En mis archivos del baúl de los recuerdos dormía plácidamente un personaje, llamado K-Listo Kilowatt, calificado por Évora Tamayo en “Palante” como: “Aparentemente simpático y simplón, con su cuerpo relampagueante, una tonta sonrisa, y su nariz de bombillo…”
Pero si mis vecinos son tan K-listos como él, se fijarán que también lo coronan los cuernos del diablo. Por lo que se puede considerar además a K-Listo como K-Duco.
Estos anuncios del año 1955, corresponden a una campaña más de las tantas que nos bombardeaban las empresas publicitarias en la prensa cubana, incluida la humorística (Zig-Zag) durante toda la republiquita mediatizada hasta enero de 1959.
Con el triunfo revolucionario se generó un cambio radical en la generalidad del pueblo al darse cuenta de, quién controlaba la generación de esa fuente de energía, y con qué generosidad deseaba generalizar en nosotros el derroche eléctrico, ocultando sus generosas ganancias.
Mr. Kilowatt, a pesar del disfraz de buena gente, resultó tan K-Zurro y tenebroso como el monopolio yanqui que lo engendró, y cuando se dirigía al consumidor K-Muflado de sirviente, en realidad lo hacía para su amo y señor The Electric Company of Cuba.
El cubano de a pie sabía de qué pie cojeaba este heraldo del consumismo, embajador del despilfarro y alcahuete del Tío Sam.
Si nos fijamos bien en sus K-Galitrosos mensajes veremos que ni siquiera iban dirigidos a los sectores de la sociedad con menos ingresos, sino a esa burguesía suntuaria y “paganini”, que en su dilapidación se enorgullecía de tirar la K-Sa por la ventana, aunque junto con el inmueble el país se fuera también al K-Rijo.
Con el propósito de destruirnos tanto militar como económicamente, a mediados de 1960, el gobierno norteamericano comenzó a tomar medidas de estrangulamiento, con el recorte de la cuota azucarera, negándose a procesar el petróleo soviético en sus refinerías, y apretar aún más los tentáculos del pulpo telefónico y de su hermano gemelo el eléctrico, ambos Made in USA.
La única respuesta posible era extirpar el mal de raíz con las nacionalizaciones.
En el mes de abril este blog abordó ciertos antecedentes relacionados con el asunto telefónico bajo el título de “Dorado y chorreando sangre”: http://ay-vecino.blogspot.com/2010/03/dorado-y-chorreando-sangre.html
Ahora lo haremos con la esquela mortuoria que acompañó los K-Davéricos restos de la Compañía Cubana de Electricidad, aquel memorable 6 de agosto de 1960.
A partir de entonces la situación reflejada en aquellas tiras publicitarias, variaban con la nacionalización de la empresa: En primer lugar, taponeando el agujero por donde se escabullían al Norte millonarias ganancias; pero sobre todo, por una política totalmente distinta. La anterior promovía las bondades de una “sociedad de bienestar”, lujosa, moderna, confortable y con tarifas delineadas para el derroche de la corriente. Es decir: Bajar las tarifas según el consumo, para que el usuario gastara más. Todo en función de obtener pingües ganancias.
Es decir, en los cinco años transcurridos desde la publicación de aquellos anuncios del K-listísimo servidor eléctrico en 1955 y la esquela mortuoria de 1960, el cambio fue extraordinario; pero si lo comparamos con el tiempo transcurrido a partir de entonces, estamos a 50 años luz, de aquella situación gracias a la Revolución Energética y su campaña masiva de ahorro eléctrico, referencia mundial de economía sustentable.
Así lo veía yo entonces:
Pero, no hay nada absoluto en la tierra, y siempre habrá indolentes, y K-Beciduros a los que dentro y fuera del país va dirigida esta K-Ricatura satírico-fantasmal realizada a propósito del tema… ¡CLIC!
Pero si mis vecinos son tan K-listos como él, se fijarán que también lo coronan los cuernos del diablo. Por lo que se puede considerar además a K-Listo como K-Duco.
Estos anuncios del año 1955, corresponden a una campaña más de las tantas que nos bombardeaban las empresas publicitarias en la prensa cubana, incluida la humorística (Zig-Zag) durante toda la republiquita mediatizada hasta enero de 1959.
Con el triunfo revolucionario se generó un cambio radical en la generalidad del pueblo al darse cuenta de, quién controlaba la generación de esa fuente de energía, y con qué generosidad deseaba generalizar en nosotros el derroche eléctrico, ocultando sus generosas ganancias.
Mr. Kilowatt, a pesar del disfraz de buena gente, resultó tan K-Zurro y tenebroso como el monopolio yanqui que lo engendró, y cuando se dirigía al consumidor K-Muflado de sirviente, en realidad lo hacía para su amo y señor The Electric Company of Cuba.
El cubano de a pie sabía de qué pie cojeaba este heraldo del consumismo, embajador del despilfarro y alcahuete del Tío Sam.
Si nos fijamos bien en sus K-Galitrosos mensajes veremos que ni siquiera iban dirigidos a los sectores de la sociedad con menos ingresos, sino a esa burguesía suntuaria y “paganini”, que en su dilapidación se enorgullecía de tirar la K-Sa por la ventana, aunque junto con el inmueble el país se fuera también al K-Rijo.
Con el propósito de destruirnos tanto militar como económicamente, a mediados de 1960, el gobierno norteamericano comenzó a tomar medidas de estrangulamiento, con el recorte de la cuota azucarera, negándose a procesar el petróleo soviético en sus refinerías, y apretar aún más los tentáculos del pulpo telefónico y de su hermano gemelo el eléctrico, ambos Made in USA.
La única respuesta posible era extirpar el mal de raíz con las nacionalizaciones.
En el mes de abril este blog abordó ciertos antecedentes relacionados con el asunto telefónico bajo el título de “Dorado y chorreando sangre”: http://ay-vecino.blogspot.com/2010/03/dorado-y-chorreando-sangre.html
Ahora lo haremos con la esquela mortuoria que acompañó los K-Davéricos restos de la Compañía Cubana de Electricidad, aquel memorable 6 de agosto de 1960.
A partir de entonces la situación reflejada en aquellas tiras publicitarias, variaban con la nacionalización de la empresa: En primer lugar, taponeando el agujero por donde se escabullían al Norte millonarias ganancias; pero sobre todo, por una política totalmente distinta. La anterior promovía las bondades de una “sociedad de bienestar”, lujosa, moderna, confortable y con tarifas delineadas para el derroche de la corriente. Es decir: Bajar las tarifas según el consumo, para que el usuario gastara más. Todo en función de obtener pingües ganancias.
Es decir, en los cinco años transcurridos desde la publicación de aquellos anuncios del K-listísimo servidor eléctrico en 1955 y la esquela mortuoria de 1960, el cambio fue extraordinario; pero si lo comparamos con el tiempo transcurrido a partir de entonces, estamos a 50 años luz, de aquella situación gracias a la Revolución Energética y su campaña masiva de ahorro eléctrico, referencia mundial de economía sustentable.
Así lo veía yo entonces:
Pero, no hay nada absoluto en la tierra, y siempre habrá indolentes, y K-Beciduros a los que dentro y fuera del país va dirigida esta K-Ricatura satírico-fantasmal realizada a propósito del tema… ¡CLIC!
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