Con el arribo a nuestro país el
pasado día 19 del Papa Francisco en un periplo que contemplaría misas benditas,
discursos y encuentros oficiales e informales en La Habana, Holguín y Santiago
de Cuba, así como en tres ciudades estadounidenses: Washington, Nueva York y
Filadelfia, se iniciaban otros diez estremecedores días que posiblemente sean
definitorios para el futuro de la humanidad.
En realidad, desde que Jorge Mario
Bergoglio—el Papa Francisco—puso sus evangélicos pies en la loza del Aeropuerto
Internacional “José Martí” de La Habana, ese sábado de septiembre hasta su
regreso el 27 al Vaticano desde Nueva York, solo transcurrieron ocho días. Sin
embargo, estos pueden considerarse mucho más estremecedores que las otras dos
decenas de 1917 y 1960 descritas anteriormente, pues en estos días de octubre
todavía se sienten sus universales repercusiones.
La cobertura informativa de estos
acontecimientos adquirió tal magnitud que todo lo que pudiéramos agregar
nosotros ahora resultaría insuficiente, por tanto nos limitaremos a reproducir
textualmente algunas de sus acertadas palabras, debido a la carismática
personalidad de este Papa que se considera un simple hijo de emigrantes
piamonteses, latinoamericano de pura cepa y ciudadano del mundo.
Pero su vocación no debía
sorprendernos porque el propio 13 de marzo del 2013, cuando el cardenal Jorge
Mario Bergoglio fuera electo para suceder a Benedicto XVI al frente de la Santa
Iglesia Católica y tras su anunciado “Habemus Papam” en latín, decide
adoptar el nombre pontifical de Papa Francisco debido a su devoción por San
Francisco de Asís, el santo fundador de la Orden Franciscana, él mismo lo
justificaba así: “…Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre
que ama y custodia la Creación...”
Antes de llegar a nuestro país, en
la propia nave de Alitalia donde se trasladaban a La Habana, confiesa a los
periodistas acompañantes, que se había emocionado cuando al traspasar la Puerta
Santa lo despedía una de las familias acogidas en el Vaticano: “…Sirios
refugiados… Se veía en ellos el rostro del dolor… Agradezco todo aquello que
hagan ustedes durante su trabajo para tender
puentes…Pequeños puentes, pero un pequeño puente, otro, otro, y otro, hacen el
gran puente de la paz…”
Es conocido que en este periplo y
los anteriores, el Papa Francisco no ha querido utilizar el Papamóvil blindado;
todo lo contrario, quiere que sus guardianes carguen y le acerquen los niños
para besarlos y santiguarlos o bajarse del vehículo para bendecir a ese lisiado
en silla de ruedas que implora su gracia, pero no solo eso: Una destacada
periodista preocupada por el extremismo y la intolerancia vigente en algunos
sectores de la sociedad norteamericana, incluso por su seguridad le preguntó en
el avión si al menos iba a llevar un chaleco antibalas, y recibió del aludido
la siguiente andanada: “….¡Estás loca! ¿Quieres que me echen? Si yo
voy a visitar a una familia que quiero ver, ¿Voy a ir en una caja de vidrio? ¡No!
¡Yo quiero ir a abrazar!…”
En la ceremonia de bienvenida
celebrada en la pista del propio Aeropuerto Internacional “José Martí” en La
Habana, nos sorprende su atinada definición de nuestro territorio con estas palabras:
“…Geográficamente
Cuba es un archipiélago que mira hacia todos los caminos, con un valor
extraordinario como llave entre el Norte y el Sur, entre el Este y el Oeste. Su
vocación natural es ser punto de encuentro para que todos los pueblos del mundo
se reúnan en amistad: --Por sobre la lengua de los istmos y la
barrera de los mares-- como soñó José Martí…”
En todo el recorrido por las
provincias de La Habana, Holguín y Santiago de Cuba, el Papa Francisco dejó su
impronta, matizada por profundas convicciones de amor al prójimo, de
misericordia y bondad, pero también de simpatía y buen sentido del humor.
Su visita a Cuba coincidió con el
80º. Aniversario del establecimiento de Relaciones entre Cuba y el Vaticano,
pero también en la inauguración del Año Jubilar Mariano con motivo de los 100
años de la proclamación de la Virgen de la Caridad como Patrona de Cuba a
petición de los mambises en nombre de todo nuestro pueblo. En su visita a la
Basílica Menor del Santuario de la Caridad del Cobre, en Santiago de Cuba, una
copia del histórico documento le fue entregada por dos niños al Papa Francisco,
quien en esta visita se considera: “…Un peregrino más, como un hijo que está
deseoso de llegar a la casa de la madre… La Patria cubana nació y creció al
calor de la devoción de la Virgen de la Caridad. Ella ha dado una forma propia y especial al alma cubana, suscitando
los mejores ideales de amor a Dios, a la familia y a la patria en el corazón de
los cubanos…”
Poco antes de partir para los
Estados Unidos se dirigió a los santiagueros y santiagueras en el Parque
Céspedes para recordarles que: “…Los abuelos son nuestra memoria viva. Los
niños y los jóvenes son la fuerza de un pueblo. El pueblo que cuida a sus
abuelos y que cuida a sus niños y a sus jóvenes, tiene el triunfo asegurado…”
Durante el vuelo entre Santiago de
Cuba y Washington fue de nuevo interrogado por la prensa acreditada si hablaría
en Estados Unidos sobre el bloqueo impuesto
por más de sesenta años a Cuba, a lo que respondió: “…El fin del bloqueo es parte de
las negociaciones… Los dos presidentes han hablado, espero que lleguen a un
acuerdo que satisfaga a ambas partes… No hablaré específicamente sobre este
tema, sino en general sobre los acuerdos como un signo de progreso en la
convivencia…”
A su llegada el propio miércoles 22
de septiembre, 15,000 invitados colmaron los jardines de la Casa Blanca, y acompañado
por el propio presidente Barack Obama, abogó por combatir el sistema
discriminatorio de millones de personas, y en su lugar construir una sociedad
justa y tolerante, lo que implica “…Un reconocimiento serio y responsable no
solo del mundo que estamos dejando a
nuestros hijos, sino a los millones de personas que viven bajo un sistema que
les ha excluído…” A continuación se refiere a su famosa encíclica
Laudato Sí (Alabao Sea) que apela a la conservación del medio ambiente con
estas palabras: “…La humanidad todavía puede trabajar de forma conjunta para construir
nuestra casa común…”
En el Congreso de los Estados Unidos,
abogó por el cuidado y conservación de los recursos naturales, pero también por
la abolición mundial de la pena de muerte—vigente aún en Estados Unidos—. Sobre
este aspecto señaló: ”...Un castigo justo y necesario nunca debe excluir la posibilidad de la
esperanza y el objetivo de la rehabilitación..”. A la salida del
Capitolio se dirigió al centro caritativo de la Parroquia de St. Patrick, donde
sostuvo un encuentro con los llamados –homeless—Sin Techo, antes de partir al
día siguiente para New York.
Otro encuentro impostergable fue al
lugar donde manos terroristas destruyeron las Torres Gemelas del World Trade
Center el 19 de septiembre de 2001, rezando por sus víctimas, pero lo más
significativo de esta visita a la “Gran Manzana” fue sin lugar a dudas su
participación en la Asamblea General de las Naciones Unidas, coincidiendo con
el 70º. Aniversario de su creación tras la Segunda Guerra Mundial.
En su discurso reconoció los logros
alcanzados, imposible de materializarse sin la participación de la ONU en estos
años, pero gestión que también arrastra imperfecciones como… “Un
afán egoísta e ilimitado de poder y de bienestar material que lleva tanto a abusar
de los recursos disponibles como a excluir a los débiles y con menos habilidades…” Mencionó el problema del narcotráfico
con estas palabras: “…Es otro tipo de conflictividad no siempre explicitada pero que
silenciosamente viene cobrando la muerte de millones de personas. Una guerra
asumida y pobremente combatida que va acompañada por la trata de personas, del
lavado de activos, del tráfico de armas, de la explotación infantil y de otras
formas de corrupción…”
En fin el viejo dilema entre la
guerra y la paz.
Para finalizar como siempre con un
toque de originalidad y fino humor, el Papa hace alusión al clásico de la
literatura argentina Martín Fierro cuando canta:
“… Los hermanos sean unidos
porque esa es la ley primera.
Tengan unión verdadera
en cualquier tiempo que sea
porque si entre ellos pelean,
los devorarán los de afuera…”
Y con esta deliciosa cita doy por
terminado un limitado recuento de estos diez días que estremecieron el mundo al
paso del Papa Francisco por Cuba y los Estados Unidos, con la filosofía del
diálogo como eficaz panacea al recurso de la violencia y la intolerancia
extrema. Pero sobre todo, esa inolvidable estela de amor, solidaridad y
misericordia que ha dejado en nuestras tierras su impronta, pues mientras esto
ocurría en su presencia, simultáneamente el gobierno de Colombia y las
FARC-EP firmaban en Cuba--tal vez definitivamente--un
acuerdo de paz; el diferendo marítimo heredado de una guerra fratricida entre
Bolivia y Chile daba un paso de avance en el Tribunal de la Haya con vista una
posible salida negociada al conflicto y los Presidentes Maduro y Santos se
daban las manos en Quito para, de conjunto sanear las relaciones fronterizas
provocadas por el paramilitarismo, el contrabando y el narcotráfico.
Pero tengo una duda: ¿Qué pasará en
la Asamblea General de las Naciones
Unidas el próximo 27 de octubre cuando Cuba presente una vez más su Resolución
de condena al bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos
contra nuestro país.
Como desconozco el resultado de la
próxima votación en la ONU ilustro este trabajo con las caricaturas que realicé
alrededor del tema en los años 2009 y 2013 respectivamente.
Por más de veinte años la votación
nos ha dado la razón y nada menos que con una diferencia aproximada de 188 a
favor contra dos votos negativos e igual número de abstenciones. ¿Se inhibirá el
Tío Sam y su sobrinito sionista, o votarán esta vez a favor?... Pero… ¿qué
ocurrirá con esas indecisas islitas de los Mares del Sur? ¿Le harán esta vez
honor al océano que las sustenta?
Independientemente de lo que allí ocurra,
sólo me falta pedirles de todo corazón a mis fieles vecinos que…RECEN POR ÉL.
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