Si yo les dijera que la
primera guía turística de Cuba tiene más de medio milenio, no me lo creerían,
pero es totalmente cierto: Si nos atenemos a lo escrito por el Gran Almirante de
la Mar Océano en su Diario de Navegación correspondiente al 27 de noviembre de
1492 y el 1º. de noviembre del propio año.
Y es que la región
más oriental de la isla es digna de esos elogios. El 99% de sus tierras son
montañosas, cubierta de una vegetación
exuberante. Allí corren sus aguas en
lujuriosas vertientes marinas, y fluviales; otras subterráneas que afluyen en manantiales por entre
los tupidos bosques; destacándose el caso de los ríos Yumurí, Duaba,
Jauco, Miel y el caudaloso Toa;
así como esas tupidas cumbres, donde se eleva majestuosa la gran roca inmolatoria Majayate, la playa
secreta Maguana, o el célebre Yunque—montaña sagrada de los taínos—descrita asï
por Colón: “…Una tierra alta y
cuadrada que parece isla”, y a sus espaldas el macizo montañoso de los
picos Sagua-Baracoa.
Al referirse al lugar del
desembarco, el Adelantado lo bautizó como
Porto Santo de Baracoa pues le recordaba la isla portuguesa del mismo
nombre, donde contrajo matrimonio con Felipa Muñiz y naciera su hijo Diego, así
como Baracoa, que correspondía al nombre autóctono que le daban los nativos o
“lugar de las aguas”.
“Porto Santo”, así
se le puso recientemente al más moderno hotel construido por la Revolución para
el turismo nacional y extranjero que se unió a los otros dos existentes desde
hacía tiempo: “El Castillo” gracias a la
remodelación de una fortaleza colonial levantada contra la piratería entre 1739 y
1742, la cual domina toda la ciudad y la
costa., o el “Miramar” más conocido como
“el hotel de la rusa”,
Se le llamó así por
tratarse de Magdalena Menases, hija de un asesor del zar Nicolás II. Al ser fusilado éste por los bolcheviques--durante
los 10 Días que conmovieron al mundo--ella escapó de Rusia y luego de vagar por
varios países de Asia y Europa, carenó en Baracoa, donde decidió echar raíces y
para ello construyó y regenteó hasta el fin de sus días ese coquetón hotelito con
vista al mar.
En esta mujer se inspirró
Carpentier para delinear a Vera, el protagonista principal de “La
consagración de la primavera”, el personaje femenino que huye de una
revolución y es alcanzada después por otra.
Pero no fue el único
aspecto digno de los elogios carpentereanos. En más de una ocasión se refirió a
su singular magia-. Y cito: “Baracoa, esa Liliput con frangollos, chorotes
de cacao y tasajo de tiburón” al aludir a platos oriundos y casi
exclusivos de la región.
Como han podido apreciar
en este corto viaje contra el olvido, no sólo Cristóbal Colón escribió la
primera guía turística de Cuba glorificando sus bellezas, como lo fuera
Carpentier en su momento por “Lo real maravilloso” que descubriera en Baracoa, sino que todo viajero que posa sus
pies en la región queda también prendado para siempre de ella.
No sólo al ser la primera
villa fundada en 1511 por Don Diego Velázquez y durante sus siguientes cuatro
años la capital del país; sino en una región que debido a las características
topográficas, también resulta curiosa por su aislamiento del resto del país hasta
1965 con la construcción del viaducto
conocido como La Farola.
Cuando nos llegó la era
moderna, ella mantuvo este singular retiro. Era el único lugar donde se llegaba por mar en una lanchón que
partía con personal y abastecimientos desde Santiago de Cuba o por aire en una
nave que aterrizaba en Moa, pues por
tierra sólo se llegab a través de estrechas sendas montañosas más apropiadas
para mulos que para personas. Por tanto en Baracoa primero llegó el avión que
el automóvil.
Para terminar, otro dato
interesante. El pasado año con motivo de cumplirse el medio milenio de
existencia y como parte del proceso de revitalización de la Ciudad Primada, se
acometieron distintas obras entre ellas devolver el esplendor a uno de sus más
célebres atributos: Su escudo, realizado en 1838.
La difícil tarea le fue
encomendada al Gabinete de Restauración de Pintura de Caballete “Juan Bautista
Vernay” de la Oficina del Historiador en La Habana, y llevó dos meses la
restauración del emblema gravemente afectado por la humedad y el paso del
tiempo.
El escudo quedó como nuevo
y pudo llegar a tiempo para los festejos pues regresó exactamente una semana antes de la celebración el 15 de
agosto del 2011, para presidir la ceremonia solemne en la Ciudad Primada.
Y eso también puede ser
motivo de interés para visitantes curiosos y guías del turismo.
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