Según cuenta mi hermana –mayor que yo---, a las 9.45 de la mañana del 28 de noviembre de 1930, en la Clínica Casuso de la Calzada de Jesús del Monte, yo di mi primer berrinche cuando me cortaron el cordón umbilical.
El pasado 28 de noviembre el termómetro marcó 6 grados Celsius en el pueblo de Bainoa a pocos kilómetros de La Habana, batiendo el récord de temperatura para ese mes en Cuba. Días antes me había operado de cataratas, por lo que el clima celebraba también mi ojomenaje.
Me acordé entonces que exactamente en esa misma fecha pero 20 años atrás, había pasado el día más frío de mi vida –10 grados bajo cero-- en compañía de mi esposa Estela Hernández Luengo.
Aquella nevada que nos sorprendió prematuramente en el pueblo de Ustin nad Laben, (norte checoslovaco), también fue record para noviembre en ese país.El pasado 28 de noviembre el termómetro marcó 6 grados Celsius en el pueblo de Bainoa a pocos kilómetros de La Habana, batiendo el récord de temperatura para ese mes en Cuba. Días antes me había operado de cataratas, por lo que el clima celebraba también mi ojomenaje.
Me acordé entonces que exactamente en esa misma fecha pero 20 años atrás, había pasado el día más frío de mi vida –10 grados bajo cero-- en compañía de mi esposa Estela Hernández Luengo.
Nos encontrábamos de vacaciones un grupo de cuarenta cubanas y cubanos, vinculados a la prensa, entre los que también se hallaba Cecilio Avilés, el popular caricaturista autor de la tira cómica “Cecilín y Coty”.
Esa noche mi habitación del hotel “Máj” se llenó de júbilo y canciones cuando nos acomodamos como mejor pudimos, --unos sobre otros--, para celebrar mi cumpleaños al compás de la “Guantanamera” mojada con cerveza checa y el acompañamiento de Cecilio y su guitarra.
La excursión nos llevó también a Brno y la capital Praga, donde pasamos los últimos días en espera del regreso a la patria en diciembre.
Por entonces todos nos habíamos quedado “brujas” y se me ocurrió que tomando un tranvía podía trasladarme al Puente de Carlos, boulevard peatonal donde se aglomeraban artistas y artesanos locales para ofertar sus productos.
La foto, tomada en el mismo sitio, pero en un viaje veraniego anterior, da una idea de la situación. Armado de cartulinas, roturadores y un cartelito que decía: “Funny Portrait: 20 Kcs.” Logré romper la barrera del idioma y regresar esa noche con suficientes coronas para colectivamente despedirnos de Praga en el bar del “Park Hotel” con una buena carga de “Pilsen”, y sus correspondientes “saladitos”.
En la velada, Cecilio y yo, recordamos otros famosos lugares de la capital checoslovaca donde se bebía la mejor cerveza del mundo: Si negra en la taberna “U-Flecu”, o ligera en la “U-Kalikja”. Y precisamente en los altos de ésta última vivió el gran escritor checo Jaroslav Hasek, así como su “hijo putativo” Sveik, el protagonista principal de “Las Aventuras del Buen Soldado Sveik en la Guerra Mundial”, novela satírico-pacifista sobre aquella contienda de 1914.
Los datos facilitados por el doctor Radko Piklik,--historiador y biógrafo de Hasek-- en una visita anterior que hice a la patria de Smetana, me permitieron publicar en la Revista “Bohemia”. Año 72. No. 35 (29 de agosto de 1980), bajo el título de “El Buen Soldado Sveik” un trabajo bastante abarcador alrededor del autor y su obra, la cual fue publicada ese mismo año en Cuba por la Editorial Arte y Literatura.
Consecuente con el resto de su obra literaria, --cercano a los cien seudónimos en artículos y crónicas de prensa--, Sveik le costó a Jaroslav Hasek incomprensiones editoriales y hasta marginación en el clima ultraconservador europeo de entonces, por lo que se vio obligado a emigrar al pueblito de Lipnice, a medio camino entre Praga y Brno, donde –también en otra cervecera “La Taberna Azul”—fue armando el “muñeco” capítulo a capítulo, y gracias a que se distribuyó por entregas, el autor pudo subsistir.Otra gran ayuda fue la colaboración de su amigo, el caricaturista, Josef Lada, --invidente de un ojo igual que yo--quien ilustró las más de 500 viñetas con que cuenta el libro, algunas de las cuales acompañan este trabajo.
Las aventuras de Sveik quedaron inconclusas debido a la prematura muerte del escritor. Precisamente la originalidad de la cervecería “U´Kalikja” radicaba en que sus paredes estaban adornadas con murales de ese gracioso y pícaro soldado inventado por la yunta Hasek-Lada.
¿Se conservará todavía?
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