Desde aquellos primeros siete días que conmovieron el
mundo gracias a la inventiva de Jehová; el ser humano, al tener conciencia de
la realidad, trató de desentrañar el misterio de la muerte; porque el de la
vida, ya lo había experimentado por cuenta propia, en la oscuridad y el
calorcito de la cueva: Según cerebrales investigadores eso se llama intuición,
mientras para el oscurantismo: Fornicar.
Poco a poco el pitecantropus fue descubriendo
que la Parca iba cargando con ellos uno por uno –y de los mejores—, lo cual no
dejaba de ser una incógnita.
Eso se hizo costumbre, a tal punto que mi abuelita se
desayunaba todos los días con el diario en la mano, pero no empezaba a leer
como todos, por las noticias de primera plana, sino que iba a las centrales
para enterarse de las defunciones del día, destacadas con elogios, encuadradas
por luctuosas orlas y presididas con sagradas cruces, pero sobre todo
publicadas a tanto la pulgada como un anuncio clasificado cualquiera de la
prensa burguesa.
En cuanto a la “recogida colectiva de escombros”
producto de fiebres y catástrofes involuntarias o guerras bien pensadas, la
incógnita seguía en pie. De ahí que fuéramos a la revista española “Alrededor
del mundo” que en su edición del 11 de mayo de 1905, especulaba sobre
el fin del ídem. Y como diría el personaje la
llave en “Deja que yo te cuente”: --Para que no queden dudas copio lo
siguiente:
“…Camilo
Flammarion (astrónomo francés), afirmó que sólo duraremos hasta
el siglo XXV por el paso del cometa Biela cuando choque con la Tierra (…) Sir
William Crookes predijo que la especie humana desaparecerá mucho antes por
inanición, ya que en los últimos treinta años del siglo XIX se duplicó el
número de consumidores de pan, o sea, que sólo, alcanzará el alimento para
treinta años más, hasta que se descubra un sucedáneo. (Según el profeta
británico ni yo ni ustedes, mis atentos vecinos, estaríamos hoy vivos; pero
sigamos con lel trágico listado)… El famoso novelista Wells, vaticinó el fin
de la humanidad por congelación, ya que cada año se derriten miles de millones
de toneladas (¿de agua de mar?)… Lord Kevin a comienzos del siglo
XX predijo que el oxígeno en la Tierra solo duraría 334 años, (es decir
que dejaríamos de respirar alrededor del 2234)… Otro
oráculo fue el estadounidense Nikola Tesla quien pronosticó el catastrófico
final por descargas eléctricas mucho antes de esa fecha…”
Estos son algunas especulaciones de los
neo-profetas que brindaron sesudos testimonios a dicha revista cuando aún el
siglo XX estaba a gatas. Teorías aceptables para la época, pero que esto ocurra
en el civilizado, culto, global y digitalizado mundo moderno, deja bastante que
desear si lo comparamos con aquel calendario maya que anunciaba un cambio de
época con la precisión de un Rolex. Eran
verdaderos especialistas en astronomía,
descubriendo los secretos del cielo mucho antes que Colón descubriera los
secretos del mar.
Todo parece indicar que el actual revolico
mediático y apocalíptico surge, según señala Patrick Johansson, profesor del Instituto de
Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
de ciertas tendencias sensacionalistas aupadas por el oscurantismo medieval--modelo
Siglo XXI--y lo cito: : "…Es un problema epistemiológico de un mundo
como el nuestro que quiere entender un mundo radicalmente distinto como el
mesoamericano prehispánico". Y sobre todo,
la noción sagrada del tiempo circular de los mayas y la incorrecta
yuxtaposición judeocristiana del devenir. La supuesta profecía maya del fin del
mundo se originó a partir de una lectura errónea de una inscripción hallada en
un bloque jeroglífico incrustado en un muro, conocido como el Monumento de
Tortuguero, en el estado de Tabasco, sureste del país. Esta interpretación
viene desde los años ochenta. Por tanto, las predicciones mayas son el
resultado de aseveraciones que no están basadas ni en la cultura maya
propiamente ni en la ciencia, en particular de la astronomía..”.
Lo curioso es la repercusión que tuvieron
estas predicciones en los medios y hasta en los enteros--ya escritos, radiales,
o televisivos--y hasta en la red de redes de las tres doble uves, Twiter o
Facebook incluídos durante los últimos años. Incluso, hubo algún
sesudo que en el pasado 2011 pronosticó el Armagedón con varios días de
anticipación, tal vez parodiando aquella película soviética “Nueve
diás de un Año”.
Por eso yo esperaba con ansiedad el
trompetazo final de este Apocalipsis Now anunciado por el profeta San Juan en
la Biblia para el pasado 12 de diciembre. Por suerte la fecha cayó miércoles—el
día más atravesado de la semana--y en medio de un espectacular 34º. Festival
del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana.
El evento presagiaba tremendo carnaval de
películas; unas noventa cintas de estreno que desfilarían diariamente en los 18
cines escogidos para la muestra, además de conferencias, exposiciones, programas
radiales, televisivos y teatrales, pero yo tenía ya mi agenda cargada:
Debía priorizar una invitación personal para
participar en la premiación del Concurso Juan David de caricatura personal
convocado por el Museo del Humor de San Antonio de los Baños en tributo al
genial artista cubano y a la cual tampoco pude asistir pues tenía atravesada
otra fecha aún más importante para mi, pues fui uno de sus miembros fundadores
hace 27 años. Se trata del onomástico ese mismo día de la Editorial Pablo de la
Torriente y nada menos que coincidiendo con el nacimiento también de Pablo de
la Torriente Brau, el insigne revolucionario cuyo nombre prestigia la institución
de los periodistas cubanos.
De él nunca se dirá lo suficiente a pesar
de morir joven como combatiente
internacionalista en la Guerra Civil Española. Muchos de sus escritos y
reportajes han sido editados en libros y ensayos. En lo personal considero su
obra “Las
aventuras del Soldado Desconocido Cubano”
una narración fundamental no solo como obra
testimonial de un corresponsal de guerra, sino como paradigma de humorismo
revolucionario.
Pero lo más significativo y cabalístico es
que ese día 12-12-2012, Pablo hubiese cumplido 111 años de edad.
Se podrán imaginar cuantos encuentros y
reencuentros, invitaciones y vivencias para un viejo corazón de 82 años durante
toda la mañana y la tarde de ese día; sin embargo al llegar la noche me sentí
rejuvenecido y sin novedad en el frente.
Pero todo resultó una falsa alarma,
rápidamente aclarada para de inmediato subirnos la parada. Razón por la cual hubo
una segunda oportunidad el día 21 para
los agoreros del “Apocalipsis Now” en
este Tercer Milenio y de nuevo me preparé estableciendo una vigilia en la
azotea de la casa para observar como chocaban
los astros en el cielo, sin necesidad de efectos especiales. Me imagino que a ustedes les haya ocurrido lo
mismo.
Como colofón de tantas predicciones,
emociones y decepciones tuve que irme a la cama sin poder asistir al anunciado
espectáculo del Fin del Mundo. Otro día será.
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