Según investigadores del teatro como Rine Leal en “La Selva Oscura”, (Editorial Arte y Literatura, 1975). Es en este marco que surge el teatro bufo como alternativa a las temporadas de óperas y zarzuelas que eran consustanciales al régimen colonial de la época. Correspondió pues la inauguración el 12 de abril de 1860 del Teatro Villanueva, donde hasta entonces se presentaban actuaciones circenses. A la estirpe de dramaturgos como los Martínez Casado se debe por entonces el estreno de la obra “El gorrión”; de esos tiempos creo que deba situarse esa paródica rivalidad plumífera con la bijirita.
El sangriento hecho perpetrado por fuerzas irregulares del gobierno colonial tuvo su origen --hace exactamente 143 años--, la noche anterior al fatídico 22 de enero de 1869, al escenificarse la obra “Perro huevero aunque le quemen el hocico” cuando el guarachero Jacinto Valdés desde la escena, da un viva a Céspedes, coreado por la marea azul de un público que ondeaba pañoletas, mientras una criolla desplegaba la bandera cubana.
En la siguiente función del 22, caldeados ya los ánimos por las diatribas del sádico periodista Gonzalo Castañón, un grupo de voluntarios irrumpe en el teatro disparando a mansalva contra los espectadores. Por primera vez la sangre de los amantes del teatro habanero, corrió junto a la de los valientes alzados en la manigua redentora.
Ese día nace el teatro cubano según el propio autor, pues el joven José Martí publica en LA PATRIA LIBRE su poema dramático “Abdala”, en el cual utiliza su astucia literaria, para situar la acción en la lejana Nubia de los faraones (Etiopía), y el héroe era nada menos que un príncipe norafricano, digno antecedente de los mambises que estaban ganando su libertad con el machete en la mano en los campos de batalla orientales.
Por tanto criollos y peninsulares ya venían enfrentándose antes en las tablas del teatro bufo: Los primeros representados por la bijirita, pajarillo emigrante de variado plumaje que inverna en Cuba de septiembre a abril; existen más de veinticinco familias con diversos nombres según el colorido de sus plumas o sus hábitos, como la bijita marítima, la trepadora, o de las palmas. Tal vez sea la bijirita azulona la que se convirtió en símbolo del separatismo cubano frente al impertinente gorrión representante del coloniaje español, ése depredador urbano que cruzaba imprudentemente la calle toreando los coches y más tarde los autos, o en la acera entre los pies en busca de insectos o gusanos, tan descuidados como él.
Sobre estos orígenes del choteo cubano poco hemos hallado, a lo sumo un trabajo del propio autor titulado: “El entierro del gorrión” que dice más o menos así:
“…La Historia de los tiempos de la colonia en Cuba está llena de leyendas, pero de la que voy a escribir hoy, es una que aunque muchos no la crean, fue verdad. El famoso historiador y político Manuel Martínez Moles, en sus Tradiciones y Leyendas Espirituanas, nos dejó muchos recuerdos de los tiempos de la colonia. Como es natural, yo le añado algo mío para darle más sabor. Según Martínez Moles, un confinado a la Isla de Fernando Poo, Francisco Javier Balmaseda, se lo contó a él…”
Rine Leal en “El Entierro del gorrión” narra la historia de un gato que se puso fatal en la villa de Pepe Antonio (Guanabacoa).
“…Después de hacer el papelazo las autoridades españolas con el entierro del gorrión muerto en la plaza del Palacio del Capitán General, entierro presidido por el Obispo (no podía faltar), y una caterva de curas borrachones, pidiendo por el alma del pobre gorrión. Sucede algo muy gracioso para nosotros hoy en día, pero no para el pobre gato…”
El hecho que cuenta es el siguiente:
“…El gato, al ver un gorrión que estaba muerto en la calle, por la patada de un mulo que había pasado y lo había sorprendido comiendo gusanos, se le ocurrió comerse el “gorrión”. Un Voluntario y una vieja chismosa lo vieron y fueron a las autoridades denunciando el caso. Un grupo de Voluntarios fueron a cogerlo…”
Capturarlo diría yo con más exactitud:
“…El gato se metió en su casa, y al tratar de ponerlo preso, arañó a Sansón Melena; se rompieron muebles; los envalentonados Voluntarios, al fin lo esposaron, le amarraron el rabo, y custodiado por sus guapos captores, el pobre gato fue para la cárcel. Uno de los valientes por poco pierde una oreja, otro se quedo casi sin pelo, pues el gato se le subió en la cabeza. Fue una batalla sin igual; al fin el poderoso venció al minino..”.
El autor invoca la violación de la Convención de Ginebra cuando
“…Lo tuvieron varios días sin comer, ni tomar agua Le cantaron canciones contra los Mambises, le dijeron injurias, y el gato sin poderse defender. Las autoridades respetuosas del reglamento judicial le mandaron a un cura, creo se llamaba Antolín, para que leyera sus últimas oraciones…”
Me imagino que el cura borrachón hablaba también el idioma de los gatos, entonces:
“…Aparece el juez, la sala estaba llena, no había nadie en la defensa del gato. Trajeron un descarado que decía que él hablaba el idioma de los gatos, pidió una bota de vino, que era para enjuagarse la garganta, y empezó: miaassuu,fffuuuffi, rarara, y cuarenta cosas más…El juez al darse cuenta que era un descarado, lo mandó para la prisión y con la condena de pagar por el vino que se había tomado. El juez iba a dictar sentencia, queriendo decirle…te pusiste fatal…”.
En ese momento llega un señor bien vestido, y le dice al juez, como es natural después de poner con disimulo una bolsa con unas cuantas monedas en su vestimenta:
“Mi gato no es Mambí, el ha acabado con los ratones Mambises que se atrevían entrar en nuestra humilde casa. Mi mujer se encuentra enferma, después de lo pasado en el hogar, a la pobre le han dado como cincuenta cocimientos diferentes. El juez volvió a mirar la bolsa. Se juzgo nuevamente al ex-gato mambí y salió absuelto…”
La narración termina cuando:
“…El gato vuelve para la casa y no mataba ni a las hormigas. La vivienda se les llenó de ratones mambises, cucarachas y cuanto animalejo podía caminar. Murió dos semanas después de un ataque del corazón, eso fue lo que dijeron. El sinvergüenza del cura Antolín, fue el que despidió el duelo…”
Esta es a grandes rasgos una versión del cuento “El entierro del gorrión” pero que también pudiera ser la de ”El gato glotón”
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