Nacido
en Portland Oregón en 1887, y años más tarde graduado en Harvard, el joven
periodista John Reed abordó entre otros reportajes la huelga de los mineros de
Colorado y los textileros en Paterson. Más tarde trabajó para el “Metropolitan
Magazine” y cabalgó junto a los soldados de Pancho Villa durante la revolución
mexicana donde reunió el material idóneo para su libro “México Insurgente” editado
muchos años después. Por estas y otras
hazañas había ganado fama de rebelde y peligroso en su propia tierra.
Al
estallar la Primera Guerra Mundial en 1914 su inquieta personalidad lo llevó a
cubrir la contienda en Alemania, Francia, los Balcanes, Rusia y Turquía.
Aproximadamente
tres años después, los Estados Unidos se unieron a la contienda frente al
expansionismo teutón y con motivo de un artículo donde denunciaba los horrores
de la guerra fue acusado de traición en su propia tierra, pero sus contundentes
argumentos pudieron más que la campaña de desprestigio y fue absuelto por el
tribunal empañado en lágrimas.
Por
tanto no resulta ilógico que en ese mismo 1917 tomara de nuevo rumbo a Rusia
donde cubrió de manera insuperable la caída del imperio zarista de Nicolás II
en Petrogrado y el gobierno burgués que lo sustituyó, así como el movimiento
popular que tomó por asalto el Palacio de Invierno, las barricadas proletarias,
y el recibimiento al líder bolchevique Vladimir Ilich Lenin, para dar paso a la
primera Revolución Socialista de la historia.
De
regreso a Nueva York reunió todo ese material en un libro que tituló
“Diez días que estremecieron al mundo”. Increíblemente Reed
es acusado entonces de espionaje y escapa a la URSS, contrae el tifus en
Crimea, pero no abandona sus afanes revolucionarios y muere en Moscú víctima de
dicha enfermedad. Pero parece ligado por el destino al décimo mes del año pues
nacido un 22 de octubre, su obra cumbre es el testimonio sobre la Revolución de
Octubre del 1917 y muere de tifus en la capital soviética el 17 de octubre tres
años después.
Aquí
hago un corte para narrar la sorpresa que siendo un niño de primaria—en la
segunda mitad de la década del treinta en el siglo pasado—y adicto a las
historietas por la conquista del cosmos con héroes de papel como BRICK BRADFORD
y FLASH GORDON—Roldán el Temerario en su traducción al español--así como a las
novelas de anticipación creadas por el genio de Julio Verne; ese título me
llevó a pensar que se trataba de otra aventura más de ciencia-ficción.
Craso
error producto de la ingenuidad infantil. Dicha obra me abrió los ojos a una
realidad mucho más emocionante que cualquier fantasía espacial por sus consecuencias
tangibles y reales.
Mucho
ha cambiado el mundo desde entonces—a veces para bien, a veces para mal—lo
cierto es que, a 43 años exactos de aquella experiencia, la historia se
repitió.
LOS DIEZ DÍAS QUE ESTREMECIERON AL
MUNDO (Segunda Parte)
Fui
testigo excepcional de este nuevo terremoto y nada menos en mi estreno como
caricaturista-editorialista del periódico EL MUNDO durante su nacionalización
en la primavera de 1960. Este incidente coincidió con el criminal sabotaje en
la bahía de la Habana al buque “La Coubre” y sus numerosas
víctimas.
De
aquellos acontecimientos telúricos ocurridos en el primer decenio del siglo, no
tengo constancia visual, pero de esta segunda etapa hace 55 años, les ofrezco
varias copias de aquellas caricaturas donde se nota la mano del novato, pero también
el entusiasmo de un joven en desarrollo.
Observen
en la tercera de ellas, la ingenua interpretación gráfica del cónclave
costarricense con el Tío Sam tratando de romper el bloque latinoamericano, que
inmediatamente reprodujo el NEW YORK TIMES enviando a vuelta de correo un
cheque por 10 dólares, que de inmediato se endosó a la Campaña de Recaudación
de Fondos para la Defensa que presidía el Comandante Juan Almeida, tras aquel
criminal sabotaje del 3 de marzo en la bahía habanera. Estas viñetas
corresponden a los días entre el 10 y el 27 de agosto de 1960:
Y
me explico: En esos meses se agudizó la campaña de acoso contra nuestro país como
respuesta a la Ley de Reforma Agraria y otras similares a partir del triunfo
revolucionario de 1959. Todo ello trajo como consecuencia la intervención de
numerosas empresas norteamericanas o afines, como el propio diario EL MUNDO al
cual he hecho referencia.
Uno
de esos acontecimientos fue la Ley Puñal dictada por el gobierno de EE.UU. con
la cual se reducía en extremo la cuota azucarera cubana para estrangular nuestra
economía de monocultivo, así como la negación a refinar el petróleo soviético
por las corporaciones radicadas en el país (ESSO, TEXACO y SHELL) bajo el
pretexto de lo que ellos llamarían embargo. Observen al final de esta segunda
tira, la simbólica interpretación del cónclave de la OEA, como una expo-venta
donde el arte de la política imperial en nuestro continente se convierte en un
gran negocio para los lacayos. Y fueron publicadas los días: 25, 26 y 30 de
agosto del mismo año.
Por
tanto, el cerco regional a Cuba se materializó a partir de junio de ese año con
la reunión de la OEA en Costa Rica, dando lugar a la Primera Declaración de la
Habana donde nuestro Comandante en Jefe expuso la posición cubana al respecto. Es en este clima de confrontación que
se producen los diez días que de nuevo estremecerían al mundo. He aquí un
acercamiento a los sucesos:
El domingo 18 de septiembre de 1960 el líder de la Revolución arriba a Nueva York
al frente de la delegación cubana que participaría en el XV periodo de sesiones
de la Asamblea General de la ONU. El gobierno de Eisenhower--el mismo que nos
impusiera el fatídico bloqueo--adoptó un conjunto de medidas extremas como
situar a 500 policías y similar numero de agentes encubiertos quienes
recibieron en el aeropuerto a nuestros representantes para limitar el contacto
directo de nuestra delegación con el pueblo estadounidense, aunque en el último
piso del Empire State, ondeara una gigantesca tela de bienvenida a Fidel como respuesta a dichas
intimidaciones.
Lo
mismo ocurrió al llegar al hotel asignado, el Shelburne de 37 y Avenida
Lexington, donde se produjeron lamentables incidentes contra el público que
allí se congregó para dar la bienvenida a los cubanos. A la mañana siguiente la
gerencia del hotel le notifica a la delegación que debía abandonar el inmueble
de inmediato sin devolver los 5000 dólares que se habían depositado como
garantía de pago. El resto de los lujosos hoteles neoyorquinos imitaron estas
actitudes, lo cual fue expuesto con objetividad al entonces secretario de la
ONU, así como la firme posición nuestra de convertir los jardines de la ONU en
una nueva Sierra Maestra y acampar al descubierto si se nos obligaba a ello. Incidente
que aprovechó nuestro Comandante en Jefe para preguntar al danés Dag
Hammarskjold--entonces anfitrión de la cita--si no creía que había llegado el
momento de trasladar la sede de las Naciones Unidas para otro país.
Mientras
esto ocurría en la Gran Manzana, el pueblo de la capital, indignado por estos
acontecimientos se reunió frente al palacio Presidencial para escuchar las
palabras del comandante Raúl Castro –devenido Primer Ministro por ausencia de
Fidel—portando cartelones donde se leía “Con hotel y sin hotel, tendrán que oír a
Fidel”.
Y
como si lo estuvieran viendo, la comunidad negra de Nueva York, coincidió con
el llamado y proporcionó la invitación para alojar a la delegación en el hotel
Theresa de Harlem, con la condición de las garantías correspondientes por parte
del gobierno norteamericano. Un curioso hecho envolvió estas negociaciones y
fue la personal intervención del líder afroamericano por los derechos humanos,
Malcolm X en las mismas.
Así,
de provocación en provocación transcurrió aquella semana, lo que culminó varios días después con la presencia de Fidel
en el foro mundialista y su lapidaria frase aún vigente de… “Cese
la filosofía del despojo y cesará la filosofía de la guerra”.
Pero
ahí no terminaron esos diez días que estremecieron al mundo por segunda vez en
la historia; pues al regreso de nuestra delegación el 28 de septiembre de 1960
y en el mismo escenario donde los capitalinos protestaron por el tratamiento
que se nos diera en la sede mundial de la ONU, el propio Fidel, ante la
intencionada provocación de algunos carcamales que creyeron estar aún en
tiempos de la trompetilla y el choteo neocolonial, hicieron estallar varios petardos
con el fin de amedrentarnos, resultando todo lo contrario, pues como respuesta
el Comandante en Jefe propuso la creación de un sistema de vigilancia colectiva
manzana por manzana, aprobándose por aclamación: Los Comités de Defensa de la
Revolución, convertidos de inmediato por voluntad popular en la organización de
masas más grande de nuestro país.
Por su extensión hemos dejado para una nueva emisión la tercera parte de este estremecedor material que incluirá la visita del Papa Francisco a Cuba y los Estados Unidos: Especie de terremoto social y ético fuerza 10 en la escala Richter y la intensidad de sus réplicas universales seguirán sintiéndose mientras no se cumplan las metas del milenio pactadas para el 2030 en esta Asamblea General de la ONU celebrada con motivo de su 70º. Aniversario.
Por su extensión hemos dejado para una nueva emisión la tercera parte de este estremecedor material que incluirá la visita del Papa Francisco a Cuba y los Estados Unidos: Especie de terremoto social y ético fuerza 10 en la escala Richter y la intensidad de sus réplicas universales seguirán sintiéndose mientras no se cumplan las metas del milenio pactadas para el 2030 en esta Asamblea General de la ONU celebrada con motivo de su 70º. Aniversario.
Por
tanto allá nos vemos…..
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