A
mediados del siglo XIX la obra de pintores como Renoir, Monet y sus compañeros
del pincel y la paleta, revolucionaron las artes plásticas en Occidente. Había
surgido el impresionismo. Esta tendencia se extendió a la línea de inmediato,
por ser la caricatura un arte esencialmente impresionista y surgir precisamente
con el desarrollo del grabado y la imprenta, hecho que según el investigador
cubano Bernardo González Barros democratizó una cultura encerrada hasta entonces
en museos y galerías especializadas, ahora accesible a las masas con las
revistas ilustradas.
Sus
autores nombrados caricaturistas querían ofrecer un retrato y a la vez una
caracterización– pintor y psicólogo a la vez--tratando de darnos el mundo exterior
y a la vez el espíritu, el carácter del modelo, lo que se diferencia de la
parodia, la fantasía y la sátira, yendo más allá de lo personal.
Así
se expresaba el autor en el tercer capítulo de su libro “La caricatura contemporánea”,
bajo el acápite de El impresionismo en la línea y agrega:
“…En la sintetización
descansa precisamente este impresionismo: Es voluble, se adapta, capta tal vez
el gesto de una emoción. Es pues base de la factura en el humorismo y su línea
fundamental está en el don de asimilar y sintetizar. (…) Esta modalidad rompió
con el humorismo realizado hasta entonces. Un arte que tenía en Leandre al más
genuino representante de la antigua modalidad caricaturesca consistente en
dibujar unas enormes cabezas sobre cuerpos empequeñecidos cual muñecos de algún
insignificante guiñol, estilo éste censurado a partir de 1895.(…) El fin del
siglo aportará nuevos conceptos. Ahora doce simples trazos son capaces de
reflejar lo cómico, lo espiritual e intencional de un individuo. Políticos,
literatos, artistas, hombres y mujeres que triunfan pueden ser desnudados en su
intimidad, porque la línea lo amenaza todo.
(…) El impresionismo nace--dentro del humorismo--desde
el mismo momento en que Japón hizo sentir su influencia en Europa atrayendo a
los escritores, pintores y dibujantes: Arte esencialmente impresionante y
decorativo, venía modificando criterios, formando factura propia y dando lugar
a diversas escuelas. La línea ocupó desde entonces su verdadero lugar en Occidente.
(…) Las estampas japonesas tenían que subyugar por su técnica: Utamaro hijo y
discípulo de Sekiyen entusiasmó con su refinamiento. En sus composiciones donde
triunfa la línea intencional recrea aquellas incomparables geishas que sellaron
las obras japonesas y arrebataron a toda Europa. Luego Hokusai-–el gran
maestro--triunfador de una escuela, borra los éxitos de Yeisui, el colorista
samurái de abolengo y de Toyokumi inconfundible retratista caricaturesco de los
actores de moda, así como tantos otros. De ello se nutrió Europa dando origen
al impresionismo de la línea caricatural que formó sus diversas escuelas. (…)
El impresionismo en la línea no ha sido siempre comprendido. Muchos dibujantes
han tratado de interpretado, lo cual equivale a repetir que no se le ha
entendido. Tal es el caso de los norteamericanos. El error proviene de forzar
el impresionismo al torcer la concepción de lo grotesco. Lo que en otros
dibujantes ha prohijado la ignorancia, en ellos es el afán de lograr un
impresionismo original--propio si se quiere--pero falso siempre…”
Estos
son solo algunos párrafos entresacados del profundo ensayo que abordó el investigador
cubano en el tercer capítulo de su libro, escrito hace cerca de cien años y
algunas de estas opiniones--muy acertadas en esa época--también han
evolucionado con el tiempo.
La
dialéctica nos enseña que hoy la caricatura tampoco es lo mismo, no solo en
Europa sino en todo el mundo, incluyendo otras expresiones de las artes
aplicadas al calor de las nuevas tecnologías de punta y los gustos derivados de
ellas.
El
mejor ejemplo: Las tiras cómicas, los comis-books, y sus variantes, en nada
cómicas, el dibujo animado y hasta sus versiones en 3D, inexistentes o en
pañales por entonces; donde priman las series de suoer-héroes, terror, o
ciencia-ficción apocalípticas—
En
un próximo capítulo dedicado a las diversas escuelas surgidas en aquellos
remotos tiempos analizados por González Barros, abordaremos curiosidades de
este desarrollo surgidas poco después y que hoy son verdaderos fenómenos
culturales y de masas.
Lo
innegable--como dijimos al principio—es que la línea impresionista en la caricatura
vino del Lejano Oriente; y por lo que parece, regresa a sus ancestros a través
del estilo “manga”, también motivo de estudio en próximas ediciones.
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