A mediados de febrero del
2014, coincidiendo con el Día de los Enamorados, del amor, de la amistad; en
fin, el San Valentín Day, se desarrollaron algunos acontecimientos de
diverso signo: Un día antes se inauguraba la 23ª. Feria Internacional del Libro
de La Habana. En
los cines de estreno se pasaba el último filme de Ernesto Daranas “Conducta”,
mientras en un partido de beisbol entre Villa Clara y Matanzas por el primer
lugar en la 53ª. Serie Nacional de Pelota, se escenificaba el más violento y
bochornoso espectáculo que jamás hayamos contemplado en los últimos tiempos.
El enemigo, siempre atento
a todos nuestros éxitos y virtudes se encargó de distribuirlo en la red de
redes, porque “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Pero, como
agua pasada no mueve molino, obviaremos todo lo que se ha discutido publicado y
regulado a partir de la conducta impropia que lamentablemente se escenificó en
el terreno de pelota.
Cuanto a la película que
invita a la reflexión, ha calado hondo y las enormes colas que aún se mantienen
en las salas de cine para disfrutarla o rememorarla, dan fe de su impacto en la
ciudadanía.
La Feria, considerada el evento cultural más abarcador del año en nuestro
país, una vez más acaparó la atención en el recinto ferial Morro-Cabaña entre
otras sedes y en estos momentos se amplia al resto de las provincias.
Precisamente coincidiendo
con esto, la lectura de un viejo y amarillento libro me hacía reflexionar sobre
la conducta humana. Se trata de “Cualquier tiempo pasado fue…” donde los puntos suspensivos
no indican el género literario de la obra, sino la duda de que el proceder en dichos
tiempos fueran mejores o peores.
Eran estampas costumbristas
escritas por Eduardo Robreño en 1979 y dedicadas a la memoria de Emilio Roig de
Leuschering para Letras Cubanas. Curiosamente el primer capítulo iba dedicado a
“Esquinas de La Habana” como por
ejemplo: --La esquina del pecado (Galiano y San Rafael). La esquina caliente (San
Lázaro e Infanta), o -La
Esquina de Toyo--, la más próxima a mi lugar de residencia en
las intersección de las calzadas de (Luyanó y Jesús del Monte).
Debo aclarar a las jóvenes
generaciones que la Esquina
del Pecado se correspondía con la antigua zona de tolerancia en los alrededores
del Ten Cent de Galiano y la Esquina
caliente, muy cerca de la
Universidad de La
Habana tomó su nombre al escenificarse allí calienticas “tánganas”
estudiantiles contra la represión oficial y los desgobiernos al uso en la
seudo-republiquita de antaño.
Algunas de esas esquinas--por
no generalizar—se han esfumado como la del pecado, al desaparecer las
condiciones que la provocaron, otras –más bulliciosas--han proliferado al
provocarse encendidos debates de carácter deportivo como en el caso de las actuales
esquinas calientes.
Sin embargo, la pacífica
Esquina de Toyo, va cambiando su imagen dada la concomitancia entre explosión
demográfica capitalina en el municipio más poblado del país y la nefasta
extensión de indisciplinas sociales ante la desidia y la inercia de una buena
parte de la población y sus instituciones.
Para el ciudadano común, ese
de a pie—le resulta casi imposible allí en Toyo--hacer la jugada perfecta y
capturar un P-9 en la hora pico, y si logra cogerle el tiempo al pitcher-conductor
para adelantar una base o anotarle en pisa y corre; después tiene que forcejear
en la mismísima puerta con el corredor que subió antes para que no le cuelguen
el cero y quedar en dicha esquina con la carabina al hombro.
Pido disculpas por utilizar
términos beisboleros para describir una escena de la violencia cotidiana que
nos afecta y compromete a todos. A ese trabajador que debe llegar en tiempo a su
empleo y cumplir con el compromiso establecido en el reciente Congreso de la CTC; o ese “viejito” que se
enfrenta a la adversidad sobre ruedas con su impotente bastón en ristre, para
no perder el turno en la consulta del geriatra. ¿Y qué me dicen de esa señora que
se dirige al pediatra con su niño en brazos? ¿Por qué tiene que sufrir la
violencia de género, al emprender una carrera compitiendo con jóvenes mejor
dotados y sin impedimenta alguna para alcanzar su meta –tal vez el P-6—que paró
a unos 100 metros después de la P
de parada?
Los escépticos, que siempre
los hay, deben saber que la profusión de boteros en vez de paliar la situación;
además de encarecerla, la complica, pues resulta suicida cruzar la calzada
entre almendrón y almendrón, no solo por la velocidad que despliegan sino por
su frecuencia: Aproximadamente medio centenar por cada ómnibus per cápita.
Pero la cosa se extiende más
allá de la agitada esquina y se agudiza con las indisciplinas sociales que lo
mismo se manifiestan con actos que con palabras—unos violatorios del ornato y
la salubridad no pocas veces causantes de brotes de dengue o de cólera, otros
con palabrotas más sucias todavía, que producen otro tipo distinto de cólera.
Lo que resulta paradójico
es que dichas conductas coincidan con una población cada vez más CULTA—pido
disculpas por utilizar mayúsculas, pero se me fueron—ya que contamos con instituciones
educativas y científico-técnicas a todo lo largo y ancho del país, las cuales
son tomadas como ejemplo en el mundo entero. Contamos además con la más intensa
campaña de orientación ciudadana jamás vista antes en nuestro país, con el
ejemplo de nuestros héroes y mártires…En fin ¿Será verdad eso de que nosotros
los cubanos, o no llegamos o nos pasamos?
Soy y siempre he sido
amante de deporte de las bolas y los strikes, incluso una buena parte de mi
actividad periodística la he desarrollado en las páginas deportivas de nuestra
prensa formando parte del staff fundador de a revista LPV en el otoño de
1961, donde publiqué mi primer personaje humorístico bajo e título de “Hiperbolo”.
Por tanto sería incapaz de criticar la sana pasión que el deporte o el beisbol en
particular, despiertan en todo nuestro pueblo, incluyendo a menda.
Nunca he visto en Cuba
tantas esquinas calientes a todas horas del día y de la noche. La afición
responde llenando de bote en bote los estadios en cada una de las instalaciones
donde se escenifican los desafíos. La algarabía desbordante de congas, olas, y
otras manifestaciones de participación colectiva así lo testifica en las
gradas.
Pero eso no da derecho a
tirar objetos al terreno o saltar al mismo para interrumpir el juego, gritar
obscenidades y ofender a peloteros o árbitros. En fin, estas son conductas
coincidentes con otras que ya forman parte de nuestras insoportables vivencias
cotidianas. En mi modesta opinión, de la indisciplina social al delito no va
más que un paso. Es hora ya de que el pitcher se vire a primera para evitar que
el corredor le salga impunemente al ROBO—que es un delito, no una indisciplina
social--. Y pido perdón por estas otras mayúsculas que se me escaparon…
intencionalmente.
Mientras… Entre conductas y
coincidencias, hablemos menos del juego de pelota y dediquemos más tiempo a otros
temas mucho más serios. Si importante es dedicarle atención al VIP del otro, mucho más lo es el PIB nuestro
de cada día.
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