En
primer lugar, me sumo a los elogiosos comentarios que se han publicado sobre la
versión libre de Ernesto Padrón y su equipo de animación del ICAIC al “Meñique”
de nuestro Martí, ahora en 3D. Podría agregar que nos hemos quedado cortos,
pues la colosal respuesta del público a su estreno durante este mes en las
pantallas de todos los cines da muestra de ello. No fue una sorpresa para mi; más
de un lustro de esfuerzo y dedicación con enormes limitaciones que tamaña
empresa constituía para el dibujo animado cubano —sobre todo con las
tecnologías de punta—a pesar del alto valor estético demostrado en sus 55 años
de vida y sobre todo por serle dedicada la obra al maestro de maestros Tulio Raggi.
Aprovecho
pues esta oportunidad para solicitarle al colega la autorización de ilustrar
estas reflexiones con algunos fotogramas tomados de dicha película, ya que nos
referiremos a los orígenes del personaje Meñique y su relación con la
personalísima versión martiana.
Hagamos
un poco de historia:
En
tiempos remotos la sabiduría popular se sustentaba en la transmisión oral.
Cuenteros y juglares desanduvieron los caminos durante siglos con sus fábulas y
leyendas a cuestas. Durante mucho tiempo después, pendolistas y escribanos
continuaron la tarea de documentar dichas historias a mano limpia hasta que
la imprenta revolucionó la lectura como parte integral de la Ilustración, masificando
los conocimientos y la curiosidad tomó nuevas dimensiones. Así surgió un sector
de la sociedad formado por escritores que se dedicaron de por vida a la
profesión literaria como medio de subsistencia, promoviendo aquellos cuentos de
hadas con seres fantásticos que fueron incluso traducidos a otros idiomas como
en el caso de los hermanos Perrault franceses (Claudio (1613-1688) y Carlos
(1628-1703); o los hermanos Grimm (Guillermo Carlos (1786-1854) y Jacobo Luis (1785-1863)
de origen alemán. Sumemos también al inglés Charles Dickens (1822-1870) autor
de las novelas “David Copperfield” y “Las aventuras del Sr. Pickwick” entre
otros tantos, o al prolífico Hans Christian Andersen de Dinamarca nacido el 2
de abril de 1805 quien acumuló mas de 160 cuentos famosos como “El
patito feo”, “La sirenita” y “El soldadito de plomo”, e incluso se
le atribuye también otra adaptación del “Pulgarcito”. Por cierto el propio
Martí, en su versión libre reconoce la procedencia francesa de su Meñique
(Poucinet en francés que se traduce Pulgarcito en español)
del “desconocido” Edouard Laboulaye. Por lo pronto éste no aparece en la lista
de autores famosos.
Como
se puede apreciar entre el siglo XVII y el XIX proliferó este tipo de escritor
dedicado casi por entero a producir cuentos fantásticos y de hadas provenientes
de fábulas o hechos verídicos como el ocurrido el 26 de agosto de 1284—según
aclara internet--en un pequeño pueblo germano que dio origen a la leyenda de “El
flautista de Hamelin”
también adaptado por los hermanos Grimm.
también adaptado por los hermanos Grimm.
El
caso de nuestro José Martí no es el mismo. De ahí mi interés por aclarar algunos
aspectos esenciales que lo convierten en el más universal de los cubanos.
En
su febril actividad como fundador del Partido Revolucionario Cubano que aglutinó
las diezmadas fuerzas del Zanjón, y la colosal tarea de organizar la Guerra
Necesaria contra el colonialismo español y las apetencias de la Doctrina Monroe
por la “fruta madura”, Martí se vio perseguido por agentes secretos de la
Metrópoli y los propios de la Pinkerton yanqui. Febrilmente recaudó fondos, dictó
conferencias, organizó colectas, ejerció como traductor, periodista y
representante diplomático de países de Nuestra América –como él mismo nos
definió—pero no sólo en estas tareas, sino para su propia subsistencia en un
medio hostil. Sobre todo a fines del siglo XIX, cuando comprobó estar viviendo
en el monstruo y conocerle sus entrañas.
La
sintética cronología que ahora les presento a seis meses exactos de que saliera
a la luz pública en Nueva York el primer número de LA EDAD DE ORO con su “Meñique”
para niños y niñas demostrará el colosal esfuerzo desplegado por el Maestro en
1889.
ENERO: para supervivir
Martí se compromete a remitir dos crónicas quincenales al periódico uruguayo LA
OPINIÓN PÚBLICA. FEBRERO: En dos cartas fechadas este mes anuncia la próxima
salida de su traducción a “Lalla Rookh” con ilustraciones
magnas y la segunda edición de su “Ramona”, lo que demuestra una vez
más su prestigio de traductor. MARZO:
Es ratificado como corresponsal en Nueva York del diario mexicano EL PARTIDO
LIBERAL por su director Apolinar Castillo; a su vez mantiene polémica en EL
AVISADOR HISPANOAMERICANO sobre Antonio Bachiller y Morales respondiendo a
diatribas recientemente publicadas en LA HABANA ELEGANTE. En este mismo mes realiza
otras traducciones a fin de sufragar sus gastos más perentorios y publica en THE
EVENING POST de Nueva York uno de sus más radicales trabajos titulado “Vindicación
de Cuba” como respuesta a las ofensivas ideas anticubanas en THE
MANUFACTURER” de Filadelfia. ABRIL: Había
acariciado la idea de publicar un periódico en inglés a favor de la Independencia
con su personal estilo ante el pueblo norteamericano, pero desiste de la idea
por falta de recursos. Sin embargo publica en el folleto “Cuba y Estados Unidos” otra
contundente respuesta a la ofensiva anticubana de la prensa yanqui. MAYO: Al conocer de la próxima fundación
por Rafael Serra de la sociedad “La Liga” con propósitos patrióticos
y educacionales, se suma a la idea que tomará cuerpo en 1890.
¿Cómo
es posible que con toda esa carga de proyectos, contra viento y marea,
carencias económicas y responsabilidades de carácter profesional, nuestro
Apóstol de la independencia pudiera acometer la colosal tarea de escribir
íntegramente LA EDAD DE ORO desde julio hasta octubre de ese año, cuatro
ediciones en total, y la interrumpió, no por falta de interés o disposición,
sino por discrepancias con el editor brasileño Da Costa Gómez?
Es
por ello que cualquier comparación con los escritores europeos antes
mencionados no pretenda minimizarlos--todo lo contrario--situarnos en una
posición equidistante, y valorar las condiciones en que unos y otros tuvieron
que desempeñarse para lograr sus propósitos. Al valorar la versión martiana del
Meñique
me apoyo en algunos criterios que comparto y que aparecen en el trabajo “Para
que el mundo sea la esperanza” de Luis Toledo Sande, publicado con
fecha 8 de agosto de 2014 en la revista BOHEMIA. Y finalizo citando los
siguientes párrafos dedicados a Martí:
“…Cuando
buscó fuentes en otros autores, lo hizo con el poder de originalidad que le permitía
transformar artísticamente cuanto pasaba por su palabra, escrita u oral. Al
interpretar “La Ilíada”, traducir una fábula, replantear una idea sobre el
contraste entre la muerte de un príncipe y de un hijo de familia pobre, recrear
una leyenda o dar vida raigalmente nueva a un Pulgarcito que el mueve de un
extremo a otro de la mano para convertirlo en Meñique, reafirma que en su caso,
la originalidad iba más allá de querer ser diferente. Él lo era por fidelidad
al criterio de que escribir es sentir y siempre que se escribe con maestría y
desde el sentimiento legítimo, se es original, raigal. (…) Su Meñique y su gigante
difieren de los que llenaban textos en que se hacía al público infantil—como
señaló Herminio Almendros en su estudio del tema a propósito de “La Edad
de Oro”—asistir al espectáculo de ogros que devoraban niños, a veces en
actos propiciados por los padres de las víctimas. En el Meñique y el gigante de
la sembradora revista ha habido razones para percibir una prefiguración del
David y el Goliath que Martí empleó como símbolos en su testamentaria carta a
Manuel Mercado…”
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