“…Posada. La muerte que se volvió calavera, que pelea, se emborracha, llora y baila… La muerte como caramelo de azúcar, la muerte que engolosina a los niños, mientras los grandes pelean y caen fusilados, o ahorcados penden de una cuerda… La muerte parrandera que baila en los fandangos y nos acompaña a llorar el hueso en los cementerios… La muerte que es, en todo caso, un excelente tema para producir masas contrastadas de blanco y negro… Seguramente ninguna burguesía ha tenido tan mala suerte como la mexicana, por haber tenido como relator justiciero de sus modos, acciones y andanzas, al grabador genial e incomparable: José Guadalupe Posada…”
La interpretación satírica de la muerte en el país azteca por José Guadalupe Posada lo llevó a planos estelares en la gráfica y el costumbrismo de su país y del mundo. Nace el artista en Aguascalientes el 2 de febrero de 1852, y un primero de enero, seis años más tarde, otro grande del humor azteca, Daniel Cabrera, ligado con él por la historia y la afición, ve la luz en Zacatlán:
En cierta ocasión ambos coinciden en la revista satírica “El Ahuizote”.
Pero dejemos que hablen los que más saben:
Según el colega Eduardo del Río, en su libro “Un siglo de caricatura mexicana”, esa especialidad gráfica en su país es tan antigua como el Bicentenario de nuestras luchas independentistas. En ella RIUS manifiesta que aunque en 1812 ya se editaban en México la revista satírica “El Juguetillo” y en 1826 el periódico “El Iris”, no existen copias de esas publicaciones.
Posada por entonces ya se había consagrado como grabador ilustrando corridos, adivinanzas, anuncios y hojas volantes críticas o publicitarias de todo tipo para el editor Vanegas Arroyo con sus calaveritas, y hasta con “Don Chepito Mariguano” –un viejo loco, calvo y hasta medio cegato— considerado el primer personaje de historietas autóctonas, aunque desde el punto de vista formal eran solo ilustraciones, no viñetas secuenciales.
Pues bien, durante aquella convulsa época de la revolución mexicana con sus altas y bajas surgían publicaciones donde primaba la crítica político-social. Todo parece indicar que el personaje ahuizote viene del náhualt (agua-espina), y así se nombra la nutria o perro de agua, pero en lenguaje figurado, el pueblo identifica al ahuizote como un personaje que molesta continuamente. Lo que el cubano definiría como una jejendilla –mitad jején, mitad ladilla--.
Dicen, y no son mentiras más –como diría cierto comentarista de nuestra televisión---, que la primera publicación con ese nombre “El Ahuizote” tuvo el apoyo de Porfirio Díaz contra la intención reeleccionista de Lerdo de Tejada, pero en cuento ascendió al poder, el propio dictador lo clausuró por “rezongón”.
Veamos que nos dicen Juan Manuel Aurrecoeche y Armando Bartra, autores del libro “La Historia de la historieta en México” (1974-1934).
“…Desde la guerra de independencia y hasta el segundo gobierno de Porfirio Díaz, la prensa política es un manifiesto perpetuo, un eterno llamado a la ciudadanía en nombre de los más diversos proyectos de nación. La crítica se apoyó en numerosos personajes satíricos. El Ahuizote es quizá el más consistente de ellos. Desde 1874 la publicación “El Ahuizote”, se ensaña con Lerdo y más tarde apoya el Plan de Tuxtepec animado por Porfirio Díaz. Pero once años después, su heredero “El Hijo del Ahuizote” de Cabrera, se constituye en el azote del incipiente dictador. La represión porfirista obliga a cambiar los nombres y sustituir a los responsables. Pero el espíritu de los ahuizotes se mantiene y surge de nuevo de la mano de Cabrera “El Ahuizote Jacobino…”
“El hijo del Ahuizote” de 1885 según el machón, se calificaba como: Semanario de oposición feroz e intransigente con todo lo malo. Fundador, director, y propietario: Daniel Cabrera. Calle de Cocheras No. 3. Apartado 421.
La osadía de este Daniel el Travieso le costó cara pues cayó preso más de cien veces, hasta que Don Porfirio Díaz no aguantó más y en 1903 el dictador ordenó la destrucción de dichos talleres, y claro, metiendo de nuevo al dueño en la cárcel.
Cabrera cumplió la condena con dignidad, y al salir en libertad, funda junto con su equipo otra revista llamada “El Colmillo Público”, clausurada también por el porfiriato. Perro huevero, el humorista crea otra peor: “El Ahuizote Jacobino” que le valió nuevas prisiones al dueño y a su personal.
Pero informaciones recientes me indican que el ahuizote pica y se extiende porque en el transcurso de toda esta época existieron publicaciones similares no solo con el título de hijo del ahuizote, sino también hubo padre, el nieto, ý el biznieto del ahuizote.
Como ven, la genialidad de Guadalupe Posada, demostrada desde su debut en “El Jicote” de Aguascalientes, la posterior colaboración con “Gil Blas Cómico”, “El diablito rojo”, el ya nombrado “El Ahuizote””, y con sus antológicas calaveritas, incluyendo a la Catrina o calavera de la cucaracha, puede emular perfectamente con la persistencia revolucionaria de su coetáneo, el tozudo Daniel Cabrera.
Como nota curiosa podemos agregar que en este afamado taller, se publicaron los Manifiestos No. 1 y No. 2 del 26 de julio durante el exilio en México del Dr. Fidel Castro y sus compañeros que un año después vinieron a Cuba en el yate “Granma”.
José Guadalupe Posada falleció en la Ciudad de México hace exactamente 98 años en este 20 de enero de 2011.
Pero parece que el tal Ahuizote es inmortal porque buscando información en internet, nos tropezamos con el sitio http://www.elahuizote.com.mx/ por lo que parece que habrá Auhizote
para rato.
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