Bajo
ese mismo título publicamos la última propuesta de este blog ¡Ay, Vecino! a sus fieles vecinos
dedicada al 33º.aniversario de la Editorial Pablo de la Torriente, a
celebrarse el 12 de este mes. Pero quedaron aún asuntos por tratar. De ahí que
le incorporemos ese (2) al final de la frase.
Me
explico: Tuve el
honor de participar de aquellos extraordinarios esfuerzos de la UPEC por
rescatar el prestigio de la historieta como un género del arte-gráfico para
todas las edades y heredera de aquella inolvidable “Ediciones en colores”
de mediados de los años 60 en nuestro país.
Pero
también deseaba sugerir cierta proximidad a la obra periodística de Pablo de la
Torriente--tan breve y luminosa como el paso de un cometa por las páginas del
diario AHORA--en los convulsos años treinta del pasado siglo.
Ejemplos
como “La
isla de los 500 asesinatos” donde recoge sus memorias durante el
encierro en Isla de Pinos en 1934 y también en noviembre del propio año, en que
visita y escribe para el propio AHORA el famoso reportaje “Realengo 18” donde
denuncia el intento de desalojo a los campesinos del realengo y su viril rebeldía,
incluyendo el intento de asesinato del líder Lino Álvarez, así como la
insurrección de sus seguidores durante el juicio amañado y el fallo del
Tribunal Supremo que desató el enfrentamiento armado.
Pero
no sería justo limitarnos a dicho propósito. Otros muchos méritos habría que
recordar de nuestra querida editora.
Sin
embargo, quiero destacar una curiosidad: Aún después de muerto en combate el 19
de diciembre de 1936, Pablo de la Torriente, siguió dando que hablar: En 1937
recibió póstumamente el premio literario nacional “Justo de Lara” por su
artículo “Guajiros en Nueva York”. En
1938 se publica su obra “Peleando con
los milicianos.” Y dos años después—en 1940--es que se da a conocer, lo
que según mi opinión es un verdadero monumento al humorismo criollo con la obra
“Aventura del soldado desconocido cubano” criterio compartido
con su hermana Zoe.
Nacida
en diciembre de 1985 y aún gateando, la Editorial Pablo se propuso destacar la
obra periodística de la Revolución. Si no me equivoco, el libro que marcó ese
debut a lo largo de 1986 fue “Antes del
Moncada”, una recopilación histórica de Aldo Isidrón del Valle, con
artículos de Marta Rojas, Arturo Alape, Julio García Luis, Santiago Cardosa y
el propio Aldo.
Coincidente
con ese título de la Pablo en 1986 surgen otras con el mismo propósito y no
puedo olvidar “El médico de familia en
la Sierra Maestra” de Ciencias Médicas, un acopio de trabajos de históricos,
publicados por la colega Marta Rojas, que hoy adquiere actualidad con los
sucesos de Brasil y el desplante fascista del futuro presidente Bolsonaro
contra nuestros médicos.
Pero
también “Tiempos precursores” publicado
por Ciencias Sociales en 1986. Una
recopilación del colega Mario Mencía en órganos de prensa de la época, con lo
que recibiera el Premio Nacional de Periodismo “26 de Julio” de la UPEC.
De
“Tiempos Precursores” guardo un
infinito recuerdo por la dedicatoria que el propio autor me firmara, hace
exactamente 32 años: “A mi querido colega y compañero Blanquito, con todo el afecto de. M.
Mencía”.
Todo
esto me viene a la mente a partir del pasado día primero de diciembre en que
nuestra prensa divulgara el fallecimiento del querido Mario Mencía. Miembro de
la UPEC, de la UNEAC, de la Unión de Historiadores de Cuba, de la Asociación de
Historiadores de Latinoamérica y del Caribe, de la Unión de Historiadores de Cuba
y Premio Nacional de Historia.
Es pues un sentido recordatorio al prestigioso colega y de esas joyitas del periodismo cubano en los inicios de la PABLO aún balbuceante en 1986.
Es pues un sentido recordatorio al prestigioso colega y de esas joyitas del periodismo cubano en los inicios de la PABLO aún balbuceante en 1986.
Perdonen
si he saltado alguna que otra obra en el transcurso de estos 88 sagitarios y
marchitos años. Pero más maltratada aún, está mi colección de libros de consulta--víctimas
no solo del rey Kronos sino peor aún, del voraz apetito de insectos del orden
de los tisanuros--más
conocidos como polillas--quienes se han dado banquete con mi desordenado librero.
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