No quisiéramos terminar
este año 2014 en deuda. Varios acontecimientos trascendentales ocurridos en diciembre
no me permitieron continuar la saga que veníamos abordando sobre la importancia
de la línea para el dibujo humorístico y la gráfica en general. De ahí que en
esta última entrega del año incluyo los capítulos 12, 13 y 14, donde podrán
apreciar aspectos estrechamente relacionados con los aportes cubanos a su
desarrollo a partir de una típica colonia española: La última en Nuestra
América.
Por el camino hemos tenido
que cambiar el rumbo e ir a los orígenes que van mucho más allá de nuestro
país.
Hasta ahora habíamos visto
la evolución de la gráfica humorística europea a partir del desarrollo
poligráfico y las revistas ilustradas en Francia, Alemania, Reino Unido y
España, así como las distintas escuelas investigadas por el crítico cubano
González Barros en su obra “La Caricatura Contemporánea”
Pero por entonces había
que graficar historias más extensas donde también hiciera su presencia la
parodia, la ironía, el fantasía, la sátira, el ingenio y otras manifestaciones que
requerían varias viñetas en forma secuencial, lo que dio en llamarse historieta
(en español) así como sus orígenes que-- según los propios españoles--partían
de las antiguas aucas o aleluyas catalanas, tan populares para
los niños de entonces. Una muestra de ello acabamos de adjuntar para ustedes.
Como necesidad del propio
desarrollo en dichas publicaciones surgieron compendios sobre lo que se conoció
como proto-historieta. Me permito copiar un párrafo de cierto ensayo titulado “Elogio
y reivindicación del libro” publicado en enero de 1972 por nuestro
Alejo Carpentier en la revista EL CORREO DE LA UNESCO y copio:
“…El genial humorista
suizo Tópffer inaugura con su “Doctor Festus” (1849) la tira
cómica, tal como hoy las entendemos: Todos los especialistas en la materia lo
proclaman iniciador y maestro en el género. En 1889-1893, el francés
Christophe, con su clásica “Famille Fenouillard”, prosigue el camino de Tópffer,
sin olvidar la serie de “Le Sapeur Camember” (1890-1896). Cuando yo era niño,
antes de la Primera Guerra Mundial, existían en París, gozando de enormes
tiradas unos periódicos infantiles titulados LE PETIT ILUSTRÉ, CRI-CRI,
L´INTREPIDE, LA SEMAINE DE SUZZETE (creador del personaje clásico Bécassine) y
L´EPATANT con las inolvidables aventuras de los Pieds Nickelés de Forton (1908)
que con el tiempo entraron en el panteón de su propia gloria.(…)En los mismos
años los niños se regocijaban con las aventuras y tribulaciones de “Buster
Brown” y de su perro, que se remontan a 1902. Y hacia el año 1913, el genial
Bud Fisher, en los Estados Unidos, inventaba los extraordinarios personajes Mutt
and Jeff (en América Latina: Benitín y Eneas) que se mantuvieron durante
más de cuarenta años en las páginas de los diarios, entroncando, a través de
las amarguras del nuevo rico de Geo McManus o de los maravillosos “Katzenhammer
Kids (en español: Maldades de dos pilluelos)…”
Y así continúa Carpentier enumerando
muchos de los personajes de tiras cómicas de la primera mitad del siglo XX en
los Estados Unidos. Recordemos que en trabajo anterior habíamos destacado la
obra del alemán Wilhelm Busch y sus famosos “Hans und Moritz”,
antecedentes de los pilluelos yanquis. Pero nos hemos detenido aquí porque la
lista se corresponde con otro análisis hecho en la obra de González Barros
sobre la caricatura, fechada en 1916. Veamos que dice este destacado investigador
cubano sobre los comics-strip norteamericanos en su Capítulo Noveno titulado
AMËRICA:
“…En el Norte, los Estados Unidos crearon
una escuela particular—derivación de algunos cánones ingleses y alemanes—que
han llegado a constituir una tendencia. (…) Mientras los Estados Unidos
forzaban la amplitud de los cánones germanos y falseaban los dogmas ingleses
para instaurar elementos que rechazan el Arte en general. (…) En este
sentido—en el de la innovación—los Estados Unidos se adelantaron. (…) Estos son
los que han concebido la manera de colocar dentro del dibujo de una historieta
las frases de todos los monólogos o de todos los diálogos sostenidos por los
personajes ideados por una fantasía muy digna de ser mencionada. (…) Son de muy
mal gusto esas aglomeraciones de palabras que siempre vemos escritas en
cualquier lugar del dibujo y que parecen perseguir a cada tipo. No hay nada más
falto de buen sentido artístico, ni que revele mayor pobreza de expresión
gráfica. En el afán de realizar el hallazgo de la perfecta sensación, llegan
hasta imitar con palabras los sonidos de los golpes…”
Como pueden apreciar, entre
otros aspectos se trata de los ya tradicionales globos (en español) o fumettis
(en italiano) y las no menos famosas onomatopeyas: Pero son muchos más los
elementos críticos mantenidos por el investigador en esta obra-ensayo que
motivaron mi inquietud; no por falta de sinceridad y criterio, sino de ausencia
dialéctica cuando se concibió en los balbuceos del género (1916). Fallo también
marcado para la incomprensión de otras manifestaciones del arte aplicado con
las nuevas tecnologías de la estampación y la poligrafía que identificaron el
siglo XX, llámese dibujo animado o publicidad.
De ahí la conversación con
el maestro José Antonio Portuondo, que nos motivó al estudio y actualización de
los conocimientos vertidos a principios del siglo XX por dicho crítico cubano
González Barros; avalado más tarde por la opinión del maestro Juan David en su
obra póstuma “La caricatura: Tiempos y hombres” del 2002; por los aportes
del profesor Jorge R. Bermúdez con “Caricatura y crítica de arte” , además
del profundo análisis que la Dra. Adelaida de Juan nos regalara en varias
entregas sobre los tres personajes satíricos más autóctonos de la gráfica cubana como
lo fueron el Liborio, el Bobo y el Loquito, cada uno en su
contexto”.
En consecuencia ahora nos
apoyaremos en el trabajo periodístico de Carpentier para la revista de la
UNESCO en 1972 y los convido a realizar junto a él un nuevo “Viaje a la Semilla” para detenernos
de en el artículo “Elogio y reivindicación del libro” donde no sólo arremete
contra ”…Las lamentaciones y anatemas lanzados por los miembros del Santo
Oficio de una suerte de cultura contra los “muñequitos” --así los llamamos en
muchos países de nuestra América llamada Latina-- (…) ¿La ciencia-ficción? Es
un género literario que ha existido siempre. Sus clásicos son Luciano de Samosata;
el autor de un romance medieval de Alejandro el Grande que hace descender al
héroe de su historia a la cima de los mares en una cápsula de cristal. (…) Cyrano
de Bergerac con su viaje a la Luna. (…) ¿El folletín periodístico, televisado?
Folletines fueron los Libros de Caballería con Amadís de Gaula a la cabeza. (…)
Hasta llegar a ese super-folletín--con magníficas calidades literarias--que fue
el de “Los Miserables” de Víctor Hugo, primer best-seller absoluto de la
literatura mundial…”
Por último y para
reafirmar lo dicho, con hechos y no con palabras, acudo de nuevo a las
ilustraciones de dicho artículo carpenteriano en EL CORREO y mostrar un ejemplo
del arte precolombino que pudiera interpretarse como proto-historieta, y es nada
menos que el Lienzo de Tlaxcala--arte radical y secuencial--sobre la conquista
de México por los españoles y el fin del imperio azteca. Esos dibujos fueron realizados
por los artistas indígenas del pueblo Tlaxcala, posiblemente alrededor de 1560,
es decir, casi un siglo después de los sucesos que se describen en el mismo: En
una de sus viñetas aparece Hernán Cortés y la Malinche, su amiga íntima, que le
servía de acomodo e intérprete. ¿Son o no originales esos trazos heredados de
la ancestral cultura americana?
Como hemos visto, al
apoyarme en opiniones de Alejo Carpentier, trato de contextualizar las del
minucioso análisis realizado por González Barros a comienzos del siglo XX, pero
nos resulta incompleto pues debemos diferenciar entre lo que pudiera definirse
en Cuba como la línea radical y la criolla.
Por tal motivo, la próxima
entrega, la llamaremos “La línea criolla” de Carpentier: (13)”
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