EL TÍO DEL CUENTO
La
Casa de las Américas celebra en estos días la 54º. edición de su “Premio
Casa”, un puente cultural que se extiende a todo el continente dando a
conocer lo que más vale y brilla en este medio siglo transcurrido. Con él
comienzan las actividades en saludo al Centenario del guatemalteco Manuel
Galich, quien resultara otro pilar de la institución.
Al
frente de ella, como un Alma Máter extendiéndole sus brazos a todos estuvo siempre
Haydée Santamaría, la heroína del Moncada, y así se ha mantenido hasta hoy: La
Casa no es un símbolo frío de piedra o mármol, sino, a su imagen y semejanza,
un organismo vivo y creciente.
Además,
no es sólo el hogar y refugio de los escritores: La música, la danza, las Artes
en general, hasta aquellas manifestaciones marginadas por la burguesía con el
cartelito de arte menor o artesanía, han sido también sus beneficiarios.
Un
buen ejemplo fue algo que me impactó en mis inicios como caricaturista: Corría
el año 1963, América y Europa se vieron fundidos en un libro antológico editado
por la institución.
Sus
beneficiarios: El caricaturista francés Maurice Siné y uno de los intelectuales
más prestigiosos de Argentina y del mundo, Don Ezequiel Martínez Estrada, así calificado
en el prólogo por otro grande de las letras, el cubano Don Lisandro Otero.
Con
casi 70 años en las costillas y 32 libros escritos en su haber hasta entonces, Don
Ezequiel nos sorprendió según el prologuista: “…en esta obra con la cual
debutaba en la especialidad de humorismo gráfico…” Sin embargo, el más bisoño
de los tres, Siné—joven pobre y tipógrafo de París, --coincidiendo conmigo en
la misma procedencia--al poco tiempo se había convertido en un maestro de la
sátira política y un dolor de cabeza “para
la farsa de la Quinta República y la megalomanía de De Gaulle, con sus blancos
favoritos: Argelia y Cuba, sus pendones de guerra..”
Disculpen
que me haya extendido en la presentación sin ir al pollo del arroz con pollo, o
sea el libro, que bajo el título de “El verdadero CUENTO del Tío Sam” narra
la historia de ese Gigante de las Siete Leguas, desde su nacimiento en las
Trece Colonias hasta la numerosa neocolonización de sus vecinos, empezando por los
más cercanos pieles rojas y el resto de inmigrantes e indocumentados después,
hasta adentrarnos en la Guerra Fría. Para entonces no se había calentado tanto,
pues vino cogiendo vapor después—entre otras cosas—debido al terrorismo
mediático y el calentamiento global.
El
volumen cuenta con alrededor de cincuenta dibujos satíricos y mudos de Siné—como
se diría en Francia, sans parole-- apoyados en breves pero punzantes
frases del escritor argentino,
traducidas a tres idiomas, --todos oficiales--para que en la ONU y su selectivo
Consejo de Seguridad se den por enterados.
(Dibujo
1)…Hace muchos años, los Padres Peregrinos llegaron al Norte de América con la
biblia en una mano y el fusil en la otra, para predicar a los indios la
excelencia de la república, para arrasar
con los demonios y las brujas, y para fundar el Paraíso Terrenal.
(DIBUJO 2)…Y ésta es la historia
verdadera, señoras y señores, del gigante que envejeció siendo niño y tuvo
aterrada a la humanidad durante su adolescencia, debiendo considerarse
apócrifas todas las historias de los juglares y pendolistas que lo presentan
como el Primero de los Caballeros de
Industria o como el Último de los Mohicanos.
Para
que no crean el cuento de ese Tío, hubiésemos querido reproducirlas todas, pero
por razones de espacio, sólo hemos copiado la portada, la primera viñeta y la última, con
sus respectivas muletillas verbales, en una especie de entrante al plato fuerte
que nos ofreció en sus cien páginas esa edición de la Casa de las Américas.
Según
explicamos al principio, este cuento del Tío tiene ya cincuenta años de
publicado y sin embargo, hay quienes se lo tragan todavía. ¡Allá ellos! ¡Que
les aproveche!
Tula en pasaje a lo desconocido
Si
en este 2013 aún quedan rezagos del machismo y la discriminación de todo tipo,
a pesar de las luchas y los avances sociales obtenidos en nuestro continente y
el mundo. ¿Qué podríamos pensar a mediados del siglo XIX en una colonia
española con los atavismos étnicos, religiosos y de género, inherentes al
sistema?
De ahí que el caso de
Gertrudis Gómez de Avellaneda, aunque no el único en nuestro país, resulte
sorprendente por sus implicaciones culturales, sociales y familiares.
Me explico: Cuando el
sacerdote Ceferino de Silva ofició con esos nombres sus funerales el 1º de
enero de 1868, en Santa María del Puerto de Príncipe, su ciudad natal—hoy
Camagüey--la conocidísima Tula disfrutaba de su bien ganada fama como poeta,
novelista, dramaturga y periodista en España; donde fallecería cinco años más
tarde, el 1º. De febrero de 1873, es decir hace exactamente 140 años.
No se trata de un guión
truculento, sino de circunstancias atípicas esbozadas en el título del trabajo
según nos cuenta el historiador camagüeyano Silvio Betancourt Agramonte.
Resulta que eran hermanas:
La mayor de ellas –también con cinco años de diferencia—vino al mundo el 2 de
mayo de 1809 producto de relaciones extramatrimoniales entre Don Manuel de
Avellaneda Taboada, Caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III y
Comandante de Marina con María Soledad Cisneros; y así consta en la partida de
bautismo suscrita en la parroquia de la Soledad por el presbítero José Antonio
Machado, calificando a la niña María Gertrudis Anastasia como hija natural
del distinguido camagüeyano.
No ocurrió lo mismo con su
hermana menor Gertrudis Gómez de Avellaneda (Tula), hija de matrimonio
formalmente legalizado y bautizada el 23 de marzo de 1814. La confusión se
produce porque–la mayor--solo utilizaba el segundo de sus tres
nombres—Gertrudis—y así se dio a conocer públicamente coincidiendo con su
medio-hermana.
Se mantuvieron magníficas
relaciones entre ellas a pesar de la distancia, lo cual se corrobora en el
testamento de Tula suscrito en 1864, cuatro años después de haber sido coronada
por su obra cultural en el Teatro Tacón de La Habana y cuatro años antes del
fallecimiento de su hermana lo cual apuntamos al principio de este trabajo.
Pero volvamos a nuestra
inolvidable Gertrudis Gómez de Avellaneda, conocida entre familiares y amigos
como Tula. Fue y aún es recordada como una
de las voces más altas de la literatura hispanoamericana en el siglo XIX
y el recuento de sus éxitos haría interminable este trabajo, alejándonos del
nuestro objetivo que es, colocarla en tiempo y espacio como un caso
excepcionalmente curioso.
Por lo visto en cuanto a
la familia Avellaneda, no se daban las situaciones conflictivas que
generalmente motivaban dramas y novelas decimonónicas y que los actuales
culebrones televisivos explotan hasta el aburrimiento bajo el eufemismo de
melodramas.
El éxito de “El Derecho de
Nacer” original de nuestro Félix B. Caignet fue, sin lugar a dudas, el
detonante cosmopolita de tanta copia al papel carbón, donde se repiten los
“bastardos” brasileños, los “concubinatos” argentinos, y otras tantas
latinoamericanas “cornadas que da la vida”, totalmente desfasadas en la
actualidad, pero que todavía hacen suspirar a millones y llorar a otros tantos.
Pero hay algo más que
agregar en este caso:
A mi no me lo crean, pero
según testimonios orales no confirmados por el acucioso investigador Silvio
Betancourt Agramonte y dados a conocer hace algún tiempo en la revista MUJERES
por el colega Adolfo Silva Silva de la AIN, todo parece indicar que Don
Manuel—el apasionado padre de ambas—tuvo otros amores considerados ilícitos,
incestuosos o pecaminosos para la época y como consecuencia hubo una tercera
niña de la cuál no se añaden datos de su nacimiento ni documentos oficiales,
sólo que era mulata.
Los remito pues al
comienzo para que al final—como diría Taladrid —saquen ustedes sus propias
conclusiones.
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