El
próximo 3 de noviembre se corren las cortinas de la 53ª Serie Nacional de
Beisbol al grito de ¡Play Off!.
A
pocos días de dicha inauguración me vienen a la mente otras que sentaron pautas
en el deporte cubano, como por ejemplo aquel “Día de la Raza”-- 12 de octubre de
1930--cuando se abrieron las puertas del “Gran Stadium Cerveza Tropical” factor decisivo en el desarrollo del beisbol profesional cubano durante varias
décadas.
ACLARACIÓN:
Yo nací cuarenta y siete días más tarde, por lo cual no lo vi sino que me lo
contaron.
Aquel
día se celebró allí un triple juego, pero de no de pelota sino de balompié:
(Centro Gallego vs Fortuna, Olimpic vs Cataluña e Iberia vs Juventud
Asturiana). A simple vista parecen choques internacionales, pero no, el
fenómeno era típicamente cubano y obedecía a la proliferación de sociedades de
recreo y beneficencia españolas, tras la emigración surgida durante las
intervenciones norteamericanas de principio de siglo y la popularidad que tenía
dicho deporte en la península.
Curiosamente
esos partidos eran más una competencia entre fabricantes de laguer que entre
amantes del deporte.
Resulta
que ese nuevo estadio situado en los Jardines de la cervecería “La Tropical” con capacidad para unos 15
mil espectadores le subía la parada a otro construido 7 meses antes por su
competidora, “La Polar”
el 13 de marzo de ese mismo año, pero éste diseñado especialmente para el
balompié. En realidad lo que había motivado aquella costosa inversión era la
competencia comercial, pues el 20 de octubre de 1929 “La Polar”
había estrenado en sus predios un terreno con una glorieta para 8 mil
aficionados.
A
la larga ambas firmas adaptaron sus jardines para la práctica de una u otra especialidad:
ya fuese fútbol o beisbol.
Es
bueno aclarar que en aquel tiempo el balompié tenía tanto arraigo como el
beisbol y ya existían algunos terrenos en la capital donde se jugaban
indistintamente, entre ellos el “Almendares Park” y el “Campo
Armada”.
No
solo se competía en aficiones deportivas sino también en la preferencia
degustativa: los amantes de la pelota a tomar cerveza “Tropical” o “Cristal”
de venta exclusiva en sus gradas y los “hinchas” del balompié, por lo general
emigrantes y familiares tenían que empujarse “La Polar”.
Esta
coyunda se extendió a los niños acompañantes: recuerdo que mi padre, asturiano
de nacimiento y fanático a ambas disciplinas, los domingos me llevaba a unos u
otros encuentros. Debido a mi corta edad obligatoriamente tenía que refrescar
el futbol con la “Trimalta Polar” y en los encuentros de beisbol solo disponía
de la “Maltina Tivoli Vitaminada”.
Estos
son algunos elementos refrescantes hallados por casualidad en el baúl de mis
recuerdos. Tal vez no coincidan con otros datos como es la celebración de los
II Juegos Centroamericanos y del Caribe el 15 de marzo de 1930 que algunos dan
como celebrados en La
Tropical siete meses antes del debut anunciado por nosotros
en párrafos anteriores. Me someto a la investigación de especialistas para
aclarar dudas.
Un
viejo slogan decía que… “el
secreto del highball está en la liga” yo pienso que el del laguerball
obedece a esos mismos principios; sino vayamos al 26 de octubre de 1946 cuando
asistimos a un extraordinario
acontecimiento, cuando abrió sus puertas a 35 mil espectadores el coloso del
Cerro. En esta instalación surgió un nuevo y exclusivo competidor: la cerveza “Hatuey”.
Tal
vez no coincidamos exactamente en los detalles, pero de lo que no hay dudas es
que en el sistema capitalista de entonces la inversión tenía tintes más
comerciales que deportivos, pues en estos encuentros bajo un clima tropical y acalorados
desafíos el expendio de las refrescantes bebidas aportarían un valor agregado a
las costosas inversiones de estos fabricantes.
Con
el triunfo de la Revolución
la fiebre por la pelota no solo se mantiene, yo diría que se multiplica en cada
esquina caliente; pero la antigua “Tropical” hoy es el estadio “Pedro
Marrero” en honor a un héroe de nuestras luchas revolucionarias y el
del Cerro remozado una vez más, se ha convertido en el “Gran Estadio Latinoamericano”
más a tono con los nuevos tiempos de Nuestra América, como la soñó Martí.
NOS VAMOS A EXTRAINNINGS:
Ahora
veremos la crónica de una epidemia--o si lo prefieren--una epidemia crónica: Algo
que caracteriza al cubano es su expresividad musical, su carácter extrovertido,
su temperamental explosividad, su exageración innata. De ahí que algunos
expertos tras un examen minucioso hayan exclamado exprofeso: --Ustedes, o no llegan, o se
pasan.
Les
otorgo el beneficio de la duda, pero el fenómeno es real y llega hasta el punto
de la planificación física urbana. Veamos según el diccionario la definición de
la palabra esquina: Se trata de una
arista, un chaflán, un recodo, un cantón, en fin: Una confluencia de dos calles
en un punto dado.
Pues
bien: ¿Cómo se explica una esquina caliente en la cola de Coppelia; en la
carnicería cuando llega el pollo por pescado que ya viene congelado; en una
oficina adecuadamente climatizada; o en cualquier lugar donde concurran más de
tres personas en una fresca noche de nuestro agradable invierno?.
La
lógica indica que se trata de una pandemia originada por el virus del deporte
nacional, o sea la pelota.
Cada
país o región del mundo tiene el suyo, como el alpinismo en los Alpes suizos,
el surfing australiano, o el golf de las canchas residenciales en Wall Street.
Pero lo de Cuba es una enfermedad crónica, que lo mismo ataca a chicos que a
grandes, mujeres u hombres. Sería la única razón por la cual Florinda, la
octogenaria de mi cuadra, rechace el culebrón de la “Avenida Brasil” en el
canal 8, para ligar otra conexión salvadora en el noveno inning del 10: Nada
menos que en un juego entre Industriales y los campeones de Villa Clara.
Hoy,
la industria del escándalo nacional dejó atrás el entusiasmo del coro gigante
dirigido por Armandito el Tintorero, o la conga santiaguera; y abrazar la vuvuzela,
esa trompetica del Mundial de Fútbol en Suráfrica,--importada o por cuenta
propia—pero sobre todo incansable. Su trompetilla puede durar los nueve
capítulos de un partido o extenderse a extra innings.
Es
la única escandalera permisible actualmente en la campaña contra las
indisciplinas y malas costumbres sociales, pero tremendo castigo para árbitros,
peloteros y vecinos. Los televidentes tenemos la ventaja de ver el juego en la
pantalla chica y apagar el audio. Claro, me pierdo también los comentarios,
pero ¿quién sabe más que yo de beisbol en Cuba?.
Hoy,
con la iniciativa popular y el desarrollo de esa disneyana artesanía
“Art-Attack” hemos convertido nuestros estadios de beisbol en originales
carnavales de muñecones salvajes. Pululan en los terrenos saurios, felinos o
paquidermos de todos los tamaños y colores realizados en cualquier soporte, para
beneplácito de la fanaticada.
Antes,
para apreciar un tigre, o un león rugiendo de verdad teníamos que ir al
Zoológico. Hoy con esos muñecones de la jungla, la que ruge es la gente en las
gradas. Sin embargo, en el play off del pasado año, hemos visto a las
silenciosas naranjas villareñas venir de atrás para arrollar a todos esos
depredadores de la selva, dejándolos al campo.
Veremos
qué nos depara esta fiesta de las bolas y los strikes a partir del próximo 3 de
noviembre. Como diría uno de nuestros cicerones de la tele. --Nos vamos…nos vemos.
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