Cuentan
que el arte chino de la acrobacia conocida por “Las cien diversiones”
es tan antiguo que data de la dinastía Han hace casi dos mil años. Al combinar
música y danza, constituía la principal forma de entretenimiento en las clases
dominantes. A mi no me lo crean sino al escritor Zang Heng (78-139 d. C);
argumento reforzado con la pintura sobre piedra de la época--aquí
representada--que refleja una combinación entre danza tradicional y un número
acrobático.
Con
el tiempo esto se complica al surgir la palabra circo para definir el escenario
donde se representan estas actividades: Unos aseguran que el vocablo viene de
la figura geométrica conocida por círculo y ponen de ejemplo los antiguos
circos romanos donde se enfrentaban hombres con fieras y viceversa. Otro buen
ejemplo serán los ruedos taurinos, lidia que aún se practica en algunos países
bajo el atronador ¡OLEEEEEEEEEEEEEE! de la fanaticada. La obra del pintor Goya
también dejó plasmada esta actividad y más acá en el tiempo, las primeras
peleas de boxeo se celebraban en espacios similares, de ahí que al actual cuadrilátero
aún se le llame ring.
Pero
esa es una versión, la otra se le atribuye el circo a la famosa hechicera Circe
de la cual nos hablara Homero en su “Odisea” y como constancia ofrecemos
una reproducción del grabado firmado por Gaspar D´Isaac en el siglo XVII, que
se explica así: “..Circe convirtiendo en puercos a los compañeros de Ulises…” Y
he aquí tal vez el origen de que los actos de magia sean considerados también dentro
de las actividades circenses, pues el Circo Moderno según mi apreciación personal
tiene otros orígenes. Veamos:
Estudiosos
del tema plantean que fue inventado por Philip Astley en Half-penny Hatch, Londres,
en 1768, al descubrir que, cuando alguien galopa de pie en círculo, la fuerza
centrífuga le ayuda a conservar el equilibrio, Con esto no hacía más que
reafirmar una tradición que ya existía desde el siglo XVIII.
Pero
un caballista no basta para completar un circo. Muy pronto acróbatas, caballistas,
trapecistas, domadores, contorsionistas y malabaristas, se unen para actuar
entorno a una pista circular, pues no se consideraban interpretes artísticos
sino atletas realizando proezas físicas de forma muy personal, a la que pronto
se sumó un comodín—heredero del bufón cortesano-- figura que a la larga resultó
emblemática: El clown o payaso.
Como
se puede apreciar, al principio hubo cierto rechazo a los números de magia
donde los espectadores alrededor del ruedo pudieran comprobar que en su
actuación no había truco alguno.
De
aquellos primitivos dramas ecuestres o hipodramas se pasó a la pantomima.
Posiblemente poco se sepa de que el primer clown famoso lo fue Tudor
Hill (1864-1921) quien se destacó en el Nouveau Cirque de París aquí
representado en el afiche promocional adjunto, aunque en realidad su nombre
artístico “Foottit” no brilló solo sino en pareja con otro payaso que,
por el color de su piel apodaron en París “Chocolate”. Lo curioso del caso es
que se trataba del cubano Rafael Padilla (1869-1917) y sus actuaciones se
caracterizaron por el contraste entre la reverencia de uno y la bufonada del
otro, así como la utilización adecuada del maquillaje.
Con
el tiempo el circo no solo creció en tamaño, sino que abarcó nuevas y
emocionantes atracciones: Recordemos al famoso escapista Harry Houdini, así
como los domadores y sus fieras, las rarezas biológicas conocidas por frikis al
estilo de la mujer barbuda, o el elefante enano, así como los imprescindibles
actos de magia. Es esta la etapa de los grandes circos norteamericanos, como “Ringling
Bros”. más tarde el “Barnum & Bailey”, y los cubanos
“Pubillones”
o “Santos
y Artigas”,-estos últimos patrocinadores que también incursionaron en
la primeras décadas del siglo XX en los balbuceantes intentos cinematográficos
autóctonos.
Como
vemos, no siempre estos números de prestidigitación requerían de enormes
escenarios circulares sino que podían adaptarse a otros más íntimos donde el
detalle, la ilusión, y el escamoteo resultaban mucho más impactantes.
Lamentablemente
siendo tan populares, variados y sobre todo imprescindibles para niños y
jóvenes, estos números están casi ausentes de nuestras propuestas mágicas en
teatros y televisión.
Concluyo
reproduciendo una noticia bastante fresca y estimulante: la sorpresa que nos
dieron los ilusionistas cubanos, Lucía y Sixto pertenecientes al
Circo Nacional de Cuba quienes conquistaron el premio “Grulla de Bronce” en el
11º Festival Internacional de Artes Acrobáticas en la Ciudad China de Wuhan,
provincia de Hebel, reconocido como uno de los más importantes del orbe. Desde
su entrada a la pista el dúo acaparó la ovación del público con el número Quick
Change (cambio rápido de vestuarios). Y me pregunto: --¿En qué categoría artística
cabe este número?, ¿Acaso son malabaristas, acróbatas, domadores, pantomimos,
payasos, o--simples ilusionistas--como ellos mismos se presentaron?.
En
un próximo trabajo quisiera reflexionar aun más sobre este tema pues el Mago
Gardini con su proyecto “Sueños Mágicos” anuncia una nueva
propuesta en el Teatro Apolo que promete ser impactante según mi opinión, pues
se trata de una versión escénica del “El Camarón Encantado” uno de los
dos cuentos que nuestro José Martí adaptó del francés Laboulaye para su
extraordinaria revista “La Edad de Oro”. ¡Les deseo el
mayor de los éxitos!.
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