Enemigo irreconciliable.
Cuba celebra anualmente el Día de
Es casi imposible que un joven internauta se imagine las vicisitudes sufridas por un cubano de entonces, para poder llegar a donde llegó Finlay.
En primer lugar, el gobierno colonial no daba acceso a la educación superior. Sin una madre francesa, Carlos Juan no hubiera alcanzado a estudiar y superarse en París.
La revolución de 1848 lo sorprende en tierras galas y lo obliga a continuar sus estudios en Londres: Se vino a graduar de medicina en Filadelfia a la edad de 22 años.
Podía haberse quedado allí, pero prefirió ejercer la medicina en su tierra natal. Revalidó el título acá, y a partir de entonces comenzó sus afanes por descubrir al enemigo “Número Uno” de entonces. Estuvo más de 17 años atrincherado tras el microscopio para descubrir aquel asesino enmascarado y logra ponerlo por fin al descubierto en
Durante la intervención yanqui en el conflicto cubano-español de 1998, -- Finlay consciente de las condiciones higiénicas imperantes, hizo vida en campaña con los “rough ryders” de Teodoro Roosevelt, diezmados por la fiebre en Santiago de Cuba. En esa tierra caliente, pudo experimentar, convencerse, y alertar al mundo, del mosquito Aedes Aegipty, un enemigo aun más poderoso que las balas, pues ataca lo mismo en la guerra que en
No abundaremos en el esfuerzo norteamericano por escamotearle su gloria hace una centuria, ni de querer dejar a la Revolución sin médicos hace medio siglo mediante una “Operación Peter Pan” psicópata. Los avances y resultados de la medicina cubana actual borran cualquier duda al respecto. Lo cierto es que Finlay nos dejó su paciencia, inteligencia, experiencia, y sobre todo su herencia, aquel 20 de agosto de 1915 cuando traspasó las puertas de la inmortalidad.
Estas líneas de reconocimiento son también una oportunidad para autocriticarnos, pues a veces el entusiasmo del artista puede más que la razón, y la caricatura que ahora les muestro, fechada en 2002, fue inspirada por la intensa campaña de fumigación que entonces se desarrolló en Cuba para la erradicación del dengue. El dibujo utiliza el simbólico triunfalismo de arriar la bandera de territorio Libre de Aedes Aegipty en nuestra humeante capital –una variante de la enseña enarbolada en la Campaña de Alfabetización de 1961—
Casi diez años han transcurrido; seguimos desinfectando constantemente, y a pesar de su control, el empecinado mutante sigue amenazándonos en el intento de convertir crónica la epidemia, como ocurre con esta pandemia en la gran mayoría de los países subtropicales.
La tenacidad legada por Finlay, la voluntad endógena, y el hecho de ser referente mundial en este combate, nos permite mirar el futuro con optimismo, y de nuevo con la aplicación del único microscopio que creo saber usar, les invito a leer este decálogo anti vectorial, con música de Pérez Prado:
AL SON DEL DENGUE
La rompo y no me conmuevo. La cascarita del huevo.
Mi campaña es tu campaña contra el dengue y la guadaña.
Un combate concluyente, el que libra el contingente.
Ponle la roja al mosquito y lo cogerás mansito.
Se coló en el mosquitero por el dichoso agujero.
Si el Aedes es huyuyo, con prevención lo destruyo.
Contra el mortal vector, nuestro fiel fumigador.
Al tanque ponle la tapa porque, al que velan, no escapa.
Si el enemigo está en casa, con el humo se le arrasa.
Más esencia que apariencia: Gracias por vuestra paciencia
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