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15 ago 2014

LA GRANDEZA DE NUESTRO MEÑIQUE


En primer lugar, me sumo a los elogiosos comentarios que se han publicado sobre la versión libre de Ernesto Padrón y su equipo de animación del ICAIC al “Meñique” de nuestro Martí, ahora en 3D. Podría agregar que nos hemos quedado cortos, pues la colosal respuesta del público a su estreno durante este mes en las pantallas de todos los cines da muestra de ello. No fue una sorpresa para mi; más de un lustro de esfuerzo y dedicación con enormes limitaciones que tamaña empresa constituía para el dibujo animado cubano —sobre todo con las tecnologías de punta—a pesar del alto valor estético demostrado en sus 55 años de vida y sobre todo por serle dedicada la obra al maestro de maestros Tulio Raggi.
Aprovecho pues esta oportunidad para solicitarle al colega la autorización de ilustrar estas reflexiones con algunos fotogramas tomados de dicha película, ya que nos referiremos a los orígenes del personaje Meñique y su relación con la personalísima versión martiana.
 Hagamos un poco de historia:
En tiempos remotos la sabiduría popular se sustentaba en la transmisión oral. Cuenteros y juglares desanduvieron los caminos durante siglos con sus fábulas y leyendas a cuestas. Durante mucho tiempo después, pendolistas y escribanos continuaron  la tarea de documentar dichas historias a mano limpia hasta que la imprenta revolucionó la lectura como parte integral de la Ilustración, masificando los conocimientos y la curiosidad tomó nuevas dimensiones. Así surgió un sector de la sociedad formado por escritores que se dedicaron de por vida a la profesión literaria como medio de subsistencia, promoviendo aquellos cuentos de hadas con seres fantásticos que fueron incluso traducidos a otros idiomas como en el caso de los hermanos Perrault franceses (Claudio (1613-1688) y Carlos (1628-1703); o los hermanos Grimm (Guillermo Carlos (1786-1854) y Jacobo Luis (1785-1863) de origen alemán. Sumemos también al inglés Charles Dickens (1822-1870) autor de las novelas “David Copperfield” y “Las aventuras del Sr. Pickwick” entre otros tantos, o al prolífico Hans Christian Andersen de Dinamarca nacido el 2 de abril de 1805 quien acumuló mas de 160 cuentos famosos como “El patito feo”, “La sirenita” y “El soldadito de plomo”, e incluso se le atribuye también otra adaptación del “Pulgarcito”. Por cierto el propio Martí, en su versión libre reconoce la procedencia francesa de su Meñique (Poucinet en francés que se traduce Pulgarcito en español) del “desconocido” Edouard Laboulaye. Por lo pronto éste no aparece en la lista de autores famosos.
ACLARACION NECESARIA
Como se puede apreciar entre el siglo XVII y el XIX proliferó este tipo de escritor dedicado casi por entero a producir cuentos fantásticos y de hadas provenientes de fábulas o hechos verídicos como el ocurrido el 26 de agosto de 1284—según aclara internet--en un pequeño pueblo germano que dio origen a la leyenda de “El flautista de Hamelin
también adaptado por los hermanos Grimm.
El caso de nuestro José Martí no es el mismo. De ahí mi interés por aclarar algunos aspectos esenciales que lo convierten en el más universal de los cubanos.
En su febril actividad como fundador del Partido Revolucionario Cubano que aglutinó las diezmadas fuerzas del Zanjón, y la colosal tarea de organizar la Guerra Necesaria contra el colonialismo español y las apetencias de la Doctrina Monroe por la “fruta madura”, Martí se vio perseguido por agentes secretos de la Metrópoli y los propios de la Pinkerton yanqui. Febrilmente recaudó fondos, dictó conferencias, organizó colectas, ejerció como traductor, periodista y representante diplomático de países de Nuestra América –como él mismo nos definió—pero no sólo en estas tareas, sino para su propia subsistencia en un medio hostil. Sobre todo a fines del siglo XIX, cuando comprobó estar viviendo en el monstruo y conocerle sus entrañas.
La sintética cronología que ahora les presento a seis meses exactos de que saliera a la luz pública en Nueva York el primer número de LA EDAD DE ORO con su “Meñique” para niños y niñas demostrará el colosal esfuerzo desplegado por el Maestro en 1889.
ENERO: para supervivir Martí se compromete a remitir dos crónicas quincenales al periódico uruguayo LA OPINIÓN PÚBLICA. FEBRERO: En dos cartas fechadas este mes anuncia la próxima salida de su traducción a “Lalla Rookh” con ilustraciones magnas y la segunda edición de su “Ramona”, lo que demuestra una vez más su prestigio de traductor. MARZO: Es ratificado como corresponsal en Nueva York del diario mexicano EL PARTIDO LIBERAL por su director Apolinar Castillo; a su vez mantiene polémica en EL AVISADOR HISPANOAMERICANO sobre Antonio Bachiller y Morales respondiendo a diatribas recientemente publicadas en LA HABANA ELEGANTE. En este mismo mes realiza otras traducciones a fin de sufragar sus gastos más perentorios y publica en THE EVENING POST de Nueva York uno de sus más radicales trabajos titulado “Vindicación de Cuba” como respuesta a las ofensivas ideas anticubanas en THE MANUFACTURER” de Filadelfia. ABRIL: Había acariciado la idea de publicar un periódico en inglés a favor de la Independencia con su personal estilo ante el pueblo norteamericano, pero desiste de la idea por falta de recursos. Sin embargo publica en el folleto “Cuba y Estados Unidos” otra contundente respuesta a la ofensiva anticubana de la prensa yanqui. MAYO: Al conocer de la próxima fundación por Rafael Serra de la sociedad “La Liga” con propósitos patrióticos y educacionales, se suma a la idea que tomará cuerpo en 1890.
¿Cómo es posible que con toda esa carga de proyectos, contra viento y marea, carencias económicas y responsabilidades de carácter profesional, nuestro Apóstol de la independencia pudiera acometer la colosal tarea de escribir íntegramente LA EDAD DE ORO desde julio hasta octubre de ese año, cuatro ediciones en total, y la interrumpió, no por falta de interés o disposición, sino por discrepancias con el editor brasileño Da Costa Gómez?
Es por ello que cualquier comparación con los escritores europeos antes mencionados no pretenda minimizarlos--todo lo contrario--situarnos en una posición equidistante, y valorar las condiciones en que unos y otros tuvieron que desempeñarse para lograr sus propósitos. Al valorar la versión martiana del Meñique me apoyo en algunos criterios que comparto y que aparecen en el trabajo “Para que el mundo sea la esperanza” de Luis Toledo Sande, publicado con fecha 8 de agosto de 2014 en la revista BOHEMIA. Y finalizo citando los siguientes párrafos dedicados a Martí:
“…Cuando buscó fuentes en otros autores, lo hizo con el poder de originalidad que le permitía transformar artísticamente cuanto pasaba por su palabra, escrita u oral. Al interpretar “La Ilíada”, traducir una fábula, replantear una idea sobre el contraste entre la muerte de un príncipe y de un hijo de familia pobre, recrear una leyenda o dar vida raigalmente nueva a un Pulgarcito que el mueve de un extremo a otro de la mano para convertirlo en Meñique, reafirma que en su caso, la originalidad iba más allá de querer ser diferente. Él lo era por fidelidad al criterio de que escribir es sentir y siempre que se escribe con maestría y desde el sentimiento legítimo, se es original, raigal. (…) Su Meñique y su gigante difieren de los que llenaban textos en que se hacía al público infantil—como señaló Herminio Almendros en su estudio del tema a propósito de “La Edad de Oro”—asistir al espectáculo de ogros que devoraban niños, a veces en actos propiciados por los padres de las víctimas. En el Meñique y el gigante de la sembradora revista ha habido razones para percibir una prefiguración del David y el Goliath que Martí empleó como símbolos en su testamentaria carta a Manuel Mercado…”

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