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11 mar 2019

A 70 AÑOS DE UN NUEVO SI POR CUBA


Ya comienzan en la ciudad de La Habana--una de las Siete Ciudades Maravillas del Mundo Moderno y capital de todos los cubanos--los festejos para celebrar sus cinco siglos de existencia, el próximo 19 de noviembre.
Sin embargo, si la memoria no me falla, el 17 de marzo de 1949--hace exactamente 70 años--ocurrió un bochornoso acto que pasó a la historia como una señal más de impotencia burguesa ante la arrogancia del imperio yanqui en nuestro país.
En una primaveral noche habanera, un grupo de marines yanquis surtos en el puerto, y tal vez drogados o víctimas del codiciado ron cubano, provocaron un grave incidente en el Parque Central de la capital al trepar al monumento del apóstol José Martí. Uno de ellos--bajo los efectos del alcohol, la mariguana o la prepotencia—trepó hasta sentarse sobre sus hombros y descargó la vejiga ante el jolgorio etílico de sus compañeros. Acto que fue fuera graficado por un fotógrafo local.
De inmediato fueron rodeados por un grupo de sorprendidos transeúntes, logrando escapar milagrosamente de la indignación popular.
Para comprenderlo tendríamos que remontarnos a las condiciones existentes en nuestro país por esa época: Según el erudito Raúl Roa, la Revolución Antimachadista del 33, “se había ido a bolina” y una representación de aquellos Partidos Revolucionarios autoproclamados (Auténticos) llegaron al poder por primera vez en las elecciones de 1944 frente al oficialista Saladrigas, con el éxito del Dr. Ramón Grau San Martín que bajo la melosa consigna de “La cubanidad es amor” accedió por amplia mayoría de votos a la presidencia de la República.
A partir de ese multitudinario triunfo surgieron contradicciones internas que dieron al traste con las aspiraciones populares, sobre todo minando el movimiento obrero como institución de masas, y situando en su lugar una claque mafiosa conocida como “mujalismo” y plegable a los nuevos mandatarios de turno y sus viejos amos del Imperio.

En realidad eran politicastros corruptos que se iban adueñando de las riquezas de nuestro país, traicionando sus propios orígenes patrióticos.
Los ocho años transcurridos tras las elecciones de 1944, marcaron un retroceso en la tranquilidad ciudadana, con bandas mafiosas, chantajes de todo tipo, pero también el auge inversionista de millonarias mafias norteamericanas al frente de los grandes casinos de juego, hoteles de lujo, drogas y prostitución de todo tipo, marcados por el auge de las pandillas armadas y el cola de pato rodante. En medio de tanta desfachatez, es que surgen incidentes como el abordado en el Parque Central de la capital a comienzo de este trabajo.
Sin embargo--de sus propias fila auténticas-- surgieron otros cubanos más ortodoxos esgrimiendo la escoba redentora para limpiar el país de impurezas con la consigna de “Vergüenza contra dinero”. 
Lamentablemente la putrefacción política —ya contaminada hasta los tuétanos-- había avanzado tanto que el propio Eduardo Chibás fue víctima de la conjura estatal. Su mortal aldabonazo frente a los micrófonos redentores de la CMQ marco la juvenil ruptura ortodoxa con su contaminada dirigencia y por tanto se veía imposibilitada de lograr los necesarios y profundos cambios, dando paso a un enemigo aún más peligroso, que acechaba en las sombras de los cuarteles.
Aquel golpe de estado militar del 10 de marzo de 1952, rebozó la copa de tanta desvergüenza y a partir de entonces no habría marcha atrás. De las propias filas ortodoxas un año más tarde respondieron los jóvenes de la Generación del Centenario, que con su sangre redentora echaron a andar el pequeño motor insurreccional del 26 de Julio de 1953 en el Cuartel Moncada y el Carlos Manuel de Céspedes en la región oriental, con tal energía que en solo 5 años, 5 meses y 5 días, echó definitivamente del poder en todo el archipiélago al golpismo y su oligarquía corrupta.
Por tanto no resulta novedoso que al frente de ese heroico acontecimiento liberador estuviera el mismo joven llamado Fidel que cuatro años atrás había denunciado ante las autoridades competentes la afrenta realizada en el Parque Central de La Habana por aquel desvergonzado grupúsculo de marines prepotentes.
Éste es solo un anticipo de lo que les vendría después con el ataque a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, con la indomables barbas guerrilleras de la Sierra Maestra, y la Batalla de Santa Clara, como un anticipo de lo que les vendría encima a partir del primero de enero de 1959.
Por tanto, no debe sorprenderse nadie de que, “a setenta años de aquella afrenta a nuestro Apóstol en el Parque Central y sesenta de una triunfal Revolución Socialista”, el invicto pueblo cubano refrendara su nueva Carta Magna con otro contunde SI POR CUBA.

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