A la compañera Mercedes Azcano,
directora de PALANTE, se le encendió la chispa días atrás en el marco de su 52º.
Aniversario—el de la publicación, no el de ella—para invitarnos a participar en
una exposición de caricaturas y celebrar con amor y ardor el 13 de noviembre los
317 años de nuestro primer cuartel de bomberos en Villaclara y por tanto el Día
del Bombero Cubano.
La convocatoria coincidía con un
aumento de temperatura en la pasión nacional—la pelota—motivada por el comienzo
de la 53º. Serie Nacional de Beisbol en cada una de las ya fogosas esquinas
calientes a lo largo y ancho de la República. Al llamado del deber respondimos ardientemente
José Luis, Ñico, Blanco, Narciso, Lacoste, Daisy, Miriam, Enrique, Yoe, Jota
Jota, Alba y Lumat, demostrando que aun sin formar una novena de beisbol, todo
sale más barato por docena.
Que dicho acontecimiento fuera
llevado a cabo en los salones del Museo-Armería 9 de Abril en la Habana Vieja y
llevara por título “Humor Ardiente” era lógico, pero que las palabras del catálogo
hayan sido encargadas al colega Héctor Arturo, afamado apagafuegos de la
publicación, era el colmo de la combustión. He aquí una pequeña muestra textual
de ello: “…Con tales motivos, no sé si realmente el cuarto de Tula le cogió
candela por quedarse dormida sin apagar la vela. Pero de lo que sí estoy más
que seguro es de que palanteros y bomberos estamos dispuestos a meternos en llamas
para brindar unos por los otros, aunque arda Troya…”
No es lo
mismo el cuerpo humano y el cuerpo del delito que el Cuerpo de Bomberos. En
nombre de este último usó de la palabra el compañero Rodolfo Zamora, quien con
ardorosa pasión aclaró a los presentes que en aquellos tiempos pasados muchos
incendios comenzaron con bromas o accidentes que después crearon leyendas
urbanas en aquella naciente villa de San Cristóbal de La Habana, para continuar: “…Hoy
conmemoramos de una manera diferente aquel 13 de noviembre de 1696 en que los
santaclareños se unieron por primera vez para sofocar un incendio. Así, por
varias razones se fundaron los cuerpos de bomberos a lo largo y ancho de la Isla, principalmente en el
siglo XIX en que Santiago de Cuba (1831), La Habana (1835 y 1873), Matanzas (1836) y otras
comunidades consiguieron poseer
agrupaciones de lugareños dispuestos a ahogar en agua cualquier intento
de ignición…”
Pero, en
la medida que avanzaba en la lectura, el orador iba entrando en calor, hasta el
punto de ebullición y ponerse a jugar con fuego. He aquí sus palabras textuales:
“…En
aquellas ciudades era usual que para evitar la ruina se incendiara el negocio
propio como pasó con la ferretería Isasi, o que algún borracho intentara
encender un tabaco junto a su botella, o que alguna ama de casa echara
demasiado queroseno en el carbón de la cocina. También era usual ver a los
bomberos, la mayoría jóvenes, como los actuales, parados en las antesalas de
sus cuarteles, silbándole un piropo a la muchacha bonita, o rememorando entre
carcajadas, torpezas hilarantes en medio de la extinción de un incendio, o
poniendo a prueba la paciencia de los principiantes con falsas alarmas…”
Con
estos ejemplos hemos querido demostrar a nuestros pacientes vecinos del blog la
idiosincrasia de nuestro pueblo y la agilidad mental que lo caracteriza. Hemos
visto como un sencillo bombero voluntario es capaz de igualar en ironía y
sarcasmo al más experimentado profesional del humorismo gráfico o literario.
Por eso en este singular acto de hermanamiento brindamos por ambos aniversarios
en la seguridad de que mientras tengamos profesionales del humorismo y bomberos
voluntarios de ese calibre, habrá manguera para rato.
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