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4 may 2014

TARJETA ROJA PARA LA INTOLERANCIA

Apenas dos meses faltan para el Mundial de Fútbol 2014 en Brasil y nos preparábamos a realizar un trabajo basado en las curiosidades que el colega Alberto Yáñez—ya fallecido-- con tanto amor al deporte de los goles había recopilado en vida, cuando un incidente acaecido durante el partido de la Liga Española entre Barcelona y Villareal el pasado domingo 27 de abril se nos atravesó.
Resulta que durante el mismo, se decretó un tiro de esquina a favor del equipo azul-grana. A cubrirlo vino el futbolista brasileño Toni Alves y en ese momento alguien, no sé si apasionado al deporte o movido por otros intereses más mezquinos, le lanzó un plátano que cayó a sus pies. El atleta carioca no se inmutó: Se agachó cogió el banano, lo peló y con la mayor parsimonia del mundo se lo comió antes de cobrar el corner. Yo no estaba allí, pero me imagino la ovación recibida por aquel gesto de sangre fría, ante la provocación racista del supuesto “gracioso”.
Las caricaturas que incluimos a continuación pretenden ofrecerles un divertimento gráfico sobre corners y tiros a puerta: Ojalá no caigan tan pesados como el resbalón con cáscara de plátano que dio el “chistoso” del cuento.
Ese sencillo incidente ha provocado miles de comentarios a nivel mundial, más allá del “juego bonito” de los brasileños, o de la fiebre futbolística que despierta el próximo mundial en el gigante suramericano y es que, lamentablemente, aún persisten rezagos de aquel racismo enfermizo que contaminó al mundo desde los tiempos de la esclavitud y el Ku-kux klan, hasta el nacional socialismo de Adolfo Hitler engendrado hace más de 80 años en la Alemania nazi que llevó al mundo a la Segunda Guerra Mundial y al holocausto de millones de víctimas de la intolerancia, bajo el signo de la “raza aria”.
Según nuestro Martí, hay una sola raza, la humana. El criterio hegemónico nos llega de ideologías obsoletas y segregacionistas basadas casi siempre en la dominación imperial desde tiempos de Julio César, cuando sentenció: “Divide y vencerás”.

Hoy Alemania, la nación que parió tal engendro, ha podido reunir en su Bundes Liga, jugadores de todas las etnias y latitudes, mostrando un balompié de primerísima calidad, incluso con vistas al próximo mundial. Eso gracias a la evolución integradora, inclusiva y cultural del mundo en este nuevo milenio. Pero, a cada rato, la oreja peluda del racismo y la xenofobia, hace su aparición y vemos como aquí y allá surgen nuevos bolsones de intolerancia, y esa simple provocación al futbolista brasileño coincide con manifestaciones de otro signo, como es la resurrección de grupos de derecha nazi-fascistas en diversas latitudes como actualmente ocurre en Ucrania, república que tuve la oportunidad de visitar en los años 70 del pasado siglo.


Nunca más oportuno que ahora, recordar que fui invitado por los humoristas gráficos de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas amigos de Cuba--tanto rusos como ucranianos--y gracias a ellos pude visitar uno de los lugares-más emblemáticos de Kiev, la capital ucraniana.
Se trata del combinado deportivo “Dínamo de Kiev”, el más extraordinario que yo haya visitado en toda mi vida. Era invierno y en el centro de aquella inmensa instalación bajo la nieve se levantaba una monumental escultura consistente en once figuras de atletas. Los que representaban aquel memorable equipo formado por prisioneros de guerra ucranianos durante la Segunda Guerra Mundial.
La explicación que nos dieron era más interesante aún: A sabiendas de que algunos futbolistas locales estaban encarcelados en dicho campo de concentración, las autoridades nazis organizaron un partido de balompié entre los condenados y un equipo alemán formado por la élite del fútbol teutón. Todo ello con motivo de “chicharronear” el próximo cumpleaños del fhurer. (No recuerdo exactamente la fecha).
Los encarcelados sufrían el régimen carcelario típico de los campos de concentración: Mal trato, golpizas y peor alimentación, hacinamiento y enfermedades, entre otras infamias. Las víctimas alegaron entonces que sólo aceptaban la propuesta si se les daba un trato diferenciado, pues en esas condiciones era imposible salir al terreno. De esta forma lograron por lo menos que mejoraran momentáneamente las condiciones de vida carcelaria.

No fueron muchas las ventajas concedidas, pero permitieron las mínimas condiciones para salir a jugar. Algo ocurrió entonces: Durante el fragor del encuentro, el amor propio, la dignidad de los atletas-cautivos y la fuerza de voluntad derrochada en cada jugada inclinaron la balanza a su favor, fue tal el empuje que ganaron aquel partido amañado, lleno de peligrosas embestidas enemigas y arbitrariedades; donde no hubo tarjeta de castigo ni siquiera amarilla contra los nazis, aunque se ganaron una tarjeta roja gigantesca de todo el planeta contra la intolerancia, como sentenciamos al inicio.
El trofeo adjudicado por los nazis a tan extraordinaria hazaña fue el fusilamiento inmediato de todos y cada uno de aquellos héroes anónimos, inmortalizados en el mausoleo de Kiev y en una película que ¡Ojalá! De nuevo veamos próximamente en la programación cinematográfica de Tele-rebelde, con motivo del próximo Mundial de Fútbol en Brasil.
En cuanto al platanito que motivó esta crónica: Sirva este trabajo para felicitar a los colegas del Centro Promotor del Humor en su 20º. Aniversario, cuyo logotipo muestra también un plátano pero con cascabeles en la punta, con lo cual confirma nuestras raíces. Esas que nos llevan por la senda del buen humorismo siguiendo las enseñanzas del Maestro cuando sentenció: “…La sátira es como un látigo con cascabeles en la punta…”

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