Como
hemos visto en el encabezamiento hemos llegado al capítulo 20 del análisis que
sobre la línea, desde el punto de vista gráfico-humorístico, veníamos haciendo
a partir del año pasado, llegando a la conclusión de hacer un paréntesis para
reponer fuerzas.
En
cuanto a los llamados Tres grandes debemos tener en cuenta que el libro “La
Caricatura Contemporánea” objeto de análisis en estos trabajos fue
terminado en el mes de octubre de 1916 en La Habana por el crítico de arte Bernardo
González Barros. Tal vez para algunos jóvenes resulten obsoletos esos calificativos.
De ninguna manera: Parto de los criterios defendidos por su autor en el
capítulo final donde se refiere a los tres grandes cubanos de la época.
Que él cataloga como “Los modernos” refiriéndose a Rafael
Blanco, Conrado w. Massaguer y Jaime Valls.
Si
notaron que subrayáramos la palabra cubanos se debe a que el último de ellos—Valls--en
realidad nació en Barcelona, pero desarrolló su obra en nuestro país hasta su
último aliento.
En
el capítulo anterior habíamos tocado el tema del éxodo español hacia nuestro
continente que se produjo tras la debacle de la Guerra Civil de 1936 y la
persecución franquista a lo mejor de su intelectualidad, incluyendo a los
humoristas. Pero en el caso de Valls no fue precisamente así, pues arribó con
su familia a Cuba mucho antes.
De
los dos primeros –Rafael Blanco y Conrado W. Massaguer ya hemos escrito en
trabajos anteriores “Blanco el bueno y Blanco el malo” (23/8/10) y “El dibujo más grande” (26/2/209).
Pero de Jaime Valls no, aunque esté más que convencido de su vigencia, por
tanto ahora comparto la opinión de quien, con mucha mayor autoridad, también ha
defendido estos postulados: El Dr. Jorge R. Bermúdez, Director de la Cátedra de
Gráfica “Conrado Massaguer” de la Facultad de Periodismo de la Universidad
de La Habana.
Precisamente
los datos biográficos que presentamos ahora fueron tomados de las palabras al
catálogo de la exposición sobre “Jaime Valls” que la Sala Transitoria del Palacio de los Capitanes
Generales presentó en el mes de junio del 2001 en La Habana:
Según
el estimado colega, Jaime Valls y Díaz nace en Barcelona, Ciudad Condal, el 21
de febrero de 1888. Estudia pintura y escultura identificándose con los
postulados estéticos del Renacimiento Catalán (Modernismo).
A
principios del siglo XX viaja a la Habana en compañía de sus padres y se queda
a vivir definitivamente en Cuba. Es así que el editor y hombre de negocios José
López Rodríguez lo contrata como ilustrador de los libros de textos que serian
destinados a las escuelas públicas cubanas. Su trabajo para la revista EL
FIGARO lo reafirma en su nueva vocación.
Pero
la vida artística de Valls se divide en antes y después de su viaje a París en
1927. La primera etapa se caracteriza por su trabajo como ilustrador comercial
y publicitario en las mejores revistas y periódicos capitalinos, para los
cuales hizo también caricaturas y carteles. La segunda con la consecución de
algunas de las interpretaciones más notables del tema afrocubano en la plástica
de la llamada vanguardia del 27.
Entre
sus características sobresalen la fantasía, sensualidad, y la espontaneidad, en
correspondencia con tendencias en boga como el art nouveau y el art decó. En estos códigos la
vanguardia gráfica se conjugó con la arquitectura habanera de la época. Valls
le enseñó a los comerciantes y hombres de negocias de inicios de la República
una nueva forma al hacer uso de la capacidad de persuasión del arte como
reclamo publicitario.
Fue
el tipo femenino--solo o acompañado--el que de su mano adquirió protagonismo
ante cualquier situación anecdótica o costumbrista en la que siempre el hombre tenía
una función de “partenaire”. La solidez de la composición y una rigurosa
economía lineal, basada en un dibujo más o menos
sensual, completaban el
paisaje. Las jóvenes de Valls prefiguran a las mulatas habaneras de García
Cabrera o a las pepillitas de los clubes náuticos tan afines a Massaguer, en su
condición de iniciadoras del canon femenino publicitario en Cuba.
Pero
ellas siempre escapaban de la vulgaridad--¿la causa?--su sabia selección de las
imágenes y la situación donde se insertaban. El no expresa la realidad tal como
es, sino tal como quiera que sea. Y entre otras cosas la quiere bella, y
elegante, al gusto de la época. y de ahí también, los reclamos a su arte por
parte de los mejores periódicos y comercios de la capital.
Será
fiel a esta estética hasta finales de los años 20. Su inclusión en el Grupo
Minorista desde 1924, evidencia una inquietud espiritual y social que tiene mucho
que ver con su condición de artista y que llega a su clímax en 1927, año clave para la cultura cubana del
periodo republicano y también para Valls. En mayo de ese año se suscribe la
Declaración del Minorismo y él participa en la Exposición de Arte Nuevo.
Además
viaja a París en compañía del también gráfico y pintor Eduardo Abela, pero en
breve regresa pues, cuatro meses le resultan ya suficientes para conocer el
arte nuevo.
Su
inquietud aumenta; intenta renovar una vez más pero sus ilustraciones de
carácter comercial y publicitario no coinciden ahora con el gusto dominante. Las
vanguardias no se avienen con esa visión amable de la realidad que reclaman los
anuncios y que él, en buena medida, contribuyó a imponer.
Finalmente
pinta… Comprende que la obra única no necesita de intermediarios. Nacen así sus
primeras representaciones pictóricas de contenido social, preferentemente las
relacionadas con las expresiones musicales del componente negro en la sociedad
cubana.
Rumberas
y músicos son plasmados por él una y otra vez sobre cartón donde la síntesis en
el trazo y la monocromía reflejan el movimiento del cuerpo de la mujer negra en
una rumba que solo tiene paralelo en nuestra cultura con la poesía de Nicolás
Guillén.
Su
condición primera de escultor se pone de manifiesto en esos bocetos. Las obras
de gran formato las presenta como dibujos-secuencias de una danza indivisible. Las
Tres Gracias de la Rumba bien pudo haber sido el título de esos trabajos.
Hacia
1941 Jaime Valls se enferma. No podrá coger más un lápiz el resto de su vida.
El 31 de octubre de 1955 fallece en su casa de La Loma del Chaple, en la
barriada habanera de la Víbora.
Admito
que de estas propuestas apenas se hablara posteriormente en las esferas de la
crítica artística a pesar de la enorme importancia que adquirió su obra en la
vanguardia y en el desarrollo actual de las artes aplicadas, tan evidentes en las
nuevas tecnologías del diseño, la publicidad, la animación, y el video-arte en
general.
Hago
constar mi agradecimiento al colega Bermúdez por permitirme reproducir partes
de sus esclarecedoras palabras.
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