EL OTRO HAITÍ
“…Pocas cosas nos separan de Haití, una de ellas
es el Paso de los Vientos. (…) La Revolución Cubana triunfa el primero de enero
de 1959, la haitiana el primero de enero de 1810…”
Con
estas palabras comencé el abrazo fraternal titulado “El Bicentenario” que
apareció en este blog el 4-de enero de-2010.
Ahora
nos referiremos a otro Haití, tan cercano a mi—mejor dicho a nosotros los
cubanos--como lo fueron nuestros sufridos vecinos caribeños, azotado por
frecuentes cataclismos ya naturales (ciclones y terremotos) como artificiales
(invasiones yanquis y napoleónicas).
En
este caso se trata del artista Ramón Haití, aquí representado de cuerpo entero
por el lápiz lúdico de la caricatura personal, lo que logramos a comienzos de
este siglo cuando ya ambos cruzábamos los umbrales de la tercera edad.
En
el dibujo destacamos la pureza de su blanca sonrisa, complemento ideal de sus níveas
canas, las cuales contrastaban con ese enorme corpachón de ébano y el honorable
cayado donde se apoyaba tan colosal monumento humano Así tratamos de
representarlo y ahora hacemos público con todo el respeto y el cariño que se
ganó en vida.
Haití
fue un gran escultor y una mejor persona. Siempre jovial, con personal inclinación
a la anécdota jocosa o el análisis crítico, por tanto se convirtió en un
interlocutor necesario de cualquier tertulia fraterna o cultural.
Se
destacó fundamentalmente en la escultura coincidiendo en el tiempo con otros
maestros del género como Agustín Cárdenas, Teodoro Ramos y Rita Longa. En su
obra se nota la influencia de Lam por el abordaje común de raíces folclóricas
caribeñas.
A
continuación brindamos breves apuntes tomados de lo publicado por Andrés D.
Abreu en el diario GRANMA sobre la exposición de Ramón Haití “Origen
y forma” montada en el Memorial José Martí de la
Plaza de la Revolución, como homenaje
al centenario del natalicio de Teodoro Ramos Blanco (19 -12-2002). Y cito:
“…Haití
llega al entorno de la plástica cubana en un meritorio momento. Partiendo de
que la escultura en sentido general continúa siendo una manifestación
desfavorecida y sumando que la realizada sobe madera puede incluso catalogarse
de vilipendiada debido a equívocos procedentes de la comercialización artesanal
y artística muy vinculada al turismo; el hecho de que este reconocido y
constante escultor muestre cómo ha tallado arte sobre ébano, jiquí, guayacán, u
otras cortezas, es un acontecimiento necesario. Más aún si se tiene
conocimiento de que restan menos de dos meses para que la Asociación Cubana de
Artistas y Artesanos celebre su Segunda Bienal de Talla de Madera…”
Con
estas palabras de hace aproximadamente una década, queda demostrado que, respetando
las distancias, los propósitos y vínculos fraternales existentes con el hermano
pueblo haitiano; para nosotros habrá también otro Haití.
Vida
pasión y muerte del alhambra
En el cachumbambé de la
vida, la felicidad exige sacrificios. Una enfermedad crónica requiere penosos
tratamientos de por vida, y una operación quirúrgica de urgencia puede salvar
otra en minutos.
Lo mismo ocurre con todo:
Una lectura rápida a las últimas noticias nos informa la impostergable clausura
temporal del Gran Teatro García Lorca, antes Gran Teatro de la Habana, sede principal del Ballet Nacional de Cuba, al
arribar a su 175º. Aniversario y por tanto en un año de grandes acontecimientos
dramatúrgicos y danzarìos. Pero se hace necesaria una reparación capital del
mismo, dado el deterioro de sus condiciones materiales.
La información nos lleva
78 años atrás, con el derrumbe del Teatro Alhambra y la entrevista que en
cierta ocasión Rosa Ileana Boudet le hiciera en revolución y cultura a su más genuino amante e historiador,
Eduardo Robreño, bajo el título “Robreño habla del Alhambra”.
Por su extensión la hemos
sintetizado. Y copio:
“… Era un teatro que
estaba situado en la esquina de Consulado y Virtudes, donde funcionó ininterrumpidamente
durante treinta y cinco años una compañía teatral dedicada al género vernáculo.
(…) Bien podría decirse que ha sido la temporada de mayor duración en el mundo,
pues abrió sus puertas el 10 de noviembre de 1900, hasta que sus techos y
paredes se derrumbaron el 18 de febrero de 1935. (…) Tan cierto es esto que, al
palco escénico subieron unas dos mil obras…”
A la pregunta --¿Pero para
hombres solamente…? El entrevistado responde:
“…Cierto. Fue un teatro
para hombres solamente…Que lo vio todo el mundo. Lo de “hombre solo” le vino
porque al finalizar el siglo pasado--XIX—funcionó en el lugar un titulado Café
Americano, en que se bailaban canciones y rumbas un tanto picarescas y los
nuevos empresarios del Alhambra dejaron que la bola se corriese para hacer más
interesante el espectáculo.
(…) Por aquel entonces alguien dijo que para
alcanzar vigencia y popularidad en Cuba, era necesario lograr alguna de estas
tres cosas: Una caricatura en La Política Cómica, un danzón de Romeu
o una obrita en el Alhambra, y no le faltaba razón…·”
Al pedirle que aclarase su
opinión sobre la diferencia entre el teatro bufo y el vernáculo, Robreño
puntualizaba:
“…Sencillamente diremos
que creó el género alambresco: Un teatro costumbrista, captador de tipos y
costumbres. A diferencia de los bufos, cuya principal característica era la
superactuación. (…) El naturalismo cobró vigencia y todos los intérpretes que
se distinguieron a través de los años mantuvieron esa tónica. (…) Tales fueron
los casos del negrito, el gallego y la mulata…”
La periodista insiste en
conocer el final de esa historia:
“…Con el advenimiento del
cine sonoro, (películas en español), el comienzo del machadato implacable y la
aguda crisis económica mundial comenzó su decadencia. (…) Al ocurrir el
derrumbe del teatro, muchos de sus libretos se perdieron…”
¿CUÁNDO
NACIÓ MARK TWAIN?
¿Hace siglo y medio el 3
de febrero de 1863?
No exactamente.
En esa fecha ya era un
joven de 28 años que hacía sus pininos narrativos en el Territorial Enterprise, un pequeño diario de Virginia City.
Su verdadero nombre, Samuel Langhorne Clemens, pero en esa ocasión firmaba por
primera vez con el seudónimo de Mark Twain una historia humorística que
tituló “Joe Goodman Party at Gov. Johnson´s Music”, un encabezamiento tan
largo como los oficios que había desempeñado hasta entonces.
A saber: aprendiz de imprenta,
cajista, impresor y periodista, soldado en las tropas confederadas, orador,
hasta inversionista fracasado, pues todo lo que ganó con sus textos
humorísticos lo dilapidó en empresas que lo llevaron a la bancarrota.
Precisamente, había
llegado a ese pueblito de Nevada un año antes como minero con el propósito de
hacerse rico tras un errático deambular por toda la nación.
El éxito literario le
sonrió desde entonces y el amor también, pues cuatro años más tarde se casa en
Nueva York con el amor de su vida, Olivia Langdon y la luna de miel los lleva en
un apasionado abrazo a Inglaterra, donde suma nuevos lauros con obras como “El
Príncipe y el mendigo” o “Un yanqui de Connecticut en la corte del
Rey Arturo”.
En realidad había nacido
en Hannibal, un pueblito de Missouri, el 30 de noviembre de 1835. Coincidía esa
fecha con el paso del cometa Halley, cumpliéndose su predicción de fallecer
precisamente durante el próximo cruce del fenómeno en 1910. Esto lo llevó a
practicar la parasicología y otras creencias.
Dejó obras imperecederas
como “Las Aventuras de Tom Sawyer” y su saga “Las
Aventuras de Hucleberry Fynn” donde el río Mississippi será
el gran personaje, así como la inspiración para su famoso sobrenombre Mark
Twain, pues en su errático deambular de joven buscavidas, trabajó
brevemente como piloto en los “river boats” que surcaban el gran río y los
cánticos de los trabajadores negros, lo marcaron para siempre: Tras el grito de
¡Mark Twain! acechaba el peligro a bordo, pues significaba el calado
mínimo necesario para una navegación segura en sus peligrosas corrientes.
Algunos eruditos refinados
de Boston llegaron a considerarlo un orador que basaba su popularidad en la
sátira y el humor “inculto”, un salvaje del Far West rebelde, un “outsider”
según sus propias palabras.
Para William Faulkner,
John Brown y sobre todo para Ernest Hemingway, fue otra cosa. Éste último
afirmó:
“…Toda la literatura moderna norteamericana
sale de un libro de Mark Twain: Huckleberry Fynn… Es el mejor libro que
tenemos. Todo lo que se escribe en América sale de ahí. Antes no había nada.
Después no hemos tenido nada mejor…”
Y si lo dijo quien lo dijo
--¿quien lo duda?--digo yo.
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