En los últimos tiempos el cine de Hollywood y sus hijos bastardos—los
video-juegos--han impuesto unos héroes de aventuras más cercanos a Torquemada y
Maquiavelo que a Robin Hood.
Como ejemplo tenemos los llamados “Hombres de negro”–-gafas incluidas--quienes imponen la ley de la selva en las grandes ciudades con una
violencia más salvaje que la de sus propios enemigos.
A mi memoria vienen otros hombres de negro, que por lo general pasan
inadvertidos --casi grises-- pero antes inspiraban respeto y aún tratan de
poner “orden en la casa” aunque jamás hayan sido superestrellas, ni le roben el
show a los protagonistas principales del espectáculo.
Son, como habréis imaginado, los umpires -–ampayas para nosotros— abucheados
cuando no coincidimos con sus decisiones y a veces injustamente chiflados por
algunos que se amparan en el anonimato del respetable público. Ellos sencillamente
cumplen o tratan de impartir justicia en vivo y en directo.
Tal vez algún día podamos hacerle justicia al más emblemático de ellos
y celebrar el DIA DEL UMPIRE en nuestro país. Si así fuera, yo propondría como
recuerdo en este cincuentenario de su desaparición física—25 de septiembre de
1963—al inmortal Amado Maestri.
Curiosamente, siempre calzó los arreos detrás del home; de joven en su
natal pueblo de Regla lo hizo como cátcher y también más tarde con el Cubanaleco
de la Unión Atlética
Amateur, representando al sector eléctrico donde trabajaba.
Al perder su empleo en la transnacional estadounidense durante la
huelga de 1935, se vio obligado a pasar al profesionalismo pero esta vez lo
hizo como umpire.
Años más tarde, tuvimos el placer de participar con él y todo el
pueblo en el multitudinario entierro que se le hizo a K-Listo-Kilowatt, un bien
pensado pero negativo símbolo publicitario de la mal llamada “Cía Cubana de
Electricidad”.
Pero, volvamos atrás: El debut de Maestri como “ampaya” coincidió con la
inauguración del Campeonato Profesional Cubano de Beisbol 1936-37, en el
estadio de La Tropical,
donde se enfrentaron los equipos Almendares y Marianao.
A partir de esta fecha comenzó su exitosa carrera de umpire, cuando en
las gradas se desencadenaba el fanatismo de las bajas pasiones, la prepotencia de
magnates y politiqueros que no admitían decisiones adversas, también—porqué no—las
palabrotas del ciudadano inculto y soez, las frecuentes reyertas entre
apostadores; y a todo ello sumarle el valor agregado del expendio de cerveza,
en las gradas de un terreno de pelota que se ufanaba en llamarse “Gran Stadium
Cerveza Tropical”; por suerte rebautizado al triunfo de la Revolución como “Pedro
Marrero Aizpurúa” en honor al héroe revolucionario.
Fue en ese marco adverso donde le tocó al bisoño Maestri imponer
justicia frente a la indisciplina, el morbo, la incultura, y el posible
“botellazo” contando para ello sólo con su peto, su careta y un enorme corazón
en el medio del pecho.
Pero como lo cortés no quita lo valiente. Maestri actuaba con tal tino
que también le hizo honor a su nombre; fue —Amado-- por su pueblo.
De sus numerosas anécdotas, tal vez la más publicitada de ellas
ocurrió en 1947, frente al multimillonario, Jorge Pasquel, presidente de la Liga Mexicana de
Beisbol, propietario, del stadium Delta Park en el DF de la capital, y de uno
de los equipos contendientes, entre otros bienes muebles y raíces. En fin, —como
decíamos en los pitenes del barrio— dueño del bate y la pelota.
En aquella ocasión el magnate azteca bajó con prepotencia de las
gradas para enfrentarse a una decisión del umpire, y Maestri sereno pero firme en
el plato, lo expulsó del terreno al tiempo que renunciaba a su jugoso contrato y
regresaba a Cuba de inmediato.
Menos conocida, pero igualmente digna fue la anécdota de sus comienzos
impartiendo justicia en la
Tropical, cuando un pelotero del antiguo Almendares quizo
hacerse el gracioso, mofándose de él, hasta que careta en mano se dirige al
dogaut, lo llama correctamente por su nombre y apellido, agregando que el
público había pagado su entrada para aplaudirle en el terreno, no para ver como
era expulsado del mismo.
Actitud similar ocurrió en 1946 cuando nos visitaron los famosos “Dodgers”
de las Grandes Ligas. Al frente del equipo venía Leo Durocher—más conocido como
“Lipìdia” por su mal carácter--. Tal vez el conflictivo manager quiso
congraciarse con el público y al primer intento Maestri se le enfrentó más o
menos en estos higiénicos términos:
“Usted es un malcriado y no va a
venir aquí a poner en ridículo a los “ampayas” cubanos, así que vaya para las
duchas a refrescarse.”
Por último y tal vez el mayor mérito haya sido su viril actitud, aquel
domingo 4 de diciembre de 1956, en medio de la sangrienta dictadura de Batista,
cuadro intervino, junto a algunos empleados del estadio del Cerro, para evitar
la saña de los esbirros uniformados frente a la manifestación universitaria con
su líder José Antonio Echeverría al frente, quienes desplegaron una tela de
protesta que tomó por sorpresa los terrenos de pelota. Tres meses más tarde, “Manzanita”
caería acribillado a balazos en aquel intento del Directorio por eliminar a la
bestia en su propia guarida.
Estas son solo algunas pinceladas de la vertical postura de Amado
Maestri en todos los terrenos, ya deportivos como revolucionarios.
En fin, que Amado Maestri fue, es y será un hombre que dignificó el
beisbol cubano siempre vestido de negro, pero nunca estará de luto en nuestros
corazones.
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