__________________________

__________________________
Mostrando entradas con la etiqueta efemérides. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta efemérides. Mostrar todas las entradas

19 jul 2016

NO SIEMPRE FUE JUSTA LA JUSTICIA



A veces veo a mis nietos y biznietos jugando frente a la computadora o su table y me sorprendo de los cambios que tan vertiginosamente ocurren en este mundo postmoderno de los drones, autos, y teléfonos inteligentes actuales, con la amenaza robótica de desplazar con androides a millones de obreros, que hipotética pero definitivamente  serán los futuros desempleados, y posibles consumidores de tanta pacotilla corporativa en el futuro.
A su edad, en mis tiempos—los mismos de Raúl y Fidel—era fanático de los muñequitos en colores que aparecían en los suplementos dominicales de los diarios de entonces. Uno de mis ídolos era el detective yanqui DICK TRACY, quien para perseguir a “los malos” dependía de un “ultramoderno” radio-reloj de pulsera donde se comunicaba con la jefatura para localizar a los delincuentes en medio de la “Ley Seca”, antecedente impensable en la actual Meca del narcotráfico.
Pero regresemos a Cubita la bella: Había otros “inventos” en casa de cualquier familia habanera, como la nevera de serpentín que orinaba por abajo igual que yo, pero con un líquido mucho más frío.
Se vivía al día y con susto. Pero se respetaba más aquella privacidad de la puerta de la calle solo protegida con un ganchito, o al mudarnos, dejar la llave al bodeguero de la esquina para que el futuro inquilino pudiera revisarla a gusto, además, nos fiara la mercancía y a fin de año hasta nos premiara con el “Aguinaldo” para que no permutáramos de bodega.
Se cocinaba con el carbón suministrado por un vendedor ambulante que halaba un mulo tan bruto como él. Hoy en día no se llora en el fogón producto del humo; sin embargo, gracias al hollín se podía correr a la puerta para tapar en la acera la caca del perro del vecino con la ceniza, y evitar con ello una multa del inspector que desde los tiempos de España, gravaba no al dueño de la mascota, sino a la víctima más cercana de eso tan maloliente, y que resultaba un gravamen injusto; es decir, lo que hoy conocemos como “una simple indisciplina social”.
Adoraba aquel detective chino que se las sabía todas gracias a su paciencia, pero que cada cual lo imaginaba a su manera pues se transmitía por radio, ya que la TV estaba en pañales antes de la Segunda Guerra Mundial y los televisores salieron al mercado tras la firma de la paz, cuando ya Chan Li Po había muerto.
Debo aclarar que todos esos cachivaches, eran producto del desarrollo industrial gracias a un cruel mecanismo que posteriormente se conoció como “obsolescencia programada”, para reducir la vida útil de los equipos, eternizar los adeudos y aumentar las utilidades con un consumismo galopante, pero volvamos a nuestro pasado personal.
 Vivíamos en un apartamento o casa alquilada del municipio 10 de Octubre, lo que daba derecho a disfrutarla hasta que el “viejo” quedara cesante y nos pusieran los muebles en la calle. Por suerte pudimos esquivar el desahucio y vivíamos en la capital, donde no depredaba la pareja de la guardia rural, ya que en esos predios lejanos el desalojo tiraba los trastes para la guardarraya a base del plan de machete.
Estamos hablando de leyes aplicables lo mismo a bienes raíces, bienes muebles, como bienes inmuebles; a tal punto que se puso de moda en la victrola de la esquina el bolero “Plazos traicioneros” Una melodía romántica y machista, pero bastante macabra de una realidad que castigaba a la mayoría, es decir los más indefensos. Precisamente en este aspecto quiero detenerme:
Fui vecino del Juzgado Municipal del Centro, situado en los altos de un moderno edificio casi frente al Cine del mismo nombre y que hoy arruina la vista de la Esquina de Toyo, donde ejercía el doctor Waldo Medina, popularmente conocido como “El Juez de los pobres”. cuya trayectoria se caracterizó precisamente por la defensa de las numerosas víctimas de un sistema que despojaba a los obreros cesantes de sus radios, sus lavadoras o sus televisores comprados a plazos, incluso faltándole solo una o dos mensualidades.
Más tarde, como linotipista del periódico EL MUNDO, tuve el placer de establecer amistad con él y de teclear algunos de sus artículos más urticantes sobre temas jurídicos. Debo aclarar que por aquellos días hacía mis “pininos” en el humor gráfico y le realice a Waldo una caricatura personal, muy de su agrado, pero que con el paso del tiempo se extravió entre las telarañas del baúl de mis recuerdos. Hoy hubiese podido digitalizara para el futuro.
Lo que no sabía entonces, me lo recordó el recientemente fallecido colega Juan Marrero, Vicepresidente de la Unión de Periodistas de Cuba, en el número (septiembre-octubre del 2000) del boletín ENFOQUE de la UPEC bajo el título de “Vínculos de malversadores y directivos de un periódico” donde me aclaró un suceso increíble.
Esta historia se mantuvo oculta por más de 47 años en su expediente, y en ella Medina puso en juego su condición de periodista-colaborador al negarse a servir como juez a los intereses corruptos de los dueños del diario en una causa ilegal, haciendo dejación de sus artículos.
Este hecho ocurrió 25 días antes del ataque al Cuartel Moncada, y consta en la carta-protesta dirigida al Colegio Nacional de Periodistas con fecha 1º. de julio de 1953 aparecida en dicho artículo y que obviamos en aras de la brevedad.
Por tanto no resultaba ocioso, hallar de nuevo al doctor Waldo Medina, prestando servicios en el Departamento Legal del INRA tras el triunfo de la Revolución en 1959, donde laboró siempre fiel a su pueblo y a las causas más justas, hasta su deceso hace exactamente 30 años, el 25 de agosto de 1986.
Sean estas líneas para recordar al Dr. Waldo Medina, quien abrazó la jurisprudencia con la integridad, y sacrificio, tan necesarios hoy como ayer; pero sobre todo, como reafirmación de esos dignos valores de luchar por la justicia y la equidad, presentes siempre en aquel joven abogado rebelde del Moncada, y autor de “La Historia me absolverá”, en fin a Nuestro Invicto Comandante en Jefe: Fidel Castro Ruz en su 90º.Aniversario.

10 feb 2016

EL BESO Y SUS INCÓGNITAS



En medio de las actividades por la celebración de la XXV Feria Internacional del Libro de la Habana (FIL), abordo con satisfacción una actividad insoslayable. Se trata del Día de los Enamorados—14 de febrero—y en esta ocasión quiero detenerme en una de sus manifestaciones más breve húmeda y sentida: El beso.
Según la prédica evangélica ese ósculo surgió en el mismísimo Paraíso entre frutas prohibidas y hojas de parra, para enredar en el Pecado Capital a nuestros padres fundadores Adán y Eva. Que fuera una manzana o una fruta bomba, me inclino por esta última, ya que la primera se considera silvestre en nuestro país.
Lo que si consta seriamente en los anales de la historia es que el beso se conoce desde tiempos inmemoriales, aunque se exprese de diferentes formas, incluso en pueblos originarios con parejas rozándose la nariz en vez de utilizar la boca.
En el Kamasutra, enciclopedia de la sexualidad india, se incluyen 30 contactos labiales distintos. Y tal vez al macedonio Alejandro Magno y sus campañas militares se deba la expansión del beso a la cultura greco-romana mucho antes de que Marco Polo descubriera la Ruta de la Seda.
Lo cierto es que en su devenir histórico, fuese considerado parte consustancial de la fornicación y por tanto víctima de la intolerancia y persecución del clero durante el oscurantismo medieval. A tal punto que el duque de Venecia, allá por el siglo XI, ordenó decapitar a su propio hijo por besar a una doncella en público sin antes contraer nupcias.
También cuenta el Evangelio que el beso de Judas Iscariote a Jesús de Nazareth, sirvió para identificarlo ante sus enemigos, por tanto puede representar también la traición y la muerte no el amor. Igualmente besos fúnebres se propinan algunos miembros de la mafia siciliana, tan divulgados en obras como “El padrino” de Mario Tuzo llevado al cine por Francis Ford Coppola.
Pero si trágicas han sido dichas consecuencias, muy diferente fue el aporte de los escritores clásicos infantiles como los hermanos Grimm, Perrault, Anderson y compañía, quienes impusieron aquellos fabulosos besos climatéricos que como ave fénix revivieran los príncipes encantados a sus respectivas “Cenicientas” o “Blanca Nieves”. A propósito, son antológicas dichas versiones de Walt Disney en dibujos animados para el cine.
A partir de aquí abordaremos el beso a una velocidad de 24 por segundo, pues tuvo su antecedente en aquella primera prueba del cinematógrafo con 120 años de antigüedad, cuando Thomas Alba Edison lo plasmara en su filme “The Kiss” de 1896 y parece que aquello creó adicción, pues a partir de entonces Hollywood impuso el besuqueo a troche y moche con algunos de ellos clásicos como el beso robado de Clark Gable a Scarlett O´Hara en “Lo que el viento se llevo” o el beso abúr en el aeropuerto de “Casablanca” entre Humphrey Bogart y Lauren Bacall durante la Segunda Guerra Mundial, o el beso pasado por agua entre el inmigrante Jack y la superviviente Rose mientras el “Titanic” se hundía en las tinieblas heladas del Atlántico; para poner solo tres ejemplos dramáticos, pues en la inmensa mayoría de los casos Hollywood optaba por el final feliz (MADE IN USA).
Y es en este aspecto que quisiera detenerme, pues fue también motivo de inspiración para mi musa satírica entre la guerra y la paz en tiempos de zozobra post bélica gracias a otra gran superproducción pero esta en francés titulada “Hiroshima mon amour”. 
Resulta que como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y su trágico desenlace con aquellas dos bombas atómicas sobre el Japón se desató una carrera armamentística entre dos potencias nucleares que por suerte desencadeno una llamada “Guerra Fría” caracterizada por cierta coexistencia pacífica, pero con la amenaza apocalíptica pendiente de un hilo.
Durante muchos años al frente del semanario PALANTE fui activista del Movimiento Cubano por la Paz y eso se incrementó bajo la presidencia en la institución de Severo Aguirre y Orlando Fundora. Corría pues el año 1985 y la IV Bienal Internacional del Humor de San Antonio de los Baños, Cuba-95 nos convocaba para participar con caricaturas a favor de la amistad y la concordia pues 1986 había sido declarado por la ONU como “Año Internacional de la Paz”. 
De manera que hace poco más de quince años decidí participar en la categoría de Humor Político con una caricatura inspirada en el tema que hemos descrito hasta aquí—el beso en el cine de Hollywood—sobre todo por su tendencia edulcorada del “Happy End”. 
Hoy la guerra no es entre el este y el oeste; pero el peligro atómico no ha desaparecido, pues bajo el manto enmascarado del terrorismo globalizado cualquier potencia imperialista puede conducir al Armagedón. Como constancia de ello, hemos copiado para ustedes dicha obra.
Lo que no sabíamos hasta hace poco es que con respecto al amor y el beso existe cierta tendencia a la dualidad festiva a partir de este Siglo XXI, pues de un tiempo acá, cada 13 de abril se celebra el Día Internacional del Beso, incluyendo la competencia por el ósculo más largo de la historia que se materializó en el 2011, con récord de 46 horas y 26 minutos de duración.
Por lo que vemos, entramos en la Era del Besuqueo Olímpico-Deportivo.

15 ene 2016

MI PRIMER Y POLÉMICO PREMIO INTERNACIONAL



El (29 de enero de 2009) bajo el título de “Mis desmemorias 1” en este blog personal, publiqué una nota sobre mi primer premio internacional.
Como alrededor de ese concurso celebrado en Montreal, Canadá se originaron con posterioridad curiosas situaciones, ahora agregaré algunos detalles del caso investigados con posterioridad: Corría el mes de agosto de 1967. El tic tac mañanero de Radio-Reloj nos trajo la grata nueva: “Los caricaturistas de PALANTE Humberto Valdés Díaz y Francisco Blanco Ávila, acaban de obtener sendos premios en el IV Salón Internacional de Humorismo, de Montreal-67, Canadá”.
El resto de la prensa amplió la información de inmediato. Se formó tremendo revuelo en la redacción del semanario humorístico que dedicó un gran destaque a la noticia en la edición 44 del 24 de agosto de 1967.
Si ésta fue la primera vez que caricaturistas del patio habían ganado un premio de esa categoría o no, lo dejamos para especialistas e investigadores. Bastantes dolores de cabeza nos dio la polémica que se produjo años después, durante el programa televisivo de preguntas y respuestas “9550”, cuyo premio consistía precisamente en un viaje a Moscú, o sea a 9550 kilómetros de distancia.
En esa oportunidad que el tema de aquellos premios salió a concursar, fuertes discusiones se suscitaron entre los panelistas Évora Tamayo y Juan Manuel Betancourt (Betán) con cierto crítico de arte --de cuyo nombre no quiero acordarme--quien orquestó un “show mediático”, pues con su intervención ante las cámaras se propuso invalidar el veredicto del jurado contrario al concursante apadrinado y proporcionarle al mismo el boleto del viaje a la URSS, más a base de pataleo que de raciocinio.
Por tanto, los caricaturistas autores de ambos premios--Val y yo--sin comerlo ni beberlo, veíamos con bastante pena los toros desde la barrera. En definitiva, los organizadores del concurso, ante tamaño conflicto mediático dejaron sin efecto algo perfectamente comprobable. Y quedó para la historia como un bache cultural.
Volvamos pues a 1967: Aquel Concurso Humorístico titulado “The Internatiuonal Pavilion of Humour at Man and his Worldcoincidía con la Expo Montreal-67, y como estímulo, los dos premiados fuimos invitados durante una quincena a dicha Expo, pues contábamos allí con una amplia representación de nuestros productos, recuerdo entre ellos los 54 sabores de Coppelia que resultó un escándalo de popularidad.
Ocurrió lo mismo cuando al dirigente cubano Abraham Maciques se le ocurrió que realizáramos en el Restaurante Criollo, caricaturas in situ a los comensales quienes, tras largas colas acudían diariamente al establecimiento para degustar nuestros típicos platos criollos, escoltados con ron cubano, café criollo y el mejor tabaco del mundo.
Además, los dos humoristas premiados--acompañados por el entonces director de PALANTE y el colega Antonio Mariño (Ñico)--fuimos invitados a recibir ambos galardones en el Ayuntamiento de la ciudad.
Pero lo importante viene ahora: Resulta que meses atrás se había realizado en Cuba el Salón de Mayo con la participación de importantes artistas plásticos extranjeros invitados por Wifredo Lam, y de cuya presencia aquí quedó constancia con el mural colectivo que se realizó en el Pabellón Cuba-- el de La Rampa--no este otro de Montreal durante la Expo.
Entre aquellos pintores convocados por nuestro Lam venía el famoso artista canadiense Rancillac, quien en pocos días estableció amistad con nosotros, hasta el punto de entregar una caricatura a PALANTE. La cual se publicó en la edición 43 del 17 de agosto de 1966.
Como el grupo venía por tiempo limitado, a él le resultaba imposible ver su obra impresa, así que nos dio su teléfono y dirección en Montreal, pues pensaba descansar de la agitada vida parisina y pasar un tiempito de incógnito en su tierra natal. Me comprometí en enviársela por correo, pero ante esta nueva situación dada por el premio y el viaje de estímulo, opté por entregarla personalmente.
El éxito obtenido por Val, Ñico y yo haciendo caricaturas personales al minuto en el Restaurante Cubano, gustó tanto a los dirigentes de nuestra delegación y al propio Maciques, que propusieron el cierre de la instalación una noche para celebrar allí con una cena criolla, el triunfo de la caricatura cubana en Canadá, e invitar a la prensa, a los humoristas y otros representantes de la cultura local.
Fue entonces que planteamos a la dirección del Pabellón nuestro interés en invitar especialmente a Rancillac, y así se lo hicimos saber al artista vía telefónica. Aquella noche, pasamos a recogerlo y cuando empezaron a llegar los invitados… Allí junto a los dirigentes cubanos y los representantes de PALANTE estaba nada menos que el famoso pintor ausente de su tierra natal desde años atrás, dándole la mano a cada uno de los sorprendidos compatriotas: Artistas, escritores, periodistas, investigadores, y dirigentes del ayuntamiento quebecuá, quienes desconocían de su presencia en el país.
Para sorpresa de muchos y sobre todo para los propios canadienses admiradores de su obra, al día siguiente la información del encuentro y de los premios obtenidos por los caricaturistas de PALANTE, dejó de ser una crónica cultural más, para convertirse en noticia de primera plana en el “Montreal Star”. Gracias a que esa noche se despejó la incógnita del famoso Rancillac en su terruño.
En cuanto a la polémica entre los panelistas del programa y el crítico de arte impugnador del premio 9550 que otorgaba la Televisión Nacional, resultaba un hecho no sólo insólito sino bochornoso; pues a nuestro regreso de Canadá y como resultado de aquel éxito se materializó de inmediato un acto en la Embajada de Vietnam, presidido por la compañera Melba Hernandez, donde entregamos el monto total del premio en metálico para la campaña de Armas en defensa del pueblo vietnamita contra la agresión yanqui.
A poco de regresar a Cuba en un suelto del diario EL MUNDO con su correspondiente fotografía, se daba constancia de ese emotivo acto, el cual ahora compartimos con mis queridos vecinos.
Lo curioso del caso es que dicha caricatura tampoco tuvo nada que ver con la referencia que se hacía al movimiento de los “panteras negras” en los Estados Unidos; sino con la realización de la Conferencia Tricontinental, en el Hotel Habana Libre de La Habana pues fue publicada a dos colores en la contraportada de PALANTE, bajo la batuta del entonces director Guillermo Santisteban y Luis Wilson como subdirector.
Aquella tira mía de tres cuadros compitió como “obra publicada” entre 1966 y 1967 en el certamen canadiense, o sea antes de la Expo de Montreal. Lo recuerdo perfectamente, porque en esa edición del jueves 13 de enero de 1966, el semanario salió por primera vez impreso en dos colores por el sistema de roto-grabado. Así que en estos días dicha obra, junto con la creación de la OSPAAAL Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asía, África y América Latina, también celebra sus 50 añitos.

25 feb 2015

EL RETORNO DEL MAESTRO



Así se titula una de las obras poéticas del gran maestro y pedagogo Raúl Ferrer Pérez publicada por “Gente Nueva” en 1990—unos 160 versos cortos con grandes enseñanzas--quien arribaría en este mes de febrero a su centenario en medio de la actual 24º. Feria Internacional del Libro.

Lamentablemente no pude participar en el coloquio que en su honor convocaron en esta ocasión los prestigiosos intelectuales Esteban Llorach, Lidia Turner, Julio Llanes y Ramón Luis Herrera. Pero quisiera unirme al tributo y ofrecerles a ustedes, mis fieles vecinos, varias vivencias que tuve el privilegio y el placer de compartir con el autor del “Romance de la niña mala”. 
A propósito he leído en ese propio libro que dicha niña mala no existió pues resulta una síntesis de tres alumnas de su escuelita en el central Narcisa de la cual tanto se ha dicho. Sobre esto agrego que en una ocasión, el propio Raúl me la presentó ya adulta, sin aclarar que fueran más de una.
Desde su temprana y modesta aula rural, donde brindaba el pan de la enseñanza a los niños de batey de dicho ingenio en Yaguajay, junto a su también joven colega Onelio Jorge Cardoso, Raúl Ferrer siempre soñó con el perfeccionamiento de la enseñanza con métodos más eficaces o algo por el estilo.
Años después entre estrofa y estrofa descubrió a otro fabulador excepcional con el que también compartió fantasías poéticas y objetivos políticos, el Indio Naborí.
Él era así: científico y soñador, ocurrente y reflexivo, imaginativo y profundo a la vez, con una agilidad mental inigualable. Un maestro en toda la extensión de la palabra. Su sentido de la pedagogía tenía un antecedente lúdico que podía resumirse en esta frase suya: “Lo que se aprende jugando, nunca se olvida”, de ahí el permanente combate que mantuvo contra viejos criterios medievales como ése de la letra con la sangre entra, o el permanente reproche a quienes mantenían el rígido concepto de que el niño iba al colegio a aprender. 
“No –decía--, el niño viene a la escuela a aprender a hacer cosas”. 
¿Qué son sino, cantar en el coro, mejorar la ortografía con el dictado o realizar complejas operaciones aritméticas?
También tuvo discrepancias con colegas que a menudo confundían el deporte con el entretenimiento, porque según él para este último no hacía falta estadios ni campos deportivos, aunque cuando se practica de corazón, ambos se unan. Con jugar a los ceritos, o recitar las cuatro reglas era ya suficiente. En eso más que educador, resultaba un innovador.
En una oportunidad gané un premio en el Salón Nacional de Humorismo de la UPEC, con su caricatura personal. Lamentablemente no puedo mostrarla aquí, pues inmediatamente después se la obsequié y por muchos años presidió la sala de su hogar situado en una empinada calle de la Loma del Mazo de la Víbora. Según su jocosa directriz, situada “Entre la ciencia y el arte”. Lo que muestro a continuación es el boceto de la misma, tomada del trabajo titulado “Tributo a Pablo este año” y publicado en una edición anterior del blog en enero de este mismo 2015. A él se deben las iniciativas de transformar la página de pasatiempos en PALANTE con proposiciones más originales que el compañero Yáñez puso en práctica, así como la constante ayuda a la sección campesina “Dímelo Cantando” del semanario donde Raúl--el poeta—también era un maestro. ¿Y qué me dicen los que lo conocieron jugando con los números en su despacho del Ministerio de Educación, con el ejercicio del cero frío y la guitarra colgada junto al pizarrón?
Sencillamente que Raúl era impredecible y había experimentado esto en carne propia desde los tiempos difíciles de la seudo república en su modesta escuelita rural y fue consecuente con ello. De sus románticas aventuras en el lugar, les recomiendo acudir al libro de cuentos del colega Julio M. Llanes, precisamente por su condición de alumno en aquel plantel donde aprendió las primeras letras aquella “Niña Mala” que le da título a la obra, y que junto a la simpática “Vaquita Pijirigüa” popularizó musicalmente su sobrino Pedro Luis Ferrer aquí también caricaturizado.

Paradójicamente, allá en la primera mitad del pasado siglo, época en que la palabra ¿futivarse? estaba de moda, a veces escapábamos del amodorramiento docente para refugiarnos en pitenes de pelota de goma y de trapo, o las mesas de billar aledañas a la Esquina de Toyo, todo ello a espaldas de nuestros padres y maestros.
Mientras, allá en ese rinconcito de la campíña espirituana a menudo ocurrían cosas totalmente distintas, como la siguiente:
El maestro rural Raúl Ferrer, a caballo por el trillo que conduce a la escuela, ve a un padre doblado en el surco bajo el sol mañanero y le pregunta: 
“--¡Fulano!–se me olvidó el nombre— ¿Qué pasa que tu hijo no ha ido a clase esta semana?” 
La respuesta no se hizo esperar: 
“Lo tengo castigado por portarse mal”. 
Increíble anécdota si no la hubiese oído de sus propios labios. Y es que las clases de Raúl y Onelio tenían ese sabor a caramelo lúdico que maravillaba a los niños, y que desgraciadamente, a golpes de solemnidad, retórica, y rigidez, han perdido hoy su encanto.
No sé si estas características estaban ya presentes en el ADN de ambos, o era producto del ambiente familiar suyo, pues en el entorno hogareño crecían siete hermanos, cuatro varones y tres hembritas: Raúl, Rogelio, Rafael, Rodolfo, Raquel, etc., etc., -–quienes para juguetear firmaban R.F.-- y también estaban dotados de las mismas virtudes: Alegría contagiosa, agilidad mental, mezcla de veta artística y rigurosidad científica. Es decir, que todos tenían algo de músicos, poetas y locos, en el mejor sentido de la palabra.
Extrovertido hasta el cansancio, la explosividad de Raúl Ferrer lo diferenciaba de Onelio y Nabori--más pausados, y medidos--, sin embargo a pesar de diferencias y temperamentos, una química rara los unía, el amor a la docencia, el acercamiento a la ética martiana, la lucha por la justicia social, y la inclaudicable militancia revolucionaria, todo ello matizado por un optimismo contagioso e inagotable.
Para finalizar les cuento uno de los últimos episodios de su vida que me marcaron para siempre:
Raúl, ya septuagenario y enfermo, estuvo asesorando la Campaña de Alfabetización en Nicaragua durante un par de años. Regresó al finalizar la misma, más o menos en el mes de septiembre, y bastante delicado de salud, a tal punto de que bajó del avión en camilla y tuvo que ser ingresado en el Instituto de Cardiología, de Paseo y 17, en el Vedado.

Allí fui a verlo varias veces y después, durante su convalecencia en su propio hogar de la Víbora. Dos meses después-–principio de diciembre-- me llama por teléfono para invitarme una vez más a las Parrandas de Yaguajay, adonde lo había acompañado en los últimos años junto a su querida Raquel. Me sorprendió esa imprevista cita teniendo en cuenta las condiciones físicas en que había regresado a Cuba, y decline la invitación con cierto reproche por tan temeraria aventura de fin de año.
Recibí un silencio sepulcral como respuesta… Tras varios segundos de meditación me dice: 
“ --Blanco, últimamente te has vuelto un poco conservador”. 
Como se podrán imaginar, no pude negarme a tal convocatoria y lo acompañé.

Al año siguiente el destacado poeta y pedagogo fallecía. Aquella frase escuchada a través del hilo telefónico, tal vez resuma la personalidad y la imagen que me quedó impresa para siempre de la persona a la que nos hemos venido refiriendo y que yo, humildemente considero. Mi personaje inolvidable, en esta nueva versión mía de “El retorno del maestro” en su Centenario.