El revuelo que se formó a raíz del
otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a Barack Obama hace cuatro años se
quedó pálido ante la decisión de este 2012, que no recayó en una sola persona
sino en una colectividad de millones: Es decir en la Unión Europea que se
tambalea y estropea; por lo que denota bancarrota y pudiera ser incluida entre los
llamados Premios Ignobel, que según la revista de crítica científica Annals of Improbable Research se otorgan
a las más descabellados propuestas que se presentan ante la institución para
aspirar al Premio.
En un próximo trabajo pondremos algunos
ejemplos de esta absurda modalidad. Ahora me inclino a escarbar en la biografía
del gran inventor sueco. He aquí un acercamiento endoscópico a tan profunda
experiencia.
DE
TAL PALO…
Alfredo Bernardo Nobel, cumpliría su 190º.
aniversario el próximo año si no se hubiera muerto en 1896 pues
nació el 21 de octubre de 1833, en un barrio pobre de Estocolmo. Era el tercero
de los cuatro hijos de Manuel y Andrietta. El cabeza de familia resultaba un
cabeza dura, obsesionado por sus experimentos nada pacifistas que incluían
hasta la fabricación de minas submarinas.
De casta le viene al galgo; mientras otros
niños construían muñecos de nieve en el invierno, o de plastilina el resto del
año, los hermanos Nobel, como cuatro jinetes el Apocalipsis, jugaban peligrosamente
con probetas y otros instrumentos en el laboratorio familiar.
EL
FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS
De ahí que el empecinado Manuel proponía sus
servicios indiscriminadamente con tal de levantar su fábrica de explosivos. Al
fin logró tumbarle la plata al Zar de todas las Rusias, Nicolás I, no así a su
heredero al trono Alejandro II. A la tercera va la vencida y en este caso no
rusa sino francesa, gracias a otro gran “pacifista” de la época imperial, Napoleón
III: Internacionalista que era el viejo Manuel.
A la misma edad de Cristo, --33 años--, su
hijo Alfredo ya competía con él en los proyectos investigativos superándolo con
creces, a tal punto que logró instalar un laboratorio en Heleneborg, villa
cerca de Estocolmo, por lo que la envidia se apoderó de su progenitor,
acusándolo de robarle sus secretos.
TANTO
VA EL CANTARO A LA FUENTE…
La manipulación de sustancias químicas de
tal naturaleza es riesgosa y la desgracia tocó tan fuerte a su puerta que la
tumbó junto con el resto de la instalación. Una violenta explosión destruyó el
laboratorio; junto con ella volaron su hermano menor Emilio y otros tres
ayudantes. El suceso provocó una campaña de protestas, no sólo en la capital
sino en todas las provincias al grito sueco de ¡Abajo los Nobel!
Alfredo tuvo que levantar un nuevo taller
flotante en el lago Melar, lejos de la vista de los pobladores, y hasta los
pescadores huían del peligroso lanchón hacia aguas más profundas y tranquilas. Sin
embargo mientras más éste se alejaba de la orilla, más se acercaba el éxito de
la empresa:
Un nuevo material detonante vulgarmente
conocido como Aceite de Nobel dio lugar a la “Nitroglycerine Company”, pero
las protestas continuaban y tuvieron que someterse a una prueba decisiva:
Perforar una montaña en la región dando paso al ferrocarril sueco. Sólo esto
logró encarrilar por el momento el grito de indignación que se hizo el sueco.
En 1864 se inauguró la primera fábrica en
su país natal, la “Alfred Nobel & Co.”, seguidamente se levantaron otras tantas,
con la desgracia de sufrir fatales accidentes en las de Noruega, y Nueva York;
estalla otra barraca con explosivos en San Francisco donde perecen 18 personas;
vuela una carga en el vapor “European” frente a las costas de Panamá;
y le siguen otras desgracias similares en Australia y Alemania. El eco de los
estruendos rebotan de nuevo, pero ahora internacionalmente al reclamo de: ¡Basta
ya de nobeles locuras!
Por entonces residía en Francia y algunos
gobiernos continuaron apoyándolo, pero otros no quisieron correr riesgos. La
perseverancia y la suerte vino de nuevo en su auxilio: Otro accidente –éste
milagroso—dio lugar a una mezcla que era pura dinamita y de ésta a la
balistita o pólvora sin humo, sólo medió un paso.
Entre alfredos anda la cosa
En 1879 otro Alfredo, --éste alemán de
apellido Krupp--, patentizó el invento haciendo más mortíferos sus ya temibles cañones.
Llovieron contratos y bombas en casi toda Europa excepto Francia, que pagó cara
su reticencia en la guerra franco-prusiana.
El año 1888 fue terrible para él: Al poner
en manos de su archi-enemiga Alemania tamaño poderío, se escucharon nuevos
reclamos pidiendo su cabeza, ahora en francés como antes lo fueran en su propio
idioma: --¡Hay que echar al sueco! ¡Regresa a tu país!.-- Fue entonces
que se declaró “ciudadano del mundo”.
AMOR
CON AMOR SE PAGA
Un desengaño amoroso casi adolescente selló
su carácter. Teresa, la francesita de sus sueños, muere prematuramente de
tuberculosis. La melancolía lo envuelve y él se refugia en los dos amores de
toda la vida: Su madre y el laboratorio.
Sin embargo, la fortuna le sonríe y decide comprar
una finca solariega en la lujosa Avenida Malakoff de París aislándose del
mundanal ruido. Es entonces que al solicitar una persona de confianza para
delegar otras tareas, redacta un anuncio en la prensa. Con sorpresa recibe una
certera respuesta, que decía más o menos así:
--¿Desea usted una “señora” o una secretaria?
El desliz había sido puesto en evidencia
por una inteligente dama que reunía los requisitos para la plaza: Berta Kinsky:
Austríaca de abolengo, y arruinada debido a los excesos paternos. Acumulaba suficientes horas
de vuelo en la vida y en amores, como para mantenerse digna y respetable.
Era pues la persona indicada para el cargo.
Desde que llegó como secretaria del Sr. Nobel se convirtió también en el hada
madrina que llenó de luz y alegría aquella fría mansión parisina.
En los tres años que estuvo a su
servicio—los más venturosos para él—se hizo imprescindible. Lo sacó al fresco,
frecuentando juntos los parques de diversiones, y merendaban en los famosos
cafés al aire libre de la Ciudad Luz; pero también mantenían extensas
discusiones sobre asuntos de carácter ético-social. Ella, una pacifista
consecuente le argumentaba que “las guerras eran la antítesis del amor”, y
por tanto “solo el amor unía”. Él jamás pudo
comprenderla, pues estaba aferrado al criterio estrecho de que sólo creaba
riquezas y las vendía para el desarrollo de la sociedad, desentendiéndose del
uso que se les daba.
Es probable que Alfredo Nobel se enamorase
de nuevo; lo cierto es que en cuanto un antiguo amor reclamó a Berta, la paloma
voló del nido, dejando la noble casona y su Nobel dueño tan triste como antes,
precisamente cuando él cumplía un compromiso en Estocolmo con el rey de Suecia
Oscar II.
GENIO Y FIGURA HASTA LA SEPULTURA
Alfredo no le guardó rencor, por el
contrario, gracias a su ayuda financiera pudo salir a la luz en 1890, el libro ” Abajo las Armas” escrito por Berta
Kinsky, quien ahora firmaría Berta Suttner tras el matrimonio con quien la
flechó para siempre.
Catorce años más tarde, la dura realidad de
la Primera Guerra Mundial, echó por tierra todos aquellos esfuerzos pacifistas
y Alfredo Nobel en tanto que apoyaba tan “noble causa”, engrosaba cada vez más
sus abultados bolsillos gracias al conflicto.
Era tal su ingenuidad que declaraba “Crearé
un explosivo de tanta eficacia que las guerras ya no serán posibles”.
Si resucita ahora, se vuelve a meter en la tumba.
LA
AVARICIA ROMPE EL SACO
Volviendo a los inicios de la historia: A
partir de la separación familiar, los hermanos de Alfredo, --Luis y Roberto-- habían
consolidado su situación en Rusia con los ricos yacimientos petrolíferos de
Bakú, y llegaron a convertirse en los segundos proveedores del mundo, sólo
superados multimillonariamente por Rockefeller. (Palabrita tan extensa como los
propios ingresos del yanqui).
Al testar el 27 de noviembre de 1896,
Alfredo Nobel consideró que la riqueza acumulada por los herederos de sus
hermanos era tal que en su decisión primaron los consejos de Berta y otros
amigos: Otorgar el premio a la persona que hubiera trabajado más y con mayor
provecho por la paz.
Empezó la puja en los tribunales. Sus
sobrinos llegaron a acusarlo de no estar mentalmente facultado para ejercer su
voluntad. Los alegatos amenazaban con extenderse cuando un hecho inesperado
inclinó la balanza: La opinión pública que tantas veces lo había condenado,
ahora se volcaba a su favor ante gente tan adinerada y mezquina. Las
autoridades de Estocolmo rechazaron la impugnación y declararon válido el
documento que creó el Premio Nobel de la Paz.
La bola pica y se extiende
Pero aquí no termina esta historia: Como
resultado de la Primera Guerra Mundial cayó el Imperio Zarista ante los embates
de la Revolución Bolchevique, y junto con él, los intereses de la familia Nobel
en Bakú. La bancarrota les hizo volver los ojos de nuevo hacia Estocolmo y la
posibilidad de reabrir el caso 30 años después.
Los sobrinos del Rico Mac Pato sueco
planteaban estar en la ruina y que no reclamaban toda la herencia, sólo parte
de los réditos. El reglamento de la Fundación era explícito y el Parlamento sueco
dictaminó sin lugar la nueva reclamación. Como ven, el origen del Premio Nobel de
la Paz que se le otorgó prematuramente a Obama y ahora a la UE es digno de ellos.
Aunque en mi modesta opinión el Nobel,
debía llamarse mejor Premio Kanski de la Paz.
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