El
pasado 31 de diciembre mi hija Elsie y yo fuimos a despedir el Año Viejo en
casa de mi otro hijo Francisco Blanco Hernández y su esposa María Victoria
Valdés, ambos periodistas en activo, precisamente porque allí en los últimos
años acostumbrábamos a compartir la festividad con colegas del sector.
Esta
del 2015 tuvo un incentivo especial pues Luis Toledo Sande y su esposa
Liset-–ambos de BOHEMIA--llegaron con nuevos invitados, los portorriqueños,
Salvador Tió Fernández y su esposa Carmen Santiago Toledo.
De
entrada, el apellido Tió resultaba familiar a nuestros oídos por raíces independentistas
comunes; pero la personalidad de este locuaz, simpático y enciclopédico abogado
superó todas las expectativas. Hablamos de todo, del pasado y del presente, de
lo bueno y de lo malo, pero de repente la conversación derivó hacia el Beisbol,
pasatiempo nacional en ambos países.
Entre
hazañas, records, y estrellas del deporte, surgió el nombre del boricua Yuyo
Ruiz, que no era periodista, pelotero, ni comentarista deportivo; sin embargo
no resultó extraño para mí, con gran sorpresa para Salvador.
Resulta
que el tal Yuyo es un famoso numismático y anticuario fanático del beisbol que
había venido a Cuba unas 18 veces en busca de antigüedades o reliquias del
deporte y aproximadamente en los primeros años de este siglo XXI regresó a
instancia de los cubanos Marcelo Sánchez y Alberto Pestana siguiéndole las
huellas al jonrón que Babe Ruth bateara el 14 de diciembre de 1920 en el
Almendares Park de la Habana.
En
esta última visita, el coleccionista boricua enterado que durante años yo me
había dedicado a ilustrar las páginas deportivas de la revista FOTOS y del
periódico EL MUNDO con retratos a creyón de peloteros profesionales tanto
cubanos como estadounidenses, se interesó por comprarme dichas obras.
No
sé cómo, pero una buena noche se apareció en el Hotel Habana Libre Tryp donde habitualmente
yo—jubilado del sector periodístico--realizaba in situ caricaturas
personales a los huéspedes allí alojados.
Ante
su insistencia le respondí que no podía recordar la cifra exacta de aquellos
dibujos--posiblemente medio centenar--y que me diera unos días de plazo para
poder copiarlos en la Biblioteca Nacional u otras hemerotecas de la capital.
El
quedó sorprendido, pero yo, mucho más con su respuesta:
--Lo
siento yo soy coleccionista, solo compro originales.
Quedé
petrificado, pero saqué fuerzas para explicarle que no disponía de ninguno de
ellos porque en el periódico EL MUNDO las obras ya impresas quedaban
debidamente conservadas en su archivo fotográfico. Lamentablemente años después
el diario fue destruido por un voraz incendio.
Hasta
aquí llegó nuestro encuentro en los salones del emblemático hotel sito en 23 y
L a donde había acudido para entrevistarme. En compensación, el gentil
anticuario amablemente me obsequió el folleto autografiado, que escribiera
sobre le famoso jonrón de Babe Ruth en Cuba.
En
él se cuenta que el Bambino llegó de Cayo Hueso, desembarcando en el puerto de
La Habana junto a su esposa y que esa misma noche abandonó la suite del Hotel
Plaza donde se hospedaron, para acudir al frontón Jai Alai, y allí dejó sus
primeros $800.00 demostrando su verdadera afición.
En
aproximadamente un mes, parte de sus fabulosas ganancias las perdió en el
Frontón habanero y los miles de dólares libres de gastos que obtuvo del
contrato por jugar en Santiago de Cuba los dejó en los dados del propio Hotel
Casa Granda, pues regresó a la capital con solo 40 centavos en el bolsillo.
Estas
son solo unas de las pinceladas contadas en el folleto bilingüe con 32 páginas
en español y otras tantas en inglés.
Una
de las más interesantes de ellas reflejaba el comportamiento del jonronero
cubano Cristóbal Torriente, por el Club Almendares, quien se le adelantó a Babe
Ruth el día 6 de noviembre con tres cuadrangulares en un mismo desafío, lo cual
que le proporcionó lujosos regalos de la fanaticada enardecida. Entre ellos un
reloj de oro, 40 dólares que le lanzó el público al terreno por cada bambinazo
y más de doscientos tabacos cubanos.
Sin
embargo, el Bambino se despidió con el bambinazo que bateó en el primer inning
al veloz Isidro Fabré en el juego del día 14 que ganaron 7 a 3 los New York
Giants al Almendares.
Esa
pelota no solo fue adquirida a buen precio unos 80 y pico de años más tarde por
dicho coleccionista, sino que Yuyo Ruiz dejó constancia del hecho en su folleto
titulado “Visita del Bambino a Cuba, 1920” aquí representado.
Lo
curioso para mí es que según dicha monografía, Babe Ruth se despide de Cuba el
28 de noviembre de 1920. A diez años exactos del nacimiento en la Habana de
este improvisado cronista y seguro servidor que ya cuenta en Cuba con 85 años de
average.
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