Del 7 al 17 de noviembre de 1991 se celebró la Primera Bienal Internacional de Historia en Quadriños de Río. El compañero Orestes Suárez y yo fuimos invitados como representantes de Cuba a ese encuentro. Lamentablemente llegamos el día nueve y perdimos la oportunidad de contactar con tres de los grandes: El estadunidense Will Eisner autor del “Spirit”, Moebius, maestro de la bande desinée francesa y Tardi, reconocido autor belga, quienes sólo asistieron a la inauguración por compromisos personales.
Aún así, podemos considerarnos privilegiados, porque no
se realizó más ninguna de estas ferias hasta el presente y en los días
restantes del evento pudimos contactar con lo que más valía y brillaba de la
especialidad brasileña, entre ellos el gran artista del humorismo gráfico, la
historieta y el diseño Ziraldo. Alves Pinto; además de las muestras y los
coloquios internacionales que se programaron por la Editorial Ayuri.
Debo agregar que una de las más impactantes actividades
fue la dedicada al veterano dibujante e historietista Cícero, a quien se
homenajeaba con su exposición retrospectiva.
En la foto, con camiseta roja de mangas aparezco
visitando su muestra en compañía del profesor y especialista en comunicación
social de la Universidad de Sao Paulo, Waldomiro Santos Vergueiro.
Según el investigador, Cícero fue muy famoso entre la
juventud de entonces por abordar e ilustrar temas considerados tabús en la década
de los años treinta en Brasil, su obra era una especie de Comic-Kamasutra, que
circulaba de forma semiclandestina; con la diferencia de que en Cuba sus
autores, no firmaban los dibujos temerosos de ser excomulgados por la sociedad
burguesa de aquella época y sus libritos
se vendían exclusivamente en el vestíbulo del “Teatro Shanghái” (Sólo
para hombres); por el contrario, allá los cariocas, 50 años después le rendían
tributo al más famoso de los suyos.
Otra inolvidable experiencia fue el privilegio de
visitar una de las joyas escultóricas monumentales más importantes del mundo:
El Cristo Redentor, y símbolo de la ciudad de Río de Janeiro.
En las ilustraciones adjuntos hemos querido mostrarlo mediante
una fotografía aérea y el programa-invitación de la muestra: Una caricatura
donde la multitud es sobrevolada por varios super héroes de papel. Sin embargo,
no hay super ficción capaz de superar esta super monumental obra de arte que el
pasado 12 de octubre cumplió 81 años.
Con unos 38 metros de altura, la escultura diseñada por
el artista Carlos Oswald se levanta en el cerro de Corcovado a 600 metros sobre
el nivel del mar y hace cinco años fue considerada una de las siete maravillas
del mundo moderno.
Pero otras veneraciones similares se han levantado en
Nuestra América. A saber El Cristo de la Concordia en Cochabamba, región
central de Bolivia, considerado el segundo en majestuosidad. Pesa 2,200
toneladas con sus 40.44 metros de envergadura, contando la estatua y su pedestal
y fue construido por el escultor César Terrazas Pardo, sobre el Cerro de San
Pedro en 1989 y alcanza una altura de 305.44 metros.
En tercer lugar aparece el Cristo de Noas, situado en
la ciudad mexicana de Torreón, en Coahuila, erigido por el artista Vladimir
Alvarado con 231,80 metros de altura y 580 toneladas de peso.
Desconozco que existan otros monumentos similares en
América o el resto del mundo, a no ser el Cristo de La Habana, el cual ocuparía
el cuarto escaño en esta lista de acuerdo a sus dimensiones.
Más modesto que los anteriores como corresponde a un
país pequeño, pero tal vez deba destacarlo por características muy especiales:
En primer lugar no está representado con los brazos abiertos. En segundo, fue
realizado por las manos de una mujer, la escultora Jilma Madera conocida aquí
como la escultora de las alturas; quien se graduó con el mejor expediente de la
Academia Cubana de Arte San Alejandro en 1935 y posteriormente en The Art
Student League de Nueva York.
Nuestro Cristo fue emplazado en 1958 escogiendo para
ello una colina a la izquierda de la entrada de la bahía de La Habana, no tan
elevada como las anteriores y se utilizó mármol blanco de Carrara para esculpir
las 67 piezas que conforman su cuerpo. En cuanto a las dimensiones del
monumento alcanza 20 metros de altura y 320 toneladas de peso.
Si destacado es este cuarto lugar alcanzado, mucho más
lo es su historia, ya que fue inaugurado el 25 de diciembre de 1958 apenas una
semana antes de que el dictador Fulgencio Batista, presionado por el avance de
las fuerzas guerrilleras huyera de nuestro país. El intento de limpiar su
imagen con la simbólica ceremonia le llegó tarde al tirano.
Sin embargo, su autora Jilma Madera sumó un lauro más a
su bien ganada trayectoria artística pues fue también quien realizó la
escultura del Héroe Nacional José Martí emplazada en el Pico Turquino
precisamente para ser develada el 28 de enero de 1953 en conmemoración de su
centenario. Las condiciones se tornaron difíciles en ese momento y la inauguración
hubo de trasladarla para el 19 de mayo—fecha de su muerte en combate--.
Entre los veinte martianos que ascendieron ese día al
Turquino, a petición de su padre, se unió una joven quien más tarde sería la
primera mujer que vistiera el uniforme verde olivo para unirse al Ejército
Rebelde, en la Sierra: Celia Sánchez Manduley.
Apenas dos meses después de la inauguración se produjo
la clarinada insurreccional del 26 de Julio en el Cuartel Moncada por la
Generación del Centenario con Fidel al frente.
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