El caso de Tulio Raggi no es el único en Cuba, pero sí uno
de los más originales. Nacido el 5 de
mayo de 1938, tuvo que esperar setenta años para que en ese mismo mes del 2008
el Tercer CUBANIMA le rindiera homenaje
a este maestro de la caricatura, el diseño, y el dibujo animado. Debo aclarar que en esta oportunidad se trata
del Festival Internacional del Audiovisual para Niños y Adolescentes Cubanos: Un
evento con nombre muy largo para niños tan pequeños.
Lo que muchos no saben es que en su adolescencia pudo
matricular, arquitectura como quería su madre, pero terminó estudiando derecho,
inclinándose por los deseos paternos.
Proyecto también interrumpido al ser cerrada la Universidad de La Habana en tiempos de la
dictadura batistiana.
--Bendita
interrupción --diría yo, al perdernos quizá un buen picapleitos, pero a
la vez ganar un artista de talla excepcional, pues Tulio descubrió más tarde su
verdadera vocación al vencer los estudios y egresar como Licenciado en Historia
del Arte.
Se zambulló en el mar profundo de la pintura, la
escultura, el dibujo y la caricatura, logrando arribar a la orilla junto con los fundadores del ICAIC como
ilustrador e historietista. Este joven D´Artagnan
cubano cruzó armas allí con un trío de Mosqueteros que dirigían el Departamento
de Dibujos Animados: Orbeín Sánchez, Muñoz Bachs y Modesto García—el padre de
Virulo--. Paradójicamente Tulio fue el único esgrimista que continuó en la institución
cruzando armas en dicha especialidad.
Gracias a ello pudimos contemplar obras preliminares
como El Gusano, El Cowboy, El Poeta y la Muñeca, o el Profesor
Bluff. A las que siguieron el proyecto de una trilogía titulada Ossaín—deidad
africana de un solo pie—y quizá por esa misma cojera del personaje, él jamás
pudo concluir el sueño, a pesar de sus esfuerzos junto a Jesús de Armas, otro
que bien bailaba, pero con los dos pies.
De su cacumen surgieron en esa época otras delicadezas del
animado: Ciclano y Fulano, Niños; la saga de
los Pepe: (Pepe Trinchera, Pepe Cafetómano, Pepe Trabajo Voluntario), y
otros más musicales como Stradivarius Pérez o El
Sinsonte, este último seleccionado el mejor estreno de 1969 en la
especialidad.
Debo aclarar a mis atentos vecinos, que todos estos logros personales no demeritan
sus aportes al trabajo colectivo en seriales antológicos como Elpidio
Valdés, o Filminutos, dirigidos y creados por Juan Padrón, pero en los
cuales siempre trabajó un equipo interdisciplinario.
Posteriormente Tulio Raggi aportó lo suyo al tema de la
ciencia-ficción con el aplatanado Capitán Tareco, serial como para
chuparse los chips. En 1975 volvió a poner los pies en la tierra con Piripipa, un negrito
cimarrón apalancado en lo más autóctono de nuestra resistencia.
Pasó el tiempo y su personaje adquirió tal popularidad que
reverdeció la ya permanente inspiración de Tulio. Del estudio del maestro en el
iCAIC han surgido en los últimos años más de media docena de capítulos, cada
uno más simpático que el anterior.
Como si todo esto fuera poco el maestro Raggi dejó para la
posteridad la que quizás sea su obra más
lograda El paso del yavevirí, sobre un cuento de Horacio Quiroga, la
cual podría haber sido, en mi modesta opinión, el primer paso hacia una epopeya
del subcontinente en el campo del dibujo animado, aunque sólo pudo completar
dos de ellos. Recuerdo un antecedente
parecido y fue la obra argentina del Negro Fontanarrosa Marín Fierro, dibujo
animado también inspirado en el folclor suramericano.
He dejado para el final una faceta casi desconocida de
este inmenso creador y son los fantásticos proyectos escenográficos para
caracterizar clubes nocturnos. Como Las Catacumbas de La Virgen del Camino, El
Escondite de Hernandos, cerca de la Rampa, o el Cocodrilo del Humor
este último más recientemente en el local que ocupaba con anterioridad el Cine
Maxim.
En fin, han pasado cinco años de aquel festival infantil y
estos disparos se me quedaron encasquilados desde entonces. Sin embargo, como
buen somelier puedo afirmar que el Moscatel
Tulio (cosecha 1938) sigue siendo
en la cava del arte como la buena cepa: “Mientras
más Raggi más vino”. Hay que ver lo que hizo desde entonces a la fecha
y sin descanso…
La mejor prueba de ello acaban de darla los más bisoños representantes
de nuestra intelectualidad, los delegados al Congreso de la Asociación Hermanos Saiz,
quienes en su clausura reconocieron a este artista de negra boina, barba nívea
y talento renovado como Maestro de Juventudes, junto con otros valiosos representantes
de nuestra cultura en sus respectivas cátedras.
Un abrazo fraternal
a todos los que de una u otra forma han bebido de su magisterio
inagotable y en particular a este picapleitos frustrado que—para dicha
nuestra--sentó cátedra en el dibujo animado cubano, latinoamericano y mundial.
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