A
fines del pasado mes de octubre, el destacado pintor y buen amigo Ever Fonseca
recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas 2012, lo que confirmó una realidad
que flotaba desde mucho antes entre sus queridos jigües de la fantasía rural
cubana: Peces, plantas, soles, lagartijas polímitas y ojos, --muchos ojos—que
nos miran del lado de allá del lienzo con sus asombrados ojos, como si ya existieran
desde que abrió los suyos en la finca La Aurora en Ojo de Agua, en el mismo hocico
del caimán muy cerquita del Golfo de Guacanayabo.
Conocido
como el pintor de los jigües, en más de una ocasión se ha visto obligado a
aclarar que; aunque ambos pertenecen a la mitología criolla, no es lo mismo un
güije que un jigüe; el primero es ese duendecillo corpóreo, prieto y travieso
que nos sale en ríos y lagunas para asustarnos y burlarse de nosotros. Sus
jigües son intangibles--puro subjetivismo--producto de su febril imaginación y en sus cuadros toman vida
interactuando entre ellos para deleite de él mismo y del espectador.
Confirman
estos criterios su propia confesión, cuando en una entrevista del crítico de
arte Juan Sánchez para BOHEMIA le responde: “…El jigüe es mi medio de
expresión. Es mi centro…”
Baracoense
de pura cepa, Ever Fonseca se acerca alegremente a sus 75 años de edad y
podemos asegurar que nació artista; si no que lo digan sus familiares, cuando
en un descuido de un tío pintor, el vejigo de sólo ocho años, se apoderó de los
pinceles para modificar aquella obra que no era de su agrado. Se podrán
imaginar lo que le sucedió al “sobrín” cuando el autor regresó a la casa y vio
aquello.
La
anécdota contada por él mismo nos traza su derrotero a partir de entonces, así
como el carácter fuerte de su personalidad, demostrada años después como un
joven rebelde, ante la barbarie del régimen batistiano en su nativo poblado de
Baracoa. Es así que, desde el humilde San Juan montuno, se une a los barbudos
de la Sierra y fue precisamente al triunfo de la Revolución, en las Fuerzas
Armadas, donde demostró sus facultades como artista aficionado.
A
instancias del mando y sus compañeros viaja a La Habana para ingresar a la ENA
y unirse con aquellos primeros plásticos
formados en la institución.
Asimiló
bien el rigor académico, pero una vez interiorizado, dio rienda suelta a su desbordada
imaginación, y aunque afirma no preocuparse mucho por la técnica—y la tiene a
raudales-- le interesa más expresar ideas, comunicarse con la gente. Ésa es su
razón de ser.
Para
algunos, entre los que me incluyo, Ever es una especie de “Cuentero Mayor” al estilo
de Onelio o Feijóo, pero expresándose con imágenes en vez de palabras; lo cual
no hace más que reafirmar sus raíces montaraces y serranas. Esto ha quedado plasmado
en muchos de sus lienzos como “Noche de peces”, “Sueño Guajiro”, “El
Circo”, “El desembarco”, o “La muerte adentro” y otros más actuales aún.
En
cuanto este Premio del 2012, ya lo habíamos celebrado por adelantado, cuando
hace unos cuatro años, reunió a un grupo de amigos y colegas en el Hotel Habana
Libre Tryp. Según el propio Ever, el “agapito” se organizó con motivo del 50º.
Aniversario del grupo “Somos lo que hay”.
Allí,
entre copas y canapés, los invitados –más adictos al trazo y a la imagen, que
al trago y el yantar--dejamos nuestra impronta en un mural que se colocó en una
de las paredes.
Con
cariño he guardado las fotos tomadas al efecto, donde aparezco aquí en dos de
ellas: La primera brindando con él y en la otra improvisando sobre la cartulina
el boceto que sirvió de inspiración a la caricatura que tuve el placer de
mostrar al comienzo de este trabajo junto a dos de sus hermosos cuadros.
En
éstas dos obras que escogí de su fructífera cosecha quedaron expresadas, según
mi humilde opinión, lo que comentara Juan Sánchez en su entrevista al pintor: “…Nos
entrega desde la semilla hasta el bosque, todos los caminos de su imaginación
fabulosa…”
Reciba
pues además del merecido galardón, el abrazo de éste, su fiel colega,
victimario y admirador: FRANCISCO
P.BLANCO ÁVILA.
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