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16 ago 2010

UN DAVID GIGANTESCO.

El caricaturista Juan David, era un humorista en toda la extensión de la palabra. Acostumbraba a definirse como “el caricaturista más grande de Cuba”, debido a su enorme talla y su somatotipo de peso pesado. Pero el hombre --y la mujer, claro--, en su devenir histórico se miden de la cabeza al cielo, y en esas dimensiones David fue un verdadero Goliath.

Conforme dimos su propia definición en broma, reproducimos ahora su versión autobiográfica que apareció en el catálogo por sus 70 años de vida, durante la II Bienal Internacional de Humorismo de San Antonio de los Baños en 1981. En aras de la brevedad me he tomado la libertad de sintetizar parte del texto:

“Nazco en Cienfuegos el 25 de abril de 1911, paso mi infancia en Asturias, y para 1919 estoy de vuelta en la ciudad natal. No me ocurrió nada digno de contar hasta 1931 que expongo una treintena de dibujos y caricaturas hechas al impulso de una temprana afición…” “…En esa década pretendo darle sentido práctico a mi vida estudiando ingeniería automotriz por correspondencia…” “…Escaramuzas propias de la época, me obligan a ver el ciclo interrumpido por táctiles rejas de acero y formo filas en “Ariel” grupo rebelde en lo político y cultural…”

“…1936, año de casamiento con Graciella y traslado a La Habana ya en plan de hacer profesión de la afición artística..” “…. Empiezo en el semanario “Resumen”. Después continúo en “Social”, “Mediodía”, “Patria”, “Grafos”, “Hoy”, “Información”,.”Gaceta del Caribe”, “Bohemia”, “El Mundo” y suma y sigue hasta hoy “Prisma” y “Cuba…” “…En 1937 presento en la sociedad Lyceum la primera de quince exposiciones personales en cuarenta y tantos años de profesionalismo. Participo también en montones de exposiciones colectivas y catorce Salones de Humoristas en los cuales alcanzo estimables galardones. Dos veces –1948 y 1949—logro el Premio Nacional de Periodismo “Juan Gualberto Gómez en la gráfica-humorística…”

“Presido la Asociación de Caricaturistas de Cuba que recién contribuyo a fundar, y trabajo en Nueva York, contratado por la División de Artes Visuales de la ONU, en cuya sede expuse las caricaturas que para dicha organización internacional realizara…” Hasta aquí los fragmentos de la autobiografía sintética ofrecida por el homenajeado en 1981. A partir del triunfo de la Revolución, su historia es una sucesión tras otra de éxitos y reconocimientos ampliamente conocidos. Críticos de arte e investigadores se han encargado de darlos a conocer. En este recordatorio a veintinueve años de su desaparición física, prefiero imaginármelo como un héroe de aventuras, --que también lo fue--.

Empezare como se debe, por el principio: Hijo de una asturiana y un francés, nace en la Bella Ciudad del Mar el niño Juan Eduardo David Posada. Muy tierno aún, acompañó a su madre en una visita al terruño para que los paisanos conocieran al vástago nacido del lado de acá del charco. Quiso el destino que en diciembre de 1914 los sorprendiera en Europa un fenómeno inesperado, --la Primera Guerra Mundial--, por lo que la estancia se alargó más de lo debido, separándolo de su padre que vino a abrazarlo casi adolescente. De allá regresaría con experiencias montañesas inusitadas y el “zeceo” característico del habla peninsular.

Pero si sorpresiva fue su ida, más impactante el regreso: Millares a ambos lados del Atlántico deseaban viajar firmado el armisticio del 19, y madre e hijo trataron de volver a Cuba en el “Valbanera”, pero -por fortuna - ya estaban agotados los boletines y tuvieron que abordar el siguiente buque.

Cuando el vapor “Alfonso XII” atravesó la boca del Morro, su mamá se lamentaba de un persistente mareo. Allí mismo en el Muelle de Caballería, alguien le respondió.

--¡Alégrese señora al “Valbanera” se lo tragó el mar en un mal tiempo!

http://lecturas.cibercuba.com/2009/06/28/199/la_tr%C3%A1gica_historia_del_valbanera

-¡Gracias a Dios!-, repetía la madre constantemente al arribar a su hogar cienfueguero…

Al pasar el tiempo, David crecía y crecía más allá de lo previsto para su edad, pero no engordaba ni aunque lo inflaran. El ambiente familiar y sus inquietudes artísticas cubrieron las horas libres que le permitía una adolescencia de trabajo, parte del tiempo como repartidor de medicamentos a domicilio para la botica de turno.

Pronto se vio envuelto en las protestas contra el machadato. Cayó preso y “Segur” revista cultural del grupo “Ariel” reprodujo sus primeras caricaturas.

Por fin las aguas se tranquilizan y ya casado, se lanza a la conquista de la capital con solo diez pesos en el bolsillo. El apoyo de lugareños como el escritor y líder político Carlos Rafael Rodríguez, o el ya destacado caricaturista Hernández Cárdenas, tocaron algunas puertas para abrirle el camino y comenzó a darse a conocer. El resto lo aportaron la voluntad y el talento que desarrolló de inmediato.

Tras el triunfo de la Revolución en 1959, tuvo que asumir otros compromisos políticos:

En abril de 1960, acompañó al recién designado Embajador Cubano en la República de Uruguay Mario García Incháustegui. Mientras éste pronunciaba allí las palabras de presentación de David como Agregado Cultural, el caricaturista --devenido diplomático-- trazaba en un papel, el boceto de nuestro Comandante en Jefe. Al día siguiente, el semanario “Marcha“ dio a conocer la primera caricatura de Fidel publicada en esa república del cono suramericano.

Corrían tiempos tempestuosos; la presión y el bloqueo yanqui en la OEA. La sumisión de la oligarquía uruguaya obligó al gobierno a declarar “Persona non grata” al titular cubano.

Le tocó pues al improvisado embajador Juan E. David aceptar la responsabilidad de nuestra sede en Montevideo, y así lo hizo el 16 de febrero de 1961. Mientras, se acercaba peligrosamente la invasión de Playa Girón:

A partir del ataque, nuestra sede diplomática vio bloqueados sus teléfonos y teletipos, pero la respuesta no se hizo esperar, sus vínculos periodísticos lograron que la veta satírica de David saliera disparada como una saeta dirigida contra la acción cobarde de los mercenarios y la apoyatura mediática de la burguesía local.

Al terminar su misión entre las personalidades que acompañaron a Juan David y Graciella de Armas hasta el aeropuerto estaban sus camaradas Mario Benedetti y Carleton Beals. Las palabras de despedida estuvieron a cargo de su amigo, el caricaturista Julio Suárez (Jess).

De regreso a Cuba continuó su laborioso trabajo en la prensa, pero había dejado un buen ejemplo en el campo de las relaciones internacionales y la Organización de las Naciones Unidas le encargó la tarea de realizar bocetos de los delegados a la cita regional, tarea que compartió con el embajador Carlos Lechuga. Durante un buen tiempo esos trabajos se reprodujeron bajo el título de “Bohemia en la ONU”.

Pero sus mejores obras fueron las que hizo a sus más allegados, aquellos íntimos que compartían afanes y sueños revolucionarios dentro de la intelectualidad. Lo que él bautizó como “Davidcaricaturas” de Alicia, Carpentier, Guillén y Roa aparecieron por decenas recopilados en exposiciones, libros y folletos. Como aspecto curioso en los retratos satíricos de Raúl Roa, el “Canciller de la Dignidad”, se destaca la expresividad de sus manos, y en muchas de ellos destaca el inseparable cigarrillo entre los dedos. Y es que ambos eran fumadores empedernidos.

Volvamos a su homenaje: Un par de meses después, del tributo que se le rindiera por sus 70 años en el Museo del Humor, sucedió algo imprevisto: La invitación oficial a participar en el Festival del Humor de Gábrovo en Bulgaria.

Al frente del grupo formado por Nuez, Núñez Rodríguez, Zumbado, Pedro Méndez, Alicia Bustamante, y yo, marchaba el maestro Juan David acompañado por su esposa Graciella de Armas.

En aquellos primeros días de estancia en la capital búlgara, hubo una situación que tal vez pasó inadvertida para los demás, pero que me marco para siempre:

Durante mucho tiempo yo también estuve atado al vicio de fumar, y en los casi 25 años de matrimonio, ése era el único detalle discordante entre mi esposa y yo.

Pues bien, recién llegados al Hotel Sofía, precisamente el 3 de junio de 1961, --fecha de nacimiento de Estela mi media naranja--, durante una cena en el restaurant de la instalación, pedí la palabra para recordarla en su onomástico, jurar no fumar más. Ante la sorpresa de los seis compañeros de viaje, proseguí a repartir la cuota de “HUpmann” que me correspondía, por lo que a partir de ese momento estaría imposibilitado de llevarme a la boca durante todo el viaje, uno de esos cigarrillos fuertes que solo se producen en Cuba.

No fue una idea descabellada, había oído el rumor de que las pastillas búlgaras marca “Tabex” eran infalibles para combatir el tabaquismo. Las pude adquirir en farmacias de Bulgaria, pero los tres pomos regresaron intactos a Cuba ya que el propio doctor que las recetó, me convenció de que aquello se trataba de pura propaganda, y que el mejor antídoto era la fuerza de voluntad.

Recuerdo que entre los más sorprendidos estuvo el propio Juan David, quien padecía deficiencias cardiaco-respiratorias y, a pesar de sus esfuerzos, nunca pudo dejar el hábito de fumar. En varias ocasiones él y su esposa se aceraron a mí para saber cómo marchaba el tratamiento y yo les explicaba con lujo de detalles, la ansiedad, el apetito y otros síntomas que debía superar, pero que los estaba venciendo poco a poco.

Al día siguiente de mi promesa, partimos hacia la zona montañosa de los Balcanes donde se ubicaba el Museo del Humor. Allí en Gábrovo, nuestro David formaba parte del jurado internacional, defendiendo con dignidad la obra de los humoristas cubanos. Ese fue el último viaje que compartimos con él.

Al principio les advertí que mi propósito era el de lograr cierto acercamiento, en tono de aventura-anecdótica, a ese gigantesco David cubano. Mis pacientes vecinos interesados en ampliar sus conocimientos sobre la gigantesca vida y obra artística suya, --más colosal aún--, les recomiendo el libro titulado “Juan David, Abrazado a sí mismo” escrito por su hermano Eduardo para la Colección “El Bobo”, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en el año 1999. Algunos de estos datos fueron tomados precisamente de esa obra. Y como colofón, de la amplia iconografía con que concluye dicha obra, hemos seleccionado esta imagen respetando el pie de foto que escribiera el propio autor Eduardo David Posada.

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