El primer
sábado de este año 2018, en el programa de televisión “23 y M” ¿Dónde si no?, la musicalísima Edith Mazola nos
sorprendió una vez más. El subrayado es nuestro porque la recuerdo desde sus
inicios en el Teatro Musical de Virtudes y Consulado, en el barrio de Colón, a
solo tres cuadras de donde yo hacía también mis pininos en el diario EL MUNDO, primero
de linotipista y a partir de la nacionalización revolucionaria en 1960, como
caricaturista editorialista, cuando ella aun no había nacido.
Esta
introducción--en el mejor sentido de la palabra—se debe a un éxito suyo por
partida doble: Entrevistar a dos personas que se las traen: Ambos políglotas,
revolucionarios y jodedores:
Argelio Santisteban, nacido en Banes,
provincia de Holguín, en 1945--el mismo año en que yo celebraba mis 15 en
Luyanó barrio obrero de la capital—él me ganó por puntos en el periodismo
revolucionario porque ”pinchó” en MELLA, BOHEMIA, EL MUNDO, TRABAJADORES Y
TRIBUNA. Lo cierto es que, además de todo eso y sus amenas tertulias
vespertinas a dúo con el historiador y
podólogo Rolando Aniceto en los portales del Hotel Inglaterra, se ganó además
el título de “tertuliano”.
Con el
tiempo y un ganchito Argelio se convirtió en un políglota consuetudinario, pues
a partir de 1985, parió para la Editora de Ciencias Sociales, una tonga de cubachismos
que recogió bajo el título de ”El habla popular cubana de hoy”. Hijo
bastardo de otra obra de arte—la edición póstuma del maestro Fernando Ortiz,
pues la idea de su “Catauro de cubanismos” apareció por primera vez
en 1923—cuando el hijo ilustre de Banes no existía aún—y la edición póstuma que
tengo en mis manos data de 1974 gracias a la editorial Ciencias Sociales.
Ambas dos
obras tienen sus antecedentes —y descendientes— en la propuesta de Constantino
Suárez (a) El españolito —a quien la intelectualidad de la época satanizó, por
haber incluido palabras indecentes, por tanto ambos tres llegaron hasta el
tuétano de nuestra idiosincrasia, catalogada por el maestro Ortiz como “el ajiaco criollo de nuestro idioma,
formado por el chorizo español y la papaya cubana”.
Sólo
quisiera agregar que a cada rato leo la dedicatoria que el hermano y maestro Santiesteban
me hiciera en la presentación de su libro:
“Para
Blanquito, con fraternal incondicionalidad, Argelio.
Nota: ¿Sabes lo que es blanquito en
mexicano?.”
Han pasado 33
años de aquel cuestionamiento y todavía estoy en blanco o en babia
—como prefieran ustedes-- porque dicho vocablo no aparece tampoco en ninguno de
los dos volúmenes aquí nombrados.
El otro
entrevistado de aquella tarde-noche en 23 y M fue nada menos que Pedro Luis
Ferrer, quien guitarra en mano también hizo de las suyas defendiendo no solo su
obra, sino su pedigrí familiar en el querido Yaguajay --de músicos, poetas y
locos-- pues todos ellos Raúl, Rafael,
Rogelio, Rodolfo, etc. llevan en el lomo la marca-- R.F.
Durante
años mantuve estrechas relaciones con su tío Raúl Ferrer. Se sabe que a partir
de la Jornada de la Alfabetización en 1961, como Viceministro de Educación
acuñó la frase-- QTATA al cuadrado—que traducida al cubaneo quiere decir “Que cada analfabeto tenga su
alfabetizador y que cada alfabetizador tenga su analfabeto.”
Varias
veces acompañé al maestro en sus escapadas a Yaguajay. De ahí que me
relacionara con él y con toda su familia, con su pedigrí, pero sobre todo con
su sentido de la pedagogía:”Lo que se aprende jugando nunca se olvida”.
De ahí sus numerosas anécdotas en la escuelita rural del central
Narcisa, donde compartió el pizarrón nada menos que con Onelio Jorge Cardoso,
por tanto no es de extrañar que en este ambiente surgiera el
“Romance de la niña mala”.
Con estos
antecedentes poéticos, pedagógicos y musicales, es natural que dicha entrevista
sabatina del Canal 8, terminara con Pedro Luis, su música y su guitarra al
ritmo de “La vaquita Pijirigua”.
¿Con qué se apeará ahora el sobrín? Toma la
guitarra entre sus manos y decide hipotéticamente parodiar a esos que la Tierra
les queda chiquita, alquilan una parcela en la Luna y se lanzan al espacio
exterior. Tienen dinero, fortuna, y recursos pero el idioma les queda grande,
suben al cohete, en el apuro pierden el habla y se les queda en La Tierra como
un paquete más… Alunizan, pasa el tiempo y… de pronto comienzan a cantar…
“Unmé, dosmé, tresmé,
cuatromé, pero sincomé, no se puéviví”.
Felicitaciones
a ambos tré: Edith, Argelio y Pedro Luí. Pero ahí mismo me fui a comé antes que
empezara el noticiero en la tevé.
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