Así
titulaba a fines del siglo XX en Cuba una amena sección periodística bajo la
firma de Néstor Baguer Sánchez Galarraga, admirado colega que vinimos a conocer
personalmente cuando acudió a la Editorial Pablo de la Torriente para publicar
un libro con ese mismo nombre, y que yo sepa--siendo por entonces uno de los
editores de la misma--se terminó de imprimir pero jamás vio la luz pública, ya
que una vez concluido, el autor cayó misteriosamente en el anonimato.
A partir de ese momento--al entusiasta colega ya octogenario--lo veíamos de lejos, deambulando por las calles de La Habana con su típica boina negra, como un sonámbulo, evitando cualquier encuentro personal.
A partir de ese momento--al entusiasta colega ya octogenario--lo veíamos de lejos, deambulando por las calles de La Habana con su típica boina negra, como un sonámbulo, evitando cualquier encuentro personal.
De
repente Baguer comenzó a destacarse como un líder de las “guarimbas” que se
organizaban-–casi siempre—en zonas diplomáticas y los alrededores de la Oficina
de Intereses de los Estados Unidos en el Vedado, con presencia de la prensa
extranjera.
Como
nuestro local se hallaba muy cerca de esas coordenadas, en no pocas ocasiones
tuvimos que organizarnos voluntariamente para salir al paso a las provocaciones
de los “revoltosos” incluyéndolo a él y a las no menos “disidentes” Damas de
Blanco.
No
tuvimos más noticias de Baguer hasta el martes 26 de octubre del 2004, cuando
el diario GRANMA nos sorprende con la noticia: “Murió el insigne periodista y
revolucionario Néstor Baguer” y al día siguiente se le daba sepultura
con honores militares en el Cementerio de Colón, a quien oficialmente
perteneciera a la (AIN) Agencia de Información Nacional, pero—en silencio tuvo
que ser—el agente Octavio de la Seguridad del Estado.
Recuerdo
como si fuera hoy la esclarecedora despedida de duelo por parte del entonces
Presidente de la UPEC, Tubal Páez; así como las amenas charlas que habíamos
sostenido frecuentemente en la Sala de Té de la UPEC, con quien fue siempre un
defensor de nuestras raíces—no solo idiomát¡cas—sino de patriotismo y entrega.
Sea
este nuestro modesto homenaje a quien resultara equivocadamente enjuiciado por
algunos de sus más cercanos “colegas” y qué decir del resto de los “despistados”
como yo que no podían creer lo que estaba ocurriendo en esos días.
Hoy,
apenas quince años después--el pasado 14 de agosto--me parecen increíbles las
imágenes del izamiento de la bandera estadounidense en lo que fuera dicha Oficina
de Intereses, para inaugurar la nueva Embajada yanqui y nada menos que en
vísperas del 89º. Aniversario de Fidel.
La
escena catalogada de histórica por el propio Secretario de Estado norteamericano
John Kerry, le dio la vuelta al mundo. En ese momento nos vinieron a la mente
aquellos recuerdos de hace cincuenta años; pero sobretodo la figura del
inquieto Baguer, no solo por su entrega personal a la Revolución, sino por su
aporte a la cultura con aquel permanente llamado en Defensa del Idioma.
El
establecimiento de Relaciones Diplomáticas ha comenzado con buen paso, pero el
camino de la normalización es largo, difícil y complejo; por lo tanto nosotros,
los periodistas no podemos caer en superficialidades y términos ambiguos, cuando
estamos en posesión de un idioma tan rico como el de Cervantes.
De
ahí que este simple caricaturista en varias ocasiones haya utilizado en sus
trabajos del blog con ironía la frase “No nos entendemos”. Porque la palabra embargo
no es precisamente bloqueo y mucho menos en español, donde se especifican
mucho más estas diferencias idiomáticas. Sin ser purista de la Lengua ni mucho
menos, me preocupa la utilización a menudo por nuestros periodistas del término
Isla para identificarnos como
nación--error garrafal inmediatamente magnificado por la Gran Prensa Internacional
y lo que es peor, en la red de redes--con la intención de borrar del mapa a
nuestro --ya ignorado Archipiélago por los colonizadores--compuesto de 4,195 islas,
cayos e islotes, incluyendo la Isla de la Juventud. Todos ellos eliminados de
un plumazo a fines del siglo XIX por el excluyente Tratado de París que puso
fin a la guerra entre España y los Estados Unidos.
Acudo
pues a otro periodista Alexis Schlachter quien también nos aclaró muchas cosas en
su libro de 2002 para la Editoral Oriente en “Geografía Sorprendente”
donde nos recuerda el error de Colón al calificarnos como una Isla desde
1492; gazapo mantenido a golpe y porrazo por la Metrópoli como “Fernandina”,
“Juana” o “La siempre Fiel Isla de Cuba” a lo largo de más de 500 años.
Pero
lo peor del caso es que esta situación estuvo a punto de costarnos en 1901 la
actual Isla de la Juventud cuando se firmó en diciembre 1898 el Tratado de
París que dio por terminada la llamada Guerra Hispano-Americana y copio del
autor aludido:
“…¿Qué
se proponía el gobierno norteamericano? La jugada se vio clara cuando se le impuso
a nuestro país la Enmienda Platt que en su artículo 6 decía textualmente: “La
Isla de Pinos será omitida de los límites de Cuba propuestos por la Constitución,
dejándose para un futuro arreglo por Tratado la propiedad de la misma…”
Sin
embargo, el propio Schlachter agregaba que en el mismo documento, donde fue
señalada como una solitaria isla, Cuba--con sus 2,100 kms cuadrados--superaba en
tamaño a varios estados europeos de la época; mientras Filipinas sí recibió el
trato de archipiélago, incluso con detalles precisos de los puntos geográficos
comprendidos en su territorio.
Este y otros absurdos quedaron zanjados no sin acalorados debates mediante el Tratado Hay-Quesada firmado entre Cuba y Estados Unidos siendo ratificado en 1925. Pero eran otros tiempos preñados de ignorancias y vulgarizaciones, hasta el punto de hacerse popular cierto despiste geográfico cuando se bautizaba al filipino como “Chino Manila”.
Este y otros absurdos quedaron zanjados no sin acalorados debates mediante el Tratado Hay-Quesada firmado entre Cuba y Estados Unidos siendo ratificado en 1925. Pero eran otros tiempos preñados de ignorancias y vulgarizaciones, hasta el punto de hacerse popular cierto despiste geográfico cuando se bautizaba al filipino como “Chino Manila”.
Sin
embargo, mucho antes los verdaderos cubanos en la Constitución de la Yaya (1897)
en su primer artículo ya expresaban: “…La República de Cuba comprende el
territorio que ocupa la Isla de Cuba y cayos adyacentes...”
Como
vemos nuestro diferendo con la política expansiva y exclusivista yanqui va
mucho más allá de la ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba y su bloqueo contra
la Revolución Socialista de hace apenas cincuenta años.
A
principios de la República mediatizada tuvimos que aplicar la sabiduría
asiática del genial detective chino Chan Li Po… ”Paciencia…Mucha paciencia”.
Actualmente debemos sacar experiencias para la “aventura” que se nos avecina.
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