Tal
vez resulte curioso este título; trataremos de explicarlo a continuación:
Aún
no se habían apagado los fuegos artificiales ni el jolgorio de las parrandas
sanjuaneras en Remedios y la Gala por sus 500 años de existencia, cuando resuenan
en nuestros oídos los compases de “…Santiago, cuna y pan…” en la voz
de Pedro Luis Ferrer, como anticipo a otro medio milenio memorable: El de
Santiago de Cuba, con su bien ganada fama de rebelde ayer, hospitalaria hoy y
alegre siempre, de ahí que entre los símbolos que desfilan por sus calles en
estos días promocionales se encuentre un simpático personaje, no sabemos si
salido del evangelio o del más puro y jocoso sainete criollo: EL Apóstol
Santiago.
De
ahí que nos detengamos en otro de los símbolos de su resistencia: La primera Catedral
de Cuba y sus avatares a partir de aquel humilde templo construido de guano y
madera, cuando se fundó la séptima villa en honor a dicho personaje--Santiago el
Apóstol--aunque el título eclesiástico no le
fuera reconocido a la villa por el Papa Adriano VI hasta el 28 de abril
de 1522.
Cuatro
años más tarde fue destruida por un incendio y en 1528 se comenzó un templo de
cal y canto con techos de madera y tejas. Esta obra quedó concluida en 1555. Aclaramos
que como toda iglesia antigua, en esta catedral se iniciaron los enterramientos
desde su fundación, entre ellos está el de Don Diego Velázquez de Cuellar,
conquistador y colonizador de la isla de Cuba fallecido un año antes. Pero
la historia de Santiago de Cuba y su iglesia es mucho más trágica: Corsarios y
piratas atacaron la villa y saquearon su templo mayor durante los siglos XVI y
XVII. Reducida a cenizas por los franceses en 1586 y 1603; además, filibusteros
holandeses provenientes de Curazao la asaltaron en 1635; en 1662 y el pirata
inglés Christopher Myngs la despojó hasta de sus campanas, dejando el recinto
tan deteriorado que resultaba imposible dar misa después. Por falta de recursos
la reparación del inmueble no se inició hasta 1675 y se terminó cinco años después
gracias a las limosnas de los feligreses.
Pero
no fue el pillaje su único enemigo: A estas calamidades se sumaron las de
origen natural, en 1678 un fuerte temblor de tierra dejó en ruinas su capilla
mayor y un nuevo movimiento telúrico asoló la ciudad en junio de 1766,
destruyendo la nave central, pero pudo seguir funcionando a medias al conservar
sus paredes el edificio principal. Varias décadas transcurrieron hasta que las
autoridades de la Metrópoli emprendieran dichas obras.
Entre
1800 y 1803 otros temblores inutilizaron por completo el inmueble y los
servicios religiosos tuvieron que trasladarse a otras dos iglesias. Un nuevo
edificio fue autorizado en 1806, pero por falta de fondos se comenzaron las
obras cuatro años más tarde. Esta vez se tuvo en cuenta cimientos y estructuras
más fuertes, la cuarta y actual catedral quedaría terminada y bendecida el 24
de abril de 1818.
La
edificación se orientó de norte a sur para que su entrada principal quedara
hacia el frente de la Plaza de Marte y el camposanto se trasladó en 1827 hacia
el recién construido de Santa Ana, alejado del centro de la ciudad. En octubre
de 1853 se acometió su rehabilitación concluida un año después y en el siglo XX
convertido ya en Basílica Menor comenzó su restauración con motivo del 400
aniversario de la villa.
Esta
gran remodelación concluyó en 1922 con la colocación de las estatuas de Cristóbal
Colón y el Padre de las Casas, más un bello arcángel encima del frontón.
Pinturas murales y nuevos decorados engalanaron el interior del inmueble mientras se transformó el exterior, dando lugar a su
actual aspecto neoclásico.
Santiago
soportó un último embate de gravedad el 3 de febrero de 1932 con otro terremoto
y cientos de réplicas en los días siguientes.
Durante
la época republicana se acometieron obras de restauración a menudo y el 16 de
enero de 1958 fue declarada Monumento Nacional. Al triunfo de la Revolución
esta voluntad política se ha mantenido hasta el día de hoy en que celebramos
sus 500 años de vida. La última afectación que sufrió el inmueble se produjo
recientemente con el ciclón Sandy junto con el resto de la ciudad, motivando la
movilización de todo el pueblo con el resultado que hoy se vea más linda que
nunca.
Gran
parte de estos datos fueron tomados de la colega Marta Matamoros en su sección “Correspondencia”
de la revista BOHEMIA en el No. 2 de su Año 95.
Como
si todo esto fuera poco, recordemos que la primera obra lírica de nuestro
Parnaso, original del poeta canario Silvestre de Balboa, se inspiró en la
reacción popular de los santiagueros contra el pirata francés Gilberto Girón,
quien furioso por no hallar suficientes riquezas en el vecindario tomó venganza
del templo y sus reliquias, descabezando la imagen de la Vírgen María entre
otras barbaridades. Por ultimo decide secuestrar al obispo Juan de las Cabezas Altamirano
para pedir rescate por su vida. El hecho ocurrido en abril de 1603 culmina en
el enfrentamiento con rescatistas bayameses entre los cuales figuraba el
esclavo Salvador Galomón quien al fin da muerte al sanguinario filibustero.
Pero
regresemos al simpático personaje que hoy transita por las calles de Santiago
de Cuba caracterizando a quien le diera nombre a la ciudad, el Apóstol Santiago.
La
catedral de Santiago de Cuba está sin lugar a dudas emparentada con la de Santiago
de Compostela desde sus inicios: Una criollísima y la otra gallega por los
cuatro costados, ambas le rinden honores a un mismo personaje: Santiago Apóstol
y nada menos que en vísperas de una misma fecha: Una el 25 y la otra el 26 de
julio.
La
cubana surge como resultado de una aventura marinera y la conquista de un Nuevo
Mundo por la cruz y por la espada, como se consignaba en época de creyentes e
infieles, es decir conquistados y conquistadores. Más tarde resucita al calor
de una Revolución reivindicativa de los valores humanos.
Pues
bien la Catedral de Santiago de Compostela, también tuvo su historia, pero surgió
mucho antes que la nuestra:
Comenzó
su construcción en 1075—es decir, celebra 940 años en vez de nuestros 500 --pero
la obra arquitectónica se realizó en tres etapas. Durante el reinado de Alfonso
VI y el mandato del obispo diego Peláez, por los arquitectos Bernardo el Viejo
y Roberto, quienes trabajaron diez años erigiendo la cabecera. Disputas entre
la Iglesia y el Estado paralizaron las obras a partir de 1088 y la construcción
se reanudó en 1100 tras la elección de un nuevo obispo--Diego Gelmírez--quien
contrató al maestro Esteban.
Durante
esta segunda etapa que duró 22 años, se construyeron casi todas las naves. El
último lapso constructivo comenzó en 1168, cuando el maestro Mateo se hizo cargo
de las obras y culminó el pórtico de la Gloria y la cripta que le servirá de
soporte 20 años después. Las obras finalizaron en el año 1211 a manos de los
discípulos del maestro Mateo.
Como
ven transcurrieron 440 años entre la inauguración de esta maravilla de la
arquitectura gótica, en medio del boato imperial español y nuestro humilde
templo de guano y tablas, pero que a pesar de su endeblez ha resistido los
embates de piratas, corsarios, ciclones y terremotos de diversas escalas y
valores, hasta la heroica hazaña de la Generación del Centenario, como fiel
reflejo de quien fuera su inspirador--el Apóstol Santiago.
Y
ustedes mis fieles vecinos se preguntarán:
--¿De
dónde saco yo estos cuentos?
A
lo que les respondo como diría Pánfilo:
--Eso
será otra historia…Otra historia.
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