Todo
parece indicar que nuestra propuesta anterior en este mismo mes “Autocrítica
póstuma” ha creado cierta expectativa entre nuestros amables vecinos
del blog. Y es natural que esto ocurra: Lo que pasa con Bernardo González
Barros es que, para su época resultó ser un inadaptado, un idealista y por
tanto, un fuera de serie. Pero lo curioso del caso es que su trayectoria está
íntimamente ligada a otro criollo de similares virtudes. A continuación hemos
ilustrado la información con la portada del libro “Caricatura y crítica de arte”
sobre este genial ensayista cubano con Selección y prólogo del Dr. Jorge R.
Bermúdez de donde tomamos estos apuntes. En su portada el caricaturista Conrado
W. Massaguer nos regala en su personal estilo, el perfil de González Barros.
Bernardo
G. Barros nace en Guanabacoa (25-1-1890) y muere (20-5-1922). Pero algo
parecido ocurre con su alter-ego, once años mayor que él: Jesús Castellanos
Villageiú, La Habana, de (8-8-1879) a (29-5-12). El primero de ellos deja a un
lado la carrera de leyes y Castellanos abandona su profesión de arquitecto para
abrazar ambos el periodismo a propósito del salto cualitativo que da la prensa cubana
en medio de la Revolución Industrial del nuevo siglo.
Tras
la Guerra de Independencia Castellanos, quien había estudiado en la Academia de
San Carlos en México, regresa a Cuba y sienta cátedra en el diario LA DISCUSION
como caricaturista.
El
humorismo gráfico de la épocaen pañales desde el punto de vista estilístico--estaba
representado por Ricardo de la Torriente, que dependía fundamentalmente de su
revista LA POLÍTICA CÓMICA y del personaje de Liborio quien ganaba con ello en
popularidad, prosperidad material e influencia política. Sin embargo, es en
este contexto que una obra de Castellanos para LA DISCUSIÓN el 5 de abril de
1901 se convierte en noticia de primera plana al fustigar al gobierno interventor,
bajo el título de ”El Calvario Cubano”, donde su Liborio—mucho más
combativo que el de Torriente—aparece crucificado entre los dos ladrones del
pasaje bíblico; esta vez representados por el interventor yanqui Charles Magoon
y el presidente MKcKinley.
De
inmediato el dibujante cae preso durante unas horas junto con el director de la
publicación Manuel María Coronado, mientras la tirada es secuestrada por las
autoridades. El incidente no pasa de ahí--tras la intervención del propio
interventor--el propio Magoon los libera para evitar que se revuelva más el
estercolero.
Este
incidente es calificado por Juan David como“…la caricatura que se muestra por primera
vez cubana a cara descubierta y antimperialista…” en su libro titulado “La
caricatura, tiempos y hombres” de la Colección Majadahonda, Centro
Pablo de la Torriente, La Habana, 2002.
González
Barros es ya un destacado crítico literario, mientras su amigo aunque también
ejerce el periodismo analítico, es más popular como hemos visto en la
caricatura editorial. Sin embargo, sorpresivamente Castellanos viene a ganar
fama no por sus dibujos satíricos, sino por la novela “La conjura” con la cual
hubo de obtener el premio en los Juegos Florales del Ateneo de La Habana en
1908.
Su
temprana muerte cuatro años más tarde--apenas con 33 de edad--hace que Barros
abandone otros proyectos como su novela “La senda nueva” de 1913, para
dedicarse por completo al estudio del nuevo humorismo gráfico que venía
desarrollándose en Cuba y en el mundo a partir de la segunda mitad del siglo
XIX.
Por
esa época ya los caricaturistas de vanguardia citados por él –Rafael Blanco y
Conrado W. Massaguer--se habían dado a conocer en sendas exposiciones de
caricaturas (1911 y 1912 respectivamente), Valls se incorporaría después, mientras
el Primer Salón de Arte Nuevo tarda hasta 1927 en producirse.
De
ahí la importancia del libro “La caricatura contemporánea” en dos
tomos, que vio la luz en 1916, justo a cuatro años del deceso de su camarada y
cómplice Jesús Castellanos.
Cuando
Bernardo González Barros fallece el 5 de mayo de 1924, la Academia de Artes y
Letras de la Habana, decide ofrecer el 14 de ese mismo mes, un homenaje póstumo
a la memoria del académico recién electo. Y es Jorge Mañach el primero en
considerarlo en la vanguardia de la crítica de arte por la Generación del 23 y
el Grupo Minorista.
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