El primer Napoleón francés fue el más famoso de todos. No sólo porque se ligó con Josefina para formar una de las parejas más sexy de la historia, sino porque de simple ciudadano llegó a Cónsul, y dejó el consulado de lado para levantar el Primer Imperio. Si no hubiera sido por la batalla de Watterloo, tal vez otro gallo cantaría en el siglo decimonónico europeo. Pero la cosa no fue tan fácil. Veamos:
La Revolución Francesa , en mi modesta opinión, fue la madre de todas las revoluciones. Fue tan grande , que fue…¡De Madre!
La aristocracia parasitaria hija bastarda del oscurantismo medieval, con sus reyes, príncipes y mendigos,, condes y condesas, duques y duquesas, marqueses y marquesitas, archiduques, archicoños, damas de la corte, o sea, cortesanas, vagos, --perdón--, vagos eran todos, y otros bienes terrenales bendecidos por la Santa Inquisición, no daban para más. Tenían que ir al piso. Pero por las buenas no se le quita el poder al poder.
Mientras el Directorio se desangraba en luchas intestinas con su secuela diarreica. Bonaparte defendía en el resto de Europa esas conquistas con las armas en las manos, ¿de quién? De sus granaderos. Y surgen los 18 y 19 Brumarios que imponen el Consulado. Imagínense qué hubiera pasado con un 20 o 21 Brumarios más.
Tres eran tres los tres cónsules, --no los Villalobos—pero se fueron constriñendo, quedando uno solo,: Napoleón, que como buen bonapartista se declaró vitalicio. Y del consulado al imperio no hay más que un paso. En Cuba diríamos: ¡Qué paso más chévere!
Por eso en 1804, él mismo se ciñe la corona ante el Papa en la catedral de Notre Dame. ¡Qué papazo!
Podemos continuar esta interminable historia del primero de los Napoleones, pues nos faltan los capítulos del Primer Imperio, las Coaliciones, que llegaron a cinco, su abdicación, el destierro, la Restauración, los Borbones, el regreso, Waterloo, Haití, etc. etc. Así que pasemos al segundo de la Dinastía.
NAPOLEÓN BONAPARTE II.
Dicen que segundas partes nunca fueron buenas y los Napoleones no serían la excepción. Su hijo legítimo nacido en 1811, no vino al mundo con un pan bajo el brazo, sino con un saco de sal. Fue proclamado Emperador el 28 de junio de 1815, diez días después del escache en Waterloo, lo que provocó la abdicación de Napoleón I –el Grande--. El chico --es decir-- el hijo, duró en el trono menos que un merengue en la puerta de un colegio. ¡No llegó ni a la semana!
La Restauración Borbónica llevó a otro Luis al trono: Luis XVIII.
Si el título de esta cronicuela admite que “Cuatro Napoleones eran demasiado”. ¡Figúrense dieciocho Luises seguidos! En 1830, quince años despu,s el Conde de Artois, como Carlos X. sustituye al anciano Luis 18, pero por sus arbitrariedades también pierde la corona de Francia, pero el joven Napoleón no puede sustituirlo: En ese momento lo acompaña la Señora Tisis , quien a la larga se lo lleva definitivamente en la golilla el 27 de julio de 1832 con solo 21 años cumplidos.
NAPOLEÓN BONAPARTE III.
El Napoleón Tercero era otra cosa. En primer lugar no era hijo del Primero, sino sobrino de él primo del Segundo… Y al que Dios no le da hijos, el Diablo le da eso. Este sobrín era también del diablo. Participó en dos rebeliones contra el Rey de Francia Luis Felipe de Orleans, la primera en 1836 y la otra en 1840. Capturado en la segunda de ellas consiguió escapar de prisión en 1846.
Tras la Revolución de 1848 que tumbó al “Rey Pera” –como lo apodaban los caricaturistas de la época,-- el “escapado” se postuló en las elecciones a la presidencia en la III República y arrasó con los votos.
A lo mejor en esa época ya existía la viajera o el pucherazo.
Al ser elegido como primer mandatario de la República, surgió otro problema: Como no era republicano sino bonapartista, aplicó la ley de quítate tú para ponerme yo, y tumbó la Tercera República para implantar el II Imperio.
Su expansionismo lo llevó a Indochina, pero no se entendía con ellos, ni los indios ni los chinos quisieron aprender francés tampoco, así que optó por algo más sencillo, según su imperial criterio. Tumbar al indio Juárez que gobernaba en México y exportar al Nuevo Mundo, otra de sus mercancías: El Imperio.
En 1864 impuso el efímero Maximiliano, quien perdió en la corrida todo lo de Maximil y se quedó sólo en las dos últimas sílabas.
Para el nuevo Napoleón las cosas iban de mal en peor. En la Batalla de Sudán sudó la gota gorda frente a Prusia y a la caída del II Imperio se proclama la IV República.
Pido disculpas por haberlos llevado por toda la historia de Francia a paso de conga, pero los invito a detenernos unos minutos en la Francia de 1856. Ese acontecimiento en París bien merece una misa.
NAPOLEÓN BONAPARTE IV.
Las campanas de Notre-Dame doblan en la madrugada fría y neblinosa del 16 de febrero. La Emperatriz Eugenia de Montijo sufre dolores de parto en el Palacio, mientras Napoleón IiI da pasos nerviosos en el gran salón del trono. Del Sena ascendía una bruma a los celajes de la Ile de la Cité, extendiéndose a los jardines de las Tullerías, la Plaza de la Concordia, y hasta los Campos Elíseos. En esa época París se había convertido en la capital más hermosa del mundo gracias a un tal Haussnmann, --se escribe con dos eses y dos enes--, porque era Barón con B de burro no con V de vaca.
Un soldado cojo en la Plaza de los Inválidos da las órdenes para preparar los disparos de salva en homenaje al bebito: Veintidós si es hembra y cien si macho. A la hora del cuajo el pueblo, desde el Barrio Latino, hasta las ruinas de las Tullerías, cuenta los simbombazos…uno…dos…tres... y así hasta veintidós… Una larga y exasperante pausa, pero… ¡De pronto!... Se reinicia el bombardeo hasta llegar a cien. Algarabía en toda la ciudad. La Infanta deja de pujar y el infante Luis Eugenio José Napoleón empieza a llorar. Ha nacido Napoleón IV, heredero al trono y continuador de la dinastía napoleónica.
Mucha salva gastada para tan poca cosa. Tan breve como Napoleón II , este nuevo emperador muere en Africa Austral a los 23 años a manos de los zulúes.
¿Son o no son demasiados Napoleones?
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