Apenas recién escapados con las maletas llenas del dinero del Tesoro, los golpistas batistianos, comenzaron a organizar las campañas mediáticas apoyadas por Washington, ejecutar los sabotajes de sus mercenarios infiltrados, correr las bolas de la Quinta Columna interna, y promover el éxodo masivo de los residentes en la Quinta Avenida de Miramar.
Las primeras medidas revolucionarias del programa del Moncada pusieron a temblar a los privilegiados, sobre todo la Ley de Reforma Agraria, que iba a las raíces del problema pues afectaba sus bienes raíces. Esta normativa caldeó el ambiente de los siquitrillados. Por eso, en la noche del 28 de septiembre, --hace ahora 49 años-- el discurso del líder de la Revolución frente al Palacio Presidencial, fue interrumpido varias veces por bombas que hacían detonar los enemigos del proceso.
El estruendo de los artefactos fue acallado por la atronadora respuesta de los miles allí congregados pidiendo a gritos comités de vigilancia cuadra por cuadra, y manzana por manzana. Así nacieron los Comités de Defensa de la Revolución.
Entre los que se sumaron en mi cuadra estuvimos mi esposa y yo. Pues los niños que gateaban no se consideraban aptos.
Por primera vez vencí el sueño en noches de vigilia tras la agotadora jornada laboral del día, y al siguiente, de nuevo para el curralo. Cuando se agudizaron las agresiones, los cederistas nos vestimos de milicianos:
Por primera vez tomé en fusil en mis manos y aprendí el arme y desarme preventivo; ante las catástrofes provocadas o naturales, no faltaron las donaciones de sangre.
Por primera vez sentí el orgullo de experimentar cómo mi sangre fluía por las arterias hacia un semejante más necesitado que yo. Cuando el Che exhortó al Trabajo Voluntario los fines de semana, tampoco me quedé en casa.
Por primera vez me monté en un camión para acudir masivamente junto con otros voluntarios a las labores agrícolas convocadas.
Por primera vez me vi cortando caña en medio del cañaveral, con el machete en la mano. Fui un asalariado en talleres tipográficos, y dibujante de prensa, --ambos oficios honorables--, pero, como cederista hice cosas por solidaridad que jamás había soñado.
Por primera vez me sentí parte indisoluble del pueblo. Compartir el sudor, las lágrimas o la sangre, sin otro estímulo que el deber cumplido hermana a los hombres, y…
Por primera vez no me sentí una mercancía.
Años después, en reconocimiento a estos “esfuerzos”, mi esposa y yo recibimos la Distinción Nacional como fundadores delos CDR, cuando en realidad los que estábamos en deuda éramos nosotros por la satisfacción del deber cumplido.
Los años del llamado período especial en la década de los noventa del siglo pasado, fueron traumáticos para todos. Las editoriales, y la prensa en general se vieron particularmente afectadas y solicité mi jubilación sencillamente porque no me sentía bien recibiendo un salario sin su correspondiente contrapartida.
En medio de tanta tragedia, la Coordinación Nacional de los CDR apoyada por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba , y ambas apadrinadas por sus dirigentes Juan Contino y Abel Prieto, solicitó que por mi experiencia en la especialidad, dirigiera una nueva publicación que abordara en forma amena pero crítica los más acuciantes problemas de la población. Así surgió la revista MI BARRIO, que se publicaba con frecuencia religiosa. Es decir: “Cuando Dios quiera”.
Desde el primer número (septiembre de 1996), en el que debutaron “Los Tutis” de Virgilio Martínez, se sumaron otros personajes ya populares, y temas novedosos como el secuestro del niño Elián, el fenómeno del jineterismo, las consecuencias de la doble moneda y la doble moral, la voluntad de resistir, la guapería marginal, la desidia generalizada, la aparición del flagelo del SIDA y otros males agudizados por la situación precaria del momento.
Al arribar a mis 50 Años de vida artística, en 1998 la organización de masas tuvo la delicadeza de programar en el barrio una velada artístico-cultural de homenaje, donde decenas de vecinos de la cuadra se reunieron para compartir la diversión, y la casa se me lleno de recuerdos, abrazos, y alegrías.
En estos días de septiembre y del recuento, los vecinos de MI BARRIO rendimos homenaje a aquellos que hombro con hombro nos repartimos la tarea de rescatar el género de la historieta en medio de la más profunda crisis editorial jamás sufrida por nuestro país.
Hasta septiembre de 2000 sólo se editaron ocho números, pero, los resultados valieron la pena.
Tuvimos valiosas colaboraciones del extranjero entre las que contamos con los argentinos Quino, Fontanarrosa y Langer; españoles de la talla de Vázquez de Sola, Rojas Mix, y Carlos Giménez, así como la de Will Eisner, el mítico autor norteamericano del “Spirit”.
Queremos rendir muy especial tributo a nuestros queridos ausentes-presentes, que estarán siempre en el recuerdo como los humoristas Núñez Rodríguez, Virgilio, Wilson, Betán, Muñoz Bachs, a los artistas del lente también fallecidos, Tito Álvarez y Félix Arencibia. Por último, a personalidades de la cultura, cuyas obras fueron objeto de versiones libres en las páginas de MI BARRIO. Vaya pues a Marcos Behmaras, el Indio Naborí, Onelio Jorge Cardoso, Dora Alonso, Wichy Nogueras y EL Che, nuestro eterno reconocimiento.
Las primeras medidas revolucionarias del programa del Moncada pusieron a temblar a los privilegiados, sobre todo la Ley de Reforma Agraria, que iba a las raíces del problema pues afectaba sus bienes raíces. Esta normativa caldeó el ambiente de los siquitrillados. Por eso, en la noche del 28 de septiembre, --hace ahora 49 años-- el discurso del líder de la Revolución frente al Palacio Presidencial, fue interrumpido varias veces por bombas que hacían detonar los enemigos del proceso.
El estruendo de los artefactos fue acallado por la atronadora respuesta de los miles allí congregados pidiendo a gritos comités de vigilancia cuadra por cuadra, y manzana por manzana. Así nacieron los Comités de Defensa de la Revolución.
Entre los que se sumaron en mi cuadra estuvimos mi esposa y yo. Pues los niños que gateaban no se consideraban aptos.
Por primera vez vencí el sueño en noches de vigilia tras la agotadora jornada laboral del día, y al siguiente, de nuevo para el curralo. Cuando se agudizaron las agresiones, los cederistas nos vestimos de milicianos:
Por primera vez tomé en fusil en mis manos y aprendí el arme y desarme preventivo; ante las catástrofes provocadas o naturales, no faltaron las donaciones de sangre.
Por primera vez sentí el orgullo de experimentar cómo mi sangre fluía por las arterias hacia un semejante más necesitado que yo. Cuando el Che exhortó al Trabajo Voluntario los fines de semana, tampoco me quedé en casa.
Por primera vez me monté en un camión para acudir masivamente junto con otros voluntarios a las labores agrícolas convocadas.
Por primera vez me vi cortando caña en medio del cañaveral, con el machete en la mano. Fui un asalariado en talleres tipográficos, y dibujante de prensa, --ambos oficios honorables--, pero, como cederista hice cosas por solidaridad que jamás había soñado.
Por primera vez me sentí parte indisoluble del pueblo. Compartir el sudor, las lágrimas o la sangre, sin otro estímulo que el deber cumplido hermana a los hombres, y…
Por primera vez no me sentí una mercancía.
Años después, en reconocimiento a estos “esfuerzos”, mi esposa y yo recibimos la Distinción Nacional como fundadores delos CDR, cuando en realidad los que estábamos en deuda éramos nosotros por la satisfacción del deber cumplido.
Los años del llamado período especial en la década de los noventa del siglo pasado, fueron traumáticos para todos. Las editoriales, y la prensa en general se vieron particularmente afectadas y solicité mi jubilación sencillamente porque no me sentía bien recibiendo un salario sin su correspondiente contrapartida.
En medio de tanta tragedia, la Coordinación Nacional de los CDR apoyada por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba , y ambas apadrinadas por sus dirigentes Juan Contino y Abel Prieto, solicitó que por mi experiencia en la especialidad, dirigiera una nueva publicación que abordara en forma amena pero crítica los más acuciantes problemas de la población. Así surgió la revista MI BARRIO, que se publicaba con frecuencia religiosa. Es decir: “Cuando Dios quiera”.
Desde el primer número (septiembre de 1996), en el que debutaron “Los Tutis” de Virgilio Martínez, se sumaron otros personajes ya populares, y temas novedosos como el secuestro del niño Elián, el fenómeno del jineterismo, las consecuencias de la doble moneda y la doble moral, la voluntad de resistir, la guapería marginal, la desidia generalizada, la aparición del flagelo del SIDA y otros males agudizados por la situación precaria del momento.
Al arribar a mis 50 Años de vida artística, en 1998 la organización de masas tuvo la delicadeza de programar en el barrio una velada artístico-cultural de homenaje, donde decenas de vecinos de la cuadra se reunieron para compartir la diversión, y la casa se me lleno de recuerdos, abrazos, y alegrías.
En estos días de septiembre y del recuento, los vecinos de MI BARRIO rendimos homenaje a aquellos que hombro con hombro nos repartimos la tarea de rescatar el género de la historieta en medio de la más profunda crisis editorial jamás sufrida por nuestro país.
Hasta septiembre de 2000 sólo se editaron ocho números, pero, los resultados valieron la pena.
Tuvimos valiosas colaboraciones del extranjero entre las que contamos con los argentinos Quino, Fontanarrosa y Langer; españoles de la talla de Vázquez de Sola, Rojas Mix, y Carlos Giménez, así como la de Will Eisner, el mítico autor norteamericano del “Spirit”.
Queremos rendir muy especial tributo a nuestros queridos ausentes-presentes, que estarán siempre en el recuerdo como los humoristas Núñez Rodríguez, Virgilio, Wilson, Betán, Muñoz Bachs, a los artistas del lente también fallecidos, Tito Álvarez y Félix Arencibia. Por último, a personalidades de la cultura, cuyas obras fueron objeto de versiones libres en las páginas de MI BARRIO. Vaya pues a Marcos Behmaras, el Indio Naborí, Onelio Jorge Cardoso, Dora Alonso, Wichy Nogueras y EL Che, nuestro eterno reconocimiento.
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