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12 oct 2013

UN CABALLERO CENTENARIO

Como todo lo referido a una leyenda, posiblemente el próximo 10 de diciembre el Caballero de París cumplirá el centenario de su arribo a La Habana, así como cinco años exactos de inaugurar una exposición gemela a la realizada en agosto de ese mismo año en el Museo Comarcal y Etnográfico de Fonsagrada por parte de caricaturistas cubanos
En este caso, la muestra se llevó a cabo en el Centro de Salud Mental de la Habana Vieja bajo los auspicios de la Oficina del Historiador de la Ciudad. De lo primero--ampliamente fabulado no doy fe--pero de esto último si, pues ese día a fines del 2008, pudimos dejar constancia gráfica del acontecimiento. A continuación dos de ellas:
El salón expositivo fue escogido personalmente por el Dr. Eusebio Leal Spengler, pues en ese centro habitualmente consulta el Dr. Luis Calzadila Fierro, quien fuera su biógrafo y médico de cabecera en el Hospital Psiquiátrico de La Habana hasta el fallecimiento de José López Lledín, el 11 de julio de 1985.
Tal vez resulte ambigua la primera afirmación, pero es que toda la historia del controvertido personaje está preñada de misterios e imprecisiones; de ahí la definición que de sus propios labios tomamos para el libro “La leyenda que camina”. La obra fue presentada en la Feria Internacional del Libro—febrero del 2008--dedicada a Galicia y duró en las librerías lo que un merengue en la puerta del colegio.
La biografía escrita ocho años antes por su psiquiatra titulada “Yo soy el Caballero de París”, fue editada e impresa originalmente por la Diputación de Badajoz en España. En ella me inspiré para–-con permiso del autor--acometer aquella sintética adaptación ilustrada que lograra tanto revuelo en nuestro país.
El éxito editorial respondía más a la inmensa popularidad que mantenía a través de los años el personaje de aluengas barbas, y exótica erudición, que a sus propios contenidos. He aquí algunas de las interrogantes que aún subsisten en el imaginario popular habanero a 22 años de su desaparición física:
¿Cuántas versiones había de su nacimiento o su niñez en España?
¿Pudo o no tener amores en su tierra natal?
¿En qué fecha exacta y embarcación llegó a nuestro país?
¿Cuántas versiones existen de las causas por las cuales fue encarcelado en el Castillo del Príncipe?
¿Quién era la misteriosa dama que se enamoró del eterno caminante?
¿Tuvieron hijos en Cuba?
¿Estaba realmente loco?
Existen otras muchas interrogantes de su folclórico deambular por las calles capitalinas, pero en aras de la brevedad, sólo expondremos dos relacionadas con sus primeras vivencias.
En el libro del Dr. Calzadilla consta que el ciudadano José López Lledín llega a Cuba a bordo del vapor alemán “Chemnitz” cuyo capitán el señor Miztlaft reportó que el joven fue atendido exitosamente de fiebres altas a bordo, y que desembarcó en el puerto de La Habana el 10 de diciembre de 1913.
Sin embargo, el periodista José Quílez Vicente en una entrevista a Inocencia López Lledín, para BOHEMIA, ésta confiesa haber llegado a Cuba en 1910 y su hermano menor José lo había hecho con posterioridad, el 4 de octubre de 1914.
Por si fuera poco, en una de sus habituales “descargas” el propio caballerito afirmaba que vino a bordo del buque de emigrantes “Princesa de Cecilia” con la única coincidencia de que dicho vapor también era de bandera teutona.
Si esto no es un crucigrama veamos lo contado sobre su origen: Es cierto que nació en la aldea de Vilaseca--la cual pudimos visitar en el verano de 2008--pero fue bautizado en la parroquia de San Salvador de Nogueira, porque en su pueblo no había iglesia.
Fui testigo personal de estas versiones, pues en mi visita a la región; algunos asturianos familiares míos del Concejo de Grandas de Salime, situado en la orilla opuesta del río Navia, sin mucha razón se disputan su ciudadanía pues el Ayuntamiento de Nogueira—entonces asturiano-- más tarde pasó a Fonsagrada, condado de la provincia gallega de Lugo, donde el poblado está asentado actualmente.
Otros sitúan el acontecimiento en las márgenes del Eo, pero seria una especulación más al tener en cuenta un afluente monosilábico que en vez de río es como para que usted se ría.
Tal vez esto aporte un nuevo enigma a los datos biográficos vertidos en el libro de Calzadilla y de rebote en el mío, por la enorme cantidad de anécdotas que circulan de boca en boca sobre tan folclórico personaje.
Recordemos que en aquellos tiempos, se generalizaba en Cuba la costumbre de tildar “gallego” a cualquier mortal procedente de la Península, más si se tratara de sus vecinos asturianos.
Se sabe además que periodistas, turistas y pueblo en general lo asediaban dada su locuacidad y simpatía, pero ninguna de estas entrevistas tuvo tanta repercusión como  su presencia física en la televisión cubana invitado a uno de los programas de más audiencia en la época y para ello me remito de nuevo a la obra biográfica de aquel que él llamó su mosquetero, siendo en realidad su médico de cabecera:
Lo que nos cuenta el Dr. Calzadilla en su libro ocurrió exactamente siete semanas antes del ataque a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, y cito:
“…Aquella noche de un miércoles de mayo de 1953—Gaspar Pumarejo y Lolita Berrio animaron la transmisión de “Escuela de Televisión” en la que se presentaron destacadas figuras de la radio, la publicidad y la propia televisión. La competencia entre ellos sería decidida por un tribunal excepcional compuesto por los pintorescos personajes de la ciudad, el Caballero de París, Bigote de Gato, la Marquesa, el Hombre de la Sirena y el primo de Bigote de Gato. (…) Ya casi al final de la transmisión Pumarejo decide entregar veinte pesos a cada uno de los famosos habitantes de La Habana. Todos aceptaron el dinero, pero al llegar al Caballero de París, éste, con gesto altivo le dice al magnate-animador. (…) —Ni mis sentimientos ni mi alcurnia me permiten aceptarle su dinero. Yo lo cedo a Bigote de Gato para una fiesta que va a dar en su establecimiento.(…) Pumarejo vacila un instante, pero acostumbrado a las incidencias de un programa en vivo, responde de inmediato con una insinuación: (…) --Entonces… ¿Por qué no se lo dona a la Casa de Beneficencia? (…) La respuesta inesperada provocaría el comentario general en la calle, en la prensa, y durante algún tiempo quedó reflejada en la pieza musical de Antonio María Romeu hijo, con letra de L. Ibáñez.(…) --Bueno, está bien, vamos a donarlo; pero, ¿qué hacen los ricos y los gobiernos, que son los que deben de atender a la Beneficencia? Esto así es una limosna y no está bien que los niños de la Beneficencia tengan que recibir limosnas.(…) París, daba a todos una lección de cordura y generosidad. Poco después, él, en un parque durmió…”
Hasta aquí la versión del foto-reportaje. Si algo nuevo aportamos con este trabajo es haber podido ilustrarlo gracias a la gestión que hicimos en los archivos de la revista BOHEMIA y la hemeroteca de la Biblioteca Nacional “José Martí”, para obtener copias fotográficas del acontecimiento, abordado tanto en la edición del 24 de mayo de 1953 en la propia revista, como lo publicado con despliegue de primera plana esa misma semana en el humorístico ZIG-ZAG.
Sea esta mi modesta anticipación al tributo que de seguro La Habana—su Dulcinea--le ofrecerá por su Centenario a ese emigrante gallego-–o casi asturiano—. Por algo allá en el terruño y entre paisanos es común lo de: “Gallegos y asturianos, primos hermanos”.

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