La magra familia Rico en Consolación del Sur, era el reverso de su apellido, teniendo que consolarse con ser más pobre que un forro de catre.
Quiso el destino que la llegada de su primer vejigo coincidiera con la presencia en Cuba del cantante español, Pedrito Rico, quien pegó de inmediato con su versión de "La Campanera" y "Dos Cruces".
La fe cristiana y el éxito del famoso artista los llevó a bautizar a su primogénito como Pedro de la Esperanza Rico, pero para todos en el poblado sería para siempre Pedrito Rico.
El chico creció, jugó y estudió hasta donde pudo, dadas las precarias condiciones de su núcleo familiar. Y se graduó en la Universidad de la Calle, más por la astucia que por la fuerza o el apego al trabajo.
Los tiempos cambiaron, la familia Rico envejeció más pobre que nunca y el destino llevó al joven a buscar nuevos rumbos en otras latitudes. Es así que vemos a Pedrito formando parte de la diáspora de los 80, con rumbo norte por el Mariel.
No hablaba ni potatoes en inglés, pero era experto en dar muela, y había aprendido a defenderse hasta con los dientes en cualquier idioma o circunstancia.
Lavó platos en un fast food, limpió pisos en un Supermarket, hizo juegos malabares como tarugo de un circo. Se adaptó al medio y lo estudió a fondo. Descubrió que no había un solo Miami. Estaban Miamis en los cuatro puntos cardinales del mapa de la Florida: South Miami, North Miami, East Miami, West Miami, Miami Beach, Miami Dade, Miami Shore, y en cada uno de ellos se vivía de diferente manera. No era lo mismo el Down Town que las reservaciones indígenas Miccoshukki en los Everglades donde el cocodrilo estaba sato.
En un inicio pensó que todo el mundo o casi todos eran cubanos porque hablaban español, y los políticos bilingües eran los que más votos obtenían en los comicios. Falso, si agudizabas el oído notabas enseguida el deje mexicano, argentino, colombiano y hasta barrios de brasileños, o rusos crecían por doquier. La mayoría de estas zonas residenciales, al revés de la empinada Nueva York, extendían sus tentáculos horizontalmente.
Para hacer más atractivas esas nuevas áreas se aprovechaban las condiciones naturales del ecosistema y en cada condominio crecían artificiales áreas verdes, frondosos parques, y estanques o lagos de variados tamaños, para solaz y esparcimiento de colonias patunas que en venganza se reproducían en forma incontrolable. Era una avifauna emigrante tan variada como la propia población indocumentada de la nación.
De origen campesino, nuestro protagonista pronto descubrió que no solo cohabitaban con el autóctono pato de la Florida, otros exóticos que venían huyendo del clima más crudo del resto de la Unión, formando un Patolandia capaz de competir en tamaño con el cercano Disneylandia de Orlando, aunque menos taquillero.
A veces los dueños de los bungalows y condominios se quejaban de esa superpoblación patuna, pues lo que en principio resultaba un atractivo para rentar el inmueble, a la larga se revertía económicamente ya que debía contratarse un ejército de mozos de limpieza para eliminar las excrecencias que como huellas indelebles dejaban los palmípedos en corredores, jardines, parqueos y otras áreas comunes de su propiedad.
Fue entonces que al imaginativo Pedrito Rico se le ocurrió crear una empresa de una sola persona y un solo vehículo. Un Van de uso con suficiente capacidad para eliminar de un plumazo la caca de los plumíferos sin necesidad de tocarla. Se basaba en el dicho popular: “Muerto el perro se acabó la rabia”. En este caso: “Recogido el pato se acabó la caca”
La actividad consistía en ofrecer la recogida a domicilio de patos indeseables en forma rápida, silenciosa y sin que los inquilinos se enteraran. La actividad debía realizarse de noche, por tanto la operación costaba el doble.
Cuando el o los propietarios del inmueble caían en el jamo ese mismo día Pedrito amparado en las sombras de la noche repartía por todo el entorno abundantes rodajas de pan embadurnadas del más peleón y barato de todos los rones y según iban cayendo los borrachines, él mismo los iba tirando dentro de la camioneta.
Una vez terminada la operación limpieza, nuestro héroe se marchaba tan campante al timón de su vehículo, mientas en el interior de la caseta su pesada carga dormía plácidamente la mona. Al día siguiente, el cliente pagaba con esplendidez faena tan rápida y eficiente. Pero ahí no termina la cosa.
En la soledad de la madrugada, al timón de la camioneta, mientras se desplazaba por los speedways de la ciudad y con tanto borrachín a bordo se preguntaba:
‘’Bien,Y ahora¨…¿qué hago con toda esta gente?
La chispa se le encendió de nuevo y se dirigió a otro condominio similar, pero en el lado opuesto de la ciudad, donde soltó la carga pesada. Al concluir la operación se retiró a dormir poco antes de despuntar el alba.
Cuando despertaron en tierras ajenas, ya sin nota, los patos viajeros se encontraron en tierras extrañas y no les quedó más remedio que incorporarse a la población avícola allí asentada, para sorpresa de los inquilinos que descubrían con asombro la explosión demográfica más fantástica del mundo mientras dormían.
De esta forma surgían nuevos clientes, y el negocio de Pedrito Rico prosperó tanto que a partir de entonces lo bautizaron como Rico Mac Pato, cuando en realidad su trabajo consistía solo en pasear patos borrachos de un lugar a otro por toda la ciudad.
Quiso el destino que la llegada de su primer vejigo coincidiera con la presencia en Cuba del cantante español, Pedrito Rico, quien pegó de inmediato con su versión de "La Campanera" y "Dos Cruces".
La fe cristiana y el éxito del famoso artista los llevó a bautizar a su primogénito como Pedro de la Esperanza Rico, pero para todos en el poblado sería para siempre Pedrito Rico.
El chico creció, jugó y estudió hasta donde pudo, dadas las precarias condiciones de su núcleo familiar. Y se graduó en la Universidad de la Calle, más por la astucia que por la fuerza o el apego al trabajo.
Los tiempos cambiaron, la familia Rico envejeció más pobre que nunca y el destino llevó al joven a buscar nuevos rumbos en otras latitudes. Es así que vemos a Pedrito formando parte de la diáspora de los 80, con rumbo norte por el Mariel.
No hablaba ni potatoes en inglés, pero era experto en dar muela, y había aprendido a defenderse hasta con los dientes en cualquier idioma o circunstancia.
Lavó platos en un fast food, limpió pisos en un Supermarket, hizo juegos malabares como tarugo de un circo. Se adaptó al medio y lo estudió a fondo. Descubrió que no había un solo Miami. Estaban Miamis en los cuatro puntos cardinales del mapa de la Florida: South Miami, North Miami, East Miami, West Miami, Miami Beach, Miami Dade, Miami Shore, y en cada uno de ellos se vivía de diferente manera. No era lo mismo el Down Town que las reservaciones indígenas Miccoshukki en los Everglades donde el cocodrilo estaba sato.
En un inicio pensó que todo el mundo o casi todos eran cubanos porque hablaban español, y los políticos bilingües eran los que más votos obtenían en los comicios. Falso, si agudizabas el oído notabas enseguida el deje mexicano, argentino, colombiano y hasta barrios de brasileños, o rusos crecían por doquier. La mayoría de estas zonas residenciales, al revés de la empinada Nueva York, extendían sus tentáculos horizontalmente.
Para hacer más atractivas esas nuevas áreas se aprovechaban las condiciones naturales del ecosistema y en cada condominio crecían artificiales áreas verdes, frondosos parques, y estanques o lagos de variados tamaños, para solaz y esparcimiento de colonias patunas que en venganza se reproducían en forma incontrolable. Era una avifauna emigrante tan variada como la propia población indocumentada de la nación.
De origen campesino, nuestro protagonista pronto descubrió que no solo cohabitaban con el autóctono pato de la Florida, otros exóticos que venían huyendo del clima más crudo del resto de la Unión, formando un Patolandia capaz de competir en tamaño con el cercano Disneylandia de Orlando, aunque menos taquillero.
A veces los dueños de los bungalows y condominios se quejaban de esa superpoblación patuna, pues lo que en principio resultaba un atractivo para rentar el inmueble, a la larga se revertía económicamente ya que debía contratarse un ejército de mozos de limpieza para eliminar las excrecencias que como huellas indelebles dejaban los palmípedos en corredores, jardines, parqueos y otras áreas comunes de su propiedad.
Fue entonces que al imaginativo Pedrito Rico se le ocurrió crear una empresa de una sola persona y un solo vehículo. Un Van de uso con suficiente capacidad para eliminar de un plumazo la caca de los plumíferos sin necesidad de tocarla. Se basaba en el dicho popular: “Muerto el perro se acabó la rabia”. En este caso: “Recogido el pato se acabó la caca”
La actividad consistía en ofrecer la recogida a domicilio de patos indeseables en forma rápida, silenciosa y sin que los inquilinos se enteraran. La actividad debía realizarse de noche, por tanto la operación costaba el doble.
Cuando el o los propietarios del inmueble caían en el jamo ese mismo día Pedrito amparado en las sombras de la noche repartía por todo el entorno abundantes rodajas de pan embadurnadas del más peleón y barato de todos los rones y según iban cayendo los borrachines, él mismo los iba tirando dentro de la camioneta.
Una vez terminada la operación limpieza, nuestro héroe se marchaba tan campante al timón de su vehículo, mientas en el interior de la caseta su pesada carga dormía plácidamente la mona. Al día siguiente, el cliente pagaba con esplendidez faena tan rápida y eficiente. Pero ahí no termina la cosa.
En la soledad de la madrugada, al timón de la camioneta, mientras se desplazaba por los speedways de la ciudad y con tanto borrachín a bordo se preguntaba:
‘’Bien,Y ahora¨…¿qué hago con toda esta gente?
La chispa se le encendió de nuevo y se dirigió a otro condominio similar, pero en el lado opuesto de la ciudad, donde soltó la carga pesada. Al concluir la operación se retiró a dormir poco antes de despuntar el alba.
Cuando despertaron en tierras ajenas, ya sin nota, los patos viajeros se encontraron en tierras extrañas y no les quedó más remedio que incorporarse a la población avícola allí asentada, para sorpresa de los inquilinos que descubrían con asombro la explosión demográfica más fantástica del mundo mientras dormían.
De esta forma surgían nuevos clientes, y el negocio de Pedrito Rico prosperó tanto que a partir de entonces lo bautizaron como Rico Mac Pato, cuando en realidad su trabajo consistía solo en pasear patos borrachos de un lugar a otro por toda la ciudad.
Dedicado a Darío en su cumpleaños.
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