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10 abr 2017

ABRIL QUE VIENE MAYO



Como buen octogenario, quiero abordar ciertos aspectos que hoy resulten anticuados por el estilo de aquellas frases producto de la sabiduría popular en Cuba cuando se decía:“…Siempre que llueve escampa…” o su contrapartida “…En abril, aguas mil…” Ambas obedecen a leyes de la dialéctica y la naturaleza. Pero también otras con un fuerte contenido religioso como: “…San Isidro Labrador, quita el agua y pon el Sol…”, o “¡Que llueva, que llueva,  la Vírgen de la Cueva!” 
Precisamente en este mes--el cuarto del año--debiéramos reflexionar sobre una realidad insoslayable: ¿Qué hemos hecho individualmente para revertir una sequía que nos golpea desde hace tanto tiempo y con más fuerza que nunca?
Sobre todo con el agotamiento de las fuentes y otros pronósticos de secano nada agradables.
¿No fue el propio Fidel quien anunciara en la ONU en los albores de un nuevo milenio, el inminente peligro del calentamiento global? ¿Y no son las pequeñas islas del Pacífico o del Caribe, las más amenazadas por la crecida de los mares con el deshielo polar?
Cuba, por su geo-morfología larga y estrecha, no cuenta con ríos caudalosos, ni enormes montañas, por tanto tampoco embalses naturales, que nos abastezcan del preciado líquido.
Tuve el honor de ser enviado especial de PALANTE a reportar los estragos del ciclón Flora en octubre de 1963, por tanto como caricaturista corría el riesgo de ser mal recibido por las víctimas de tanta tragedia. Sin embargo, pude cumplir la tarea, gracias a la comprensión de algunos dirigentes y mi comportamiento profesional frente a la titánica recuperación de pueblo oriental, donde en la primera línea de combate, una vez más nuestro Comandante en Jefe se enfrentaba a la muerte, en aquellos anfibios arrastrados por las aguas junto a sus más fieles seguidores.
De la tragedia, Fidel también sacó sus propias conclusiones, al aplicar a partir de entonces una política dada en llamar “Voluntad hidráulica” que puso en manos de otro de sus fieles seguidores, el comandante Faustino Pérez.
Hasta el triunfo revolucionario, en las campañas electorales de politiqueros corruptos y vende-patrias, estos ofrecían, “…Agua caminos y escuelas…” Y tras las elecciones, un nuevo y burlón estribillo de: “…Si te vi, ni me acuerdo…” 
Por tanto, más de sesenta años de neo-república mediatizada habían transcurrido sin apenas imitar las hazañas del Ingeniero Albear y mucho menos la trascendencia de su Acueducto de La Habana, obra cumbre de la tecnología hidráulica española en el siglo XIX.
Por la urgencia de la ayuda a los damnificados orientales en 1963, a mí me tocó trasladarme en un vuelo de Cubana con medicinas y útiles del hogar, hasta el aeropuerto de Holguín.
Por tanto, otro asunto comprobado a partir de las experiencias del Flora y que se mantiene pendiente, es referido al transporte: En aquella tragedia el país quedó aislado por vía férrea y carretera. La ayuda a la región más oriental, sólo podía llegar por mar o por aire.
Económicamente hablando, el transporte aéreo resulta—el más rápido pero también el más costoso--; el acarreo de carga por carretera es igualmente caro debido a la limitada capacidad de los vehículos, el permanente mantenimiento de las vías y del rodamiento en general.
El ferrocarril es menos gravoso, más duradero y transporta mucho más carga, pero no es tampoco comparable al transporte de cabotaje…
En conclusión: La vía por mar sería lo más apropiado para una isla larga y estrecha con infinidad de puertos en ambas costas. Pendiente solo de una red de distribución local para llegar a su destino.
A sabiendas de estos postulados: ¿Cuánto nos podríamos ahorrar solo en transporte? ¿Acaso no es parte también del infame bloqueo impuesto por el Tío Sam en su patio trasero? Recordemos la frase que sataniza al hermano pueblo mexicano: “…Tan lejos de Dios, y tan cerca de los Estados Unidos…” 
Pero volvamos al comienzo: Si el 80 % de nuestro cuerpo y el 80% de nuestro planeta están compuestos por agua y si sólo el 2% de ésta última es potable… ¿Qué futuro nos depara la vida en la Tierra, con éste galopante calentamiento global?
Sólo con una férrea voluntad hidráulica o nuevos descubrimientos científicos podrían alargar este holocausto.
En conclusión: Soy humanista y por tanto también humorista: ¿Qué trabajo nos cuesta mover la manilla del lavamanos o del fregadero para evitar que en buen castellano, el agua se nos escape pinga a pinga: El subrayado es nuestro.
A los puristas del lenguaje castellano y derrochadores de tan vital elemento en cualquier idioma, los remito al DRAE—y quienes no lo conozcan se trata del Diccionario de la Real Academia Española—donde dicha palabra no se sonroja, pues significa gotear, que tal vez hoy, en tiempos de selfies, wi-fi, twiter y face-book no se entienda--pero que en mi niñez—era aquel palo donde los chinos cargaban sendas canastas en sus hombros y se llamaba pinga …pero el palo que la sostenía tampoco es una mala palabra.
Para más información los remito a mi fiel amigo y colega ya fallecido— José Luis Rodríguez Alba—quien comenzó su carrera literaria colaborando en PALANTE con el seudónimo de (Cabaiguán Rodríguez), como lo hicieran otros tan inolvidables como Víctor Casaus (Catón), María Elena Llana (Mariel) Carballido Rey (Esquilo Pérez), Ana Núñez Machín (Äfrica), o Jesús Orta Ruiz (Indio Naborí).
El caso de José Luis—el escritor, no el caricaturista--es diferente, pues cobró su popularidad años más tarde parodiando las famosas greguerías de Gómez de la Serna bajo la firma de GRAKO. Nadie copió las satíricas andanzas del Quijote manchego contra las indisciplinas sociales en La Habana como lo hizo Grako en su tiempo.
Y no sólo le estaré eternamente agradecido por todo ello, sino también por el aporte de su brevísimo estudio titulado ¡Palabras sucias! de Ediciones Extramuros. La Habana, 2003, y hermana gemela del mi “Pequeño Mataburros Humorístico Ilustrado” 2004, cuyo prólogo es también obra de GRAKO. El mini-diccionario nuestro fue dedicado al hermano-caricaturista H: Nordelo y fue bautizado así por su formato bolsi-libro ya que ambas publicaciones resultaron hijas naturales de las limitaciones surgidas con el doble-bloqueo y secuela poluigráfica del período especial, por tanto, materializadas en la recurrente mini-impresora RIZO.
Quedaron pendientes viejos sueños y aventuras entre ambos, tan inéditos que naufragaron en aquellas aguas revueltas de fines de los 90 y comienzos del siglo XXI.
La prematura muerte del hermano Grako—pichón de canario--nos separó definitivamente, pero si quieren adentrarse en la simpática aventura CUADRO A CUADRO de nuestros “Cuentos de Isleños” quedan invitados a participar todos los editores del país, incluyendo nuestra propia Editorial Pablo de la Torriente, pues aún ese sueño se mantiene como una pesadilla inédita.
Pido disculpas por este chaparrón, pero…La defensa es permitida: ¿O NO?

21 mar 2015

LO QUE ME CONTÓ MI AMIGO:



Para ilustrar la narración que me ofrece el amigo Víctor Manuel a continuación, acudo a varias viñetas que he podido salvar de la polilla sobre aquel reportaje que me publicó PALANTE Y PALANTE en octubre de 1963. Espero que disfruten ambos aportes. Cedo la palabra al protagonista de la historia: 
“…Después de lo del Mir durante el Flora Fidel llegó a Holguín, y se quedó allí toda la noche. En el curso de la madrugada le surgió la idea de avanzar rumbo a Cauto Cristo, en dirección a Bayamo, donde suponía que la gente superviviente estaría cercada por el agua.
Se decidió utilizar los anfibios más grandes en esa dirección con la idea. de acrecentar la flotabilidad de los mismos con grandes cámaras de tractores y camiones. Al amanecer partimos por la central y se llegó hasta donde las aguas cortaban la carretera, en la proximidad de un lugar llamado entonces El Naranjal.
A continuación se distribuyeron los acompañantes de Fidel en los tres anfibios, "reforzados". A mi me costó trabajo que él me autorizara porque consideraba que como secretario del Partido debía quedarme para seguir dirigiendo la emergencia desde el puesto de mando, pero logré convencerlo con ciertas argucias; así consintió en dejarme tripular uno de los anfibios, que por cierto, fue el primero en naufragar pues se le enredaron las sogas colgantes del amarre y hubo que detener el motor para cortarlas. 
En eso ocurrió que, pese a que de nuevo se puso en marcha, el anfibio comenzó a ser arrastrado, cada vez a mayor velocidad, por una fuerte corriente de agua que pasaba por debajo de un pequeño puente para el paso del ganado, pero en este caso se trataba de un mar, y la alcantarilla era como una pequeña islita por debajo de la cual se hacía fuerte la corriente al reducirse su paso por el diámetro de los tubos de cemento.
En fin que el anfibio fue arrastrado hasta chocar con la alcantarilla; algunos se lanzaron al agua, otros se quedaron dentro, en tanto que los más afortunados esperamos sobre cubierta el momento del choque y logramos saltar a la alcantarilla. De momento parecía que solo habríamos sobrevivido los que logramos alcanzar la carretera.
Inmediatamente Fidel se percató del suceso desde cierta distancia, y ordenó acercarse, para salvarnos, pero ocurrió lo mismo; su anfibio también chocó; a él logramos agarrarlo y subirlo a la carretera. Poco después se repitió el naufragio con el tercer anfibio.El líder de la Revolución pasó revista a los sobrevivientes y las bajas, que lamentó muchísimo, entre ellas el comandante Vallejo, el entonces capitán y jefe de la más importante unidad militar de la región, Carlos Fernández Gondín, y dos médicos que se habían incorporado, los doctores Hugo Zayas y Benito Pérez Masa.
Pero pronto se empezó a divisar que aquellos desaparecidos—los que habían pasado bajo el puente--estaban al menos de momento a salvo, aunque en muy precarias condiciones: Vallejo sobre la copa de un árbol, Fernández Gondín agarrado con los pies a una “madre de cerca” y apenas con la cabeza fuera del agua; en condiciones parecidas estaban los dos médicos y otros compañeros.
Enseguida Fidel dispuso su rescate, ya  que no podrían sostenerse mucho en las condiciones que estaban. Entonces ordenó cortar los cables del tendido eléctrico que estaban caídos para atar las cámaras y mantenerlas sujetas desde la orilla. Yo también asumí esa orden y me lancé al agua con una bayoneta AK, solo que ya dentro del agua turbulenta y con un cable en la mano, me acordé que no sabía nadar lo suficiente como para aquella peligrosa maniobra, pero por suerte desde la salida nos habíamos metido todos dentro de unos chalecos salvavidas que me dio la suficiente flotabilidad como para moverme en el agua, cortar mi pedazo de cable y traerlo a la orilla, sin que nadie se diera cuenta de que estaba pasando otro susto dentro del gran susto anterior. En lo que ocurría todo eso Fidel dirigía la preparación de los atados de cámaras salvavidas para ir en busca de los compañeros; entonces llegaron otros socorristas en unos botes porque desde el lugar de partida de los anfibios se dieron cuenta de nuestro "naufragio" y a remo acudieron enseguida atracando a un islote lejos de la fuerte corriente que nos había hundido.
Cuando el Comandante en Jefe vio los botes, rápidamente organizó el rescate a bordo de ellos, y en poco tiempo estuvieron todos sobre el pequeño pedazo de carretera sobre la alcantarilla. La alegría de Fidel era indescriptible porque no hubiesen ocurrido bajas.
Enseguida planeó continuar avanzando en esos botes en la dirección original de Cauto Cristo.
Entonces hubo un momento muy tenso, dentro de aquella gran tirantez, cuando los comandantes que se oponían a que Fidel continuara corriendo cada vez mayores riesgos pretendieron que yo, como secretario del Partido en Holguín, lo convenciera de que debía regresar al punto de Partida.
Por supuesto que no era fácil convencerme de asumir esa misión evidentemente imposible, pero enseguida Fidel se dio cuenta del cuchicheo y dio unos fuertes gritos para recordarle a todos, con aun más fuertes palabrotas, que él era el jefe y seguiría al mando hasta cumplir la misión que se había propuesto de llevar ayuda y solidaridad a los posibles sobrevivientes aislados en el poblado de Cauto Cristo, al considerar que habría sido barrido por las aguas.
En eso se estaba, cuando se escuchó y se vio un helicóptero que, pese a la lluvia y el viento, se mantenía en el aire e intentaba aterrizar en el pequeño islote de carretera que ocupábamos. Enseguida se bajó el Comandante Almeida, y desde que lo vio Fidel dijo que no lo convencerían para montarse en el helicóptero y que seguiría su rumbo en los botes. Pero Almeida sí logró darle la información necesaria para convencerlo de que era imprescindible su inmediata presencia sano y salvo en el puesto de mando, cuando ya en el exterior se propalaba la versión de que habría perecido.
De mala gana se despidió de quienes quedamos en la alcantarilla, que enseguida nos aprestamos para regresar en los botes hasta "tierra firme". Pero en ese preciso momento ocurrió otro percance dramáticamente pintoresco y que por un instante pareció que podría ser trágico, porque un enorme toro cebú, enloquecido, que había logrado salvarse nadando quien sabe desde dónde y por cuánto tiempo--pues no se veía nada vivo en el entorno--salvo las alimañas que habían logrado escalar a la parte alta de los árboles y aquel toro bravo arremetió contra nosotros.
La salvación solo estaba en lanzarnos al agua para evitar ser corneados y pisoteados, hasta que uno de los muchachos de la escolta, o tal vez más de uno, dispararon sus fusiles y mataron al toro. Solo fue entonces que pudimos regresar en los botes.
Cuando arribé, y mientras me arropaban (porque salvo Fidel, que nunca se quitó ni el casco, los demás estábamos prácticamente sin ropas), temblando de frío y tomando algo caliente, conté todo cuanto había pasado. Entre los presentes estaba un periodista de REVOLUCIÓN, que captó lo esencial del relato y al día siguiente se publicó a toda una página del diario, bajo el título: “Yo vi a Fidel
arriesgar su vida en el Cauto”
.
Por cierto que BOHEMIA lo reprodujo íntegramente en su propio gran reportaje sobre la tragedia del Flora. Y puedes creerme que en medio de aquella vorágine no se me ocurrió leer nunca aquel trabajo periodístico, sobre el que por cierto me hicieron unos comentarios, como que el periodista hacía ver que él participó en los hechos--lo cual no era cierto--y mucho menos me interesé en leerlo.
Le recuerdo al inefable amigo que cuando nos conocimos allá en los días del Flora, él me relató brevemente algo de estos acontecimientos. Pienso que su natural modestia evitó volver sobre aquel hecho heroico en cada nuevo encuentro y siempre terminábamos hablando de temas afines como el humorismo y la caricatura. Hoy en sus 75 abriles aproveché para reproducir casi textualmente su relato a pesar de los pesares. Espero que me perdone esta encerrona mediática; y regreso a su narración: “…Veinte años después de los acontecimientos me llamó otro  periodista pero de la revista BOHEMIA para pedirme una entrevista sobre aquellos sucesos. Como que yo era el vicejefe del DOR no me parecía bien ese protagonismo, pero me intrigó que aquel joven—Manolito González Bello--que tanto se destacó en tan poco tiempo, lamentado más tarde su prematuro fallecimiento; me ubicara en los hechos del Flora, y fue él quien me enteró de lo que había publicado BOHEMIA, y la reproducción del reportaje de REVOLUCIÓN.
Precisamente con motivo del vigésimo aniversario del Flora es que la revista solicitaba la entrevista. Entonces fui al Centro de Documentación del Comité Central y leí por primera vez lo publicado veinte años atrás. Al fin le di la exclusiva a Manolito, y él incluyó mi testimonio en su gran reportaje.
Te confieso Blanco que en esas dos décadas, la vida había transcurrido tan rápido que yo apenas había tenido tiempo de hablar sobre aquello, y apenas ni me acordaba. Solo cuando leí mi propio relato, y recogido "en caliente" por el periodista de REVOLUCIÓN--cuyo nombre no recuerdo en este momento--pude reconstruir aquellos acontecimientos.
Años después, estaba yo trabajando en el CIREN, y William Gálvez--quien fue uno de los comandantes participantes en el "naufragio de los anfibios"--me pidió testimonio, y lo complací, pero no volví a animarme hasta que hace dos años, aquí en BOHEMIA, me contactaron desde la Defensa Civil de Holguín para que testimoniara en un gran reportaje que estaban preparando con motivo del aniversario 50 de la Defensa Civil, cuya primera gran prueba de fuego fue precisamente el Flora.
Vinieron a entrevistarme desde la televisión de Holguín, fue entonces que volví a recordar y narrar muchos de aquellos detalles, algunos de los cuales ahora te estoy contando con las imprecisiones de la improvisación a vuela-tecla--no para que los publiques--sino para que tengas el conocimiento y puedas asumirlo en lo que consideres sirva a tu propio relato... Y nada más, que ya son las nueve de la noche, Sofía me apremia por el teléfono, y el estómago también. Va un abrazote con mi mayor afecto y admiración. 
Hasta aquí la versión del amigo Víctor Manuel, aquel protagonista de 22 años que ahora arriba a su 75º Aniversario: El subrayado en negrita es nuestro.