesara:
“..Le he cantado a casi todos los animales…La maestra que hay en mi
sólo quiere que los niños sean defensores de la naturaleza. (…) La razón de mis
canciones es como una especie de historia de mi propio viaje. No estoy en
contra del progreso ni de los adelantos, pero sí en contra de que el progreso y
los adelantos destruyan la naturaleza, porque ella es la madre que nos salva.
Los hombres pueden inventar cañones, edificios, computadoras, robots, pero ninguno
puede inventar una lagartija, ni ponerle luz a un cocuyo…” A lo cual yo añadiría reales, no virtuales.
Guitarra al hombro le cantó a Gabriela Mistral, maestra y humanista
como ella y le puso música a sus famosas veintiocho rondas latinoamericanas, incluyendo
aquella inolvidable Dame la mano y danzaremos.
Es que toda su obra poética y musical, está permeada de las propias
vivencias infantiles en su Escambray querido, al lado de su padre, tan pegado a
la tierra y a las fantasías como el más imaginativo de nuestros mitómanos.
No hay una sola canción suya desde aquel debut con Mi
gatico Vinagrito que no esté basada en vivencias personales.
Ejemplos tenemos en su Libélula, títere con el que entró
volando por el Canal 12 de la Televisión junto a los Camejo en la década de los
sesenta. Tin tin… la lluvia cayó, Barquito de papel, La
lagartija verde o Mi amiguita Dorotea, La chivita alegría o
El
conejito majadero, pero sobre todo-- inspirándose en Gabriela Mistral--la
infinita belleza que le encontró en una palangana vieja a Lo feo.
A continuación ofreceremos una síntesis de la versión que hiciera la
propia Teresita Fernández de su avinagrado héroe felino, a Alicia Elizundia. La
autora del libro-testimonio “Amiguitos vamos todos a cantar” para
la Editorial Capiro, Santa Clara, 2007. Y cito:
“…En diciembre de 1958, días
antes de la Batalla de Santa Clara, vine a ver a mis padres para pasar la
Navidad, y estando en la ciudad comenzó la balacera. (…) Supimos lo del
descarrilamiento del tren blindado que traía refuerzos del ejército batistiano.
(…) Nos evacuaron, y entre las pocas cosas que pude sacar estaba el gato. Lo
había recogido camino a la Universidad, flaco, sucio y lleno de pulgas, y era
tan feo que al llegar con él a casa, mi papá dijo. “Ponle Vinagre”. (…) Nos
llevaron para el colegio de Los Maristas y mientras pasábamos el bombardeo
tirados en el piso, me surgió la canción de “MI gatico Vinagrito”, porque del
colchón salió un ratón que le pasó por delante, y él ni lo miró, parece que por
miedo a los ametrallamientos. (…) Pero a este gato le sucedieron muchas cosas. El
mismo día que lo traje de vuelta a casa, después del ataque, lo bañé, porque
todo lo que no hizo durante la batalla me lo hizo encima. Lo puse al sol para
que se secara. En ese instante bajó un gato grandísimo del tejado y le dio una
entrada que lo dejó medio muerto. Después mi madre no quería el gato porque ya
había varios en la casa, incluso una parida, y para que no me lo botaran lo
metí en la gaveta del sofá-cama donde yo dormía. Cuando me fui a acostar se
partió un muelle y se le fracturó la columna al animal. Arrastraba la patica de
atrás, por eso es que la canción cuenta, que no sube al tejado, porque no sabe
subir. Antes decía: --Porque no puede—y lo cambié porque los niños me preguntaban:
--¿Por que si es un gato, no puede subir?--. Después la amarré hasta una
ruedita de un juguete plástico a la patica trasera y él se impulsaba con las de
adelante. Le pasaron tantas cosas, que merecía la canción…”
El libro testimonio cuenta con cincuenta canciones inspiradas por lo
general en esos animalitos tan queridos por Teresita Fernández y con
estas breves líneas, quiero dejar constancia de mi admiración y respeto en
vida, a quien--durante toda ella-- la ha
dedicado a cantarle al más puro amor, a los niños, a la vida, a lo hermoso y
hasta embellecer lo feo; así como agradecer al amigo Luis Toledo Sande--vecino
de Teresita en el edificio de Infanta y Manglar—quien me propiciara hace unas
semanas la oportunidad de visitarla y apretarle la mano en su lecho de enferma.
Fue un silencioso y devoto tributo a quien tanta alegría nos dio y sigue dando
con sus poemas y canciones.
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