Sólo
un octogenario como yo puede interpretar a cabalidad el sentido alegórico de
frases como ésta aludida al dinosaurio de Augusto Monterroso: “Cuando
despertó, sus torres gemelas no estaban ahí.” O esta otra referida al
tigre: “He causado tanto daño que ya no soy un animal.” Ambas del
amigo Fidel Antonio Orta dadas a conocer en ese inmenso bolsilibro de sólo 48
páginas donde cabían en una sola jaula 20 fábulas de animales para adultos o
viceversa--ocho de ellas ilustradas por mi--bajo el título de “El
rey de la selva” publicado por EDICIONES EXTRAMUROS de Ciudad de la
Habana en 2004.
En
dicha obra, el autor en un alarde de sencillez poética demostró que de casta le
viene al galgo pues--si hijo de gato caza ratón--el de Jesús Orta Ruiz, tenía
que ser obligatoriamente el rey de la selva.
Sólo
un octogenario como yo--con permiso de mis jóvenes y queridos vecinos--puede interiorizar
el sentimiento que motiva estas líneas, pero algo tenía que pegárseme de
aquella pequeña joya literaria que hoy repaso emocionado al comprobar que me
fue dedicada por su autor durante las actividades de la Feria del Libro de La
Habana en el 2005 con estas palabras:
“…A Blanquito:
Amigo-maestro, con la sinceridad de
un agradecimiento infinito. Te quiere y te abraza.
FIDEL (El rey de la selva)
Febrero 2005…”
Sólo
un octogenario caricaturista como yo puede haberse olvidado con el paso de los
años de los rasgos característicos de tu rostro, de tu afable trato, de tu
sincera sonrisa, de tu agilidad mental y resucitar recientemente durante el
programa de televisión “Con dos que se quieran…dos” en el
cual
su guionista y entrevistador Amaury Pérez Vidal incursionaba en tu vida
y tu obra, tanto en Cuba como en el extranjero.
Cuando
en el interrogatorio se mencionó allí “El rey de la selva” de Fidel Antonio
Orta fue que vinieron a reaccionar mis neuronas dormidas al recordarme aquellos
pequeños y sentidos dibujos con los cuales ilustré dicha obra inspirados en tus
poéticas metáforas para adultos—que yo rectifico ahora—para todas las edades.
Sólo
un octogenario como yo, arrebujado en su acolchonada butaca, podía sentir ese
extraño gozo de recordar aquellos tiempos en que ya jubilado de la prensa, EDICIONES
EXTRAMUROS pero sobre todo, su acuciosa editora Dulce María Sotolongo y el
maestro del diseño Roberto Casanueva me captaron para ilustrar algunas de esas
pequeñas joyas literarias como “El rey de la selva” (Fábulas para
adultos) tuyo o “El laúd de Celina y Reutilio” de Rafael Orta Amaro calificada
ésta como (Noveleta para niños) entre otros tantos proyectos igualmente
enriquecedores.
Sólo
un octogenario como yo podía tener el consuelo de disfrutar a plenitud las
inquisitivas provocaciones del entrevistador también de ilustre prosapia--hijo
de Consuelito y Amaury--pero más aún las respuestas matizadas por esos toques
de genuino humor criollo fijadas en el ADN familiar de un indio-poeta y por más
señas, naborí.
Solo un octogenario como yo, simple caricaturista que le dio vida y color en dicha portada a tan mínima odisea, podía sentir tal satisfacción. Vaya pues mi enhorabuena a Fidel Antonio Orta, ese--rey de la selva—quien ruge aún con simpatía a los interrogatorios de Amaury Jr. ante las cámaras y que melena al aire, se cruza de brazos sobre el tejado de una vivienda en la capital de todos los cubanos, para satisfacción de los lectores de un libro de bolsillo--pero a la vez grandioso en su salvaje sencillez.
Solo un octogenario como yo, simple caricaturista que le dio vida y color en dicha portada a tan mínima odisea, podía sentir tal satisfacción. Vaya pues mi enhorabuena a Fidel Antonio Orta, ese--rey de la selva—quien ruge aún con simpatía a los interrogatorios de Amaury Jr. ante las cámaras y que melena al aire, se cruza de brazos sobre el tejado de una vivienda en la capital de todos los cubanos, para satisfacción de los lectores de un libro de bolsillo--pero a la vez grandioso en su salvaje sencillez.
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